(XXXII) Fray Lope de Olmedo, nombrado Administrador Apostólico de la diócesis de Sevilla: ¿1429 ó 1431?
Dejamos a Lope a finales de 1428
reunido en Roma con el papa Martín V y representantes de la Orden de san
Jerónimo en España, incapaces de llegar a un acuerdo de unificación y
procediendo el Pontífice a la escisión en dos ramas, permitiendo a la orden de
fray Lope regirse por la Regla de san Jerónimo por él compilada.
En los años finales de la década
de 1420, la Orden monástica de Lope estaba en plena expansión: fundada en 1424,
con regla aprobada, autoridad para incorporarse monasterios y con seis casas ya
consolidadas: el monasterio de san Jerónimo de Acela en Cazalla (diócesis de
Sevilla) y cinco monasterios en Italia (Castellazzo, Quarto, San Alejo y san
Bonifacio, Santa Maria alle Campora y San Pietro in Vinculi).
Sin
embargo, de manera sorpresiva, lo próximo que encontramos en las fuentes es que
Martín V nombró a fray Lope
administrador apostólico de la diócesis de Sevilla; algo así como un obispo
en funciones. La duda que se nos presenta es cuándo se produjo este nombramiento: mientras que Lorenzo Alcina
(Yermo, 1964), siguiendo a Norberto Caymi (1754) asegura que el año del nombramiento fue 1429, la
copia de la bula conservada en la Biblioteca
Colombina de Sevilla (en la imagen, reverso de la bula, con referencia ACS 11068, n.1200002 y 03), puede leerse
“Bulla del Papa Martín V en que encomienda a Lope de Olmedo, prepósito general
de la Orden de San Gerónimo, el régimen y administraçión del arçobispado de
Sevilla, por la çeguedad y enfermedad del arçobispo don Diego. [Rubricas del
notarios Diego Fernández de Monferrado, dando cuenta de que se han reunido el
capellán, decano y el capítulo de la catedral de sevilla el 15 y 16 de junio de
1431, viernes y sábado, para tomar
conocimiento de la bula].
Siguiendo
la fecha de esta bula, son diversos los autores que sitúan el nombramiento de
fray Lope como administrador apostólico de Sevilla en el año 1431. Veamos si podemos hallar la
solución y dar con la fecha correcta.
1. La
bula papal por la que Martín V nombró a fray Lope administrador apostólico de
Sevilla
Veamos
primero qué dice la bula y la fecha que aparece en ella.
Trabajamos
con la copia conservada en la Biblioteca de Sevilla ya citada, transcrita y
traducida para esta investigación por Peru Amorrortu Barrenetxea.
Transcribimos
lo que más nos interesa para este asunto: “Martín, obispo, siervo entre los siervos de Dios, a su querido hijo Lope de
Olmedo, preboste general de la Orden de monjes eremitas de san Jerónimo, nombrado por la Sede Apostólica
administrador de la iglesia de Sevilla en lo temporal y espiritual, salud y
bendición apostólica (…). Hace poco vino a nuestro entender que nuestro
venerable hermano Diego, arzobispo de Sevilla, que entonces se hallaba en su
septuagésimo año de vida, había visto su ánimo superado desde hacía cuatro años
por una enfermedad propia de su vejez, y que no podía ejercer personalmente las
funciones pastorales y pontificales propias de su cargo, y que, tras haber
tomado sobre sí su cuidado, nunca había podido visitar en persona la iglesia,
la ciudad y la diócesis a él encomendadas (…).
Y,
además, por tenor de la presente, destituimos
y expulsamos al citado Diego, arzobispo de Sevilla, de toda responsabilidad,
régimen y administración en las cosas temporales y espirituales, además de la
jurisdicción y de la autoridad, pura o mixta, sobre las citadas iglesia,
ciudad y diócesis, y también de las capacidades de la provincia metropolitana
de Sevilla, y le prohibimos ejercerlas por completo por la citada autoridad y
conocimiento, prohibiéndole, además, de manera estricta que se entrometa de
nuevo en ellas o que ose o presuma de ejercer estas responsabilidades de
cualquier modo, por él o por otros, en parte o por completo. Y, para que la citada iglesia no se vea
menoscabada en cuanto a sus fuerzas y no reciba mayores daños en lo espiritual
y lo temporal, sino que sea preservada de los males y sea gobernada felizmente
por un líder que resulte útil e idóneo según nuestro corazón, por el que
pueda ser regida y dirigida de manera circunspecta y pueda defenderse
salutíferamente, y deseando y esperando que
tú (fray Lope de Olmedo), de quien en nuestra presencia se han dado
testimonios fidedignos respecto a tu conocimiento de las letras, limpieza de
vida, honestidad de costumbres, providencia en los espiritual y circunspección en
lo temporal, además de otras virtudes y dones, sepas estas cosas, y que puedas,
siéndote Dios propicio, cumplirlas felizmente y administrar la citada iglesia de Sevilla en lo espiritual y temporal,
por consejo de los citados hermanos nuestros, y por la autoridad antedicha,
hasta el beneplácito por similar conocimiento de la Sede Apostólica para un
sustituto, te nombramos, hacemos,
constituimos y declaramos, y te otorgamos el cuidado, el régimen y la general y
libre potestad, y te las concedemos por la presente, ordenando, además, al
citado arzobispo y a los queridos hijos del capítulo, clero y pueblo de la
ciudad y diócesis de Sevilla, además de la provincia, y a todos los súbditos y
vasallos de dicha iglesia, comúnmente y por separado, y todos los demás a
los que afecte, que te obedezcan y se sometan a ti en todo aquellos que atañe a
la administración, jurisdicción, potestad y facultad de tu cargo. De otro modo,
tendremos por válidas las penas o sentencias que hayas decretado o promulgado
de acuerdo a derecho contra los rebeldes a tu autoridad, y haremos que, con el
Señor como Juez, sean cumplidas de manera inviolable hasta que se les dé
satisfacción apropiada.
Por
lo demás, confiamos a tu discreción,
mediante estos escritos apostólicos, que te afanes en la restauración de la
antedicha iglesia y en la loa a Dios de tal modo que, en lo que al cargo de
administración que nosotros te hemos confiado se refiere, con ejercicio de tu
jurisdicción la citada iglesia de Sevilla, restaurada bajo tu salutífero
mandato, obtenga incrementos en lo temporal y espiritual, y que se consigan los
frutos esperados, y que tú, además del premio de la eterna retribución, seas
también merecedor de ser comendado por nuestras alabanzas. Es más, no queremos que por esto renuncies en modo alguno al cargo de
preboste general de la Orden de San Jerónimo que te fue encomendado, sino que
ejerzas y ejecutes dicho cargo al igual que antes, ya sea por ti mismo o a
través de otros. Otorgado en Roma, en la iglesia de los Santos Apóstoles, el dos de enero del año décimo cuarto de
nuestro pontificado”.
Dos de enero del decimocuarto año del pontificado de Martín V significa dos
de enero del año 1431.
La bula con la que trabajamos no
deja lugar a dudas sobre el nombramiento, pues está firmada por Martín V en
1431.
Si contrastamos los datos con los del obispo depuesto, Don Diego de Anaya
Maldonado, éstos confirman la fecha
de 1431 como la de su deposición[1].
También confirma esta fecha un artículo de Albert Cassanyes Roig[2],
en que menciona cómo “la primera persona a quien el papa Eugenio IV (elegido el
3 de marzo y coronado el 11 de marzo de 1431) concedió una littera passus fue Lope González de Costes, más conocido como Lope
de Olmedo, que es la forma con la que aparece en el documento pontificio”.
Afirma Cassanyes que fray Lope, “en 1431
había sido designado administrador de la diócesis de Sevilla por Martín IV (se
basa en un artículo del profesor Pedro José Respaldiza Lama de 1996).
Al respecto, Peru Amorrortu indica
cómo “las rúbricas del reverso no dejan lugar a dudas de que la bula circulaba
por Sevilla en verano de 1431, y por si hubiera dudas, algún escriba posterior
ha tenido la amabilidad de fecharla en números arábigos. Es muy improbable que hubiera
sido promulgada y fechada en 1429 y llegara a Sevilla el verano del año
siguiente”[3].
Sin embargo, Lorenzo Alcina, en
su artículo en la revista Yermo del año 1964, basado en la obra del monje
Norberto Caymi de 1754, afirma en las páginas 41 y 42 que “en 1429 se designó a fray Lope de Olmedo para un cargo importante.
Los canónigos sevillanos habían elevado una protesta formal contra los
propósitos que tenía su arzobispo de reformar el cabildo. Esta protesta renovó,
sin duda, el ingrato recuerdo que conservaba Martín V de don Diego Maldonado de
Anaya, que entonces ocupaba aquella sede, el cual, siendo embajador de los
reyes de Castilla en el Concilio de Constanza, había favorecido a Benedicto
XIII. Lope de Olmedo, hombre inteligente
y hábil en el manejo de los asuntos eclesiásticos, y de completa confianza del
papa, fue nombrado administrador apostólico, y gobernó la archidiócesis durante
tres años. En este cargo, que no perjudicaba en nada a la antigua orden
jerónima, dice Sigüenza que “ganó con mejor título fray Lope aplauso, autoridad
y crédito”.
También José Sánchez Herrero, en
su artículo de 2004 incluido en las Actas del Simposio sobre el monasterio de
san Isidoro del Campo en Sevilla, afirma que “(Lope), nombrado en 1429 administrador apostólico de la Archidiócesis
de Sevilla, aprovecha su estancia en esta ciudad para extender su obra: D. Enrique de Guzmán, conde de Niebla, le
entrega el monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce”.
Efectivamente, fray Lope de Olmedo recibió en Sevilla del conde de Niebla el
que había de ser el monasterio de su orden más grande en Castilla, san Isidoro
del Campo, del que tendremos ocasión de tratar en la próxima entrega.
Por su parte, Dom Norberto Caymi, afirma en el
capítulo VII del libro III de su obra Vita del Venerabile Lupo d´Olmeto,
escrita en 1754 (pp. 180ss), titulado “Otros viajes de Lope a España,
administración de la Archidiócesis de Sevilla, diferencias entre los obispos
castellanos y visitas a sus monasterios”: “Aunque el Venerable Lope, debido a su avanzada edad de unos 60 años
(había nacido en 1370), estaba menos capacitado para emprender un largo viaje,
en cualquier caso, el deber de su cargo
de General y el amor a sus Religiosos prevalecieron sobre cualquier
inconveniente privado, y decidió partir hacia España para visitar allí sus
Monasterios. Llegado el momento de
tal visita, acudió a los pies del Papa Martín V; y humildemente le pidió
permiso, pero con tal reserva que siempre se sometió a su voluntad en esta y en
cualquier otra ocasión. El benévolo
Pontífice le dio pleno permiso; pero al mismo tiempo quiso apoyarle en un
negocio de tal y tanta importancia, que la autoridad de un Papa era tan grande
que requería un hombre de talento que no fuera vulgar, y que no admitiera
demora alguna. Tras la muerte de D. Alfonso de Egea, Arzobispo de Sevilla
en 1417, fue elegido Pastor de esa Iglesia D. Diego de Anaya Maldonado (nacido
en Salamanca, y fundador del insigne Colegio de San Bartolomé, el primero de
esa universidad. Al cabo de estos negocios, surgieron varias diferencias entre
el Obispo y los Canónigos acerca de cierta reforma que deseaba introducir; y
fueron tales, que los Canónigos (como no pocas veces sucede en tales reuniones)
hicieron una averiguación muy exacta y diligente de las acciones del Obispo, y
enviaron información que no le era desfavorable a la Santa Sede. Entre otras cosas se le acusó en ese
Tribunal de haber favorecido al antipapa Benedicto XIII en el Concilio de
Constanza, al que había sido invitado por los reyes de Castilla y León. También
le acusaron de no ser apto para gobernar el rebaño debido a su decrepitud.
Estas acusaciones, junto con otras muchas de gran importancia, llevaron al papa
Martín a privarle del arzobispado de Sevilla”.
Es decir, la secuencia de los hechos según Caymi es que, en primer lugar,
Lope habría decidido ir a visitar sus monasterios en España y que, aprovechando
el viaje, el papa le encargó la administración de la Archidiócesis de Sevilla.
Resulta una afirmación algo difícil de comprender si tenemos en cuenta que,
tanto si fue en 1429 ó 1431, Lope sólo contaba con el monasterio de san
Jerónimo de Acela en la sierra de Cazalla, diócesis de Sevilla. Los demás
monasterios que Caymi narra como ya existentes son en realidad fundaciones
posteriores a la muerte de Lope.
Caymi prosigue narrando que “además,
hubo algunas disputas de no poca importancia entre los Obispos de Castilla,
para cuya resolución se requería no menos valor, autoridad y sabiduría. Ahora
bien, Lope fue reconocido como capaz por
la gran mente de Martín V, y por ello, entre otros muchos, elegido para la
gran empresa. Sigüenza, envidiando la gloria de nuestro Lope, queriendo
ennegrecerla de algún modo, o al menos disminuirla si pudiera, comienza a decir
que a Lope se le ocurrió volver a España, y mostrar allí el fruto de sus
trabajos, y para que hubiera Religiosos de su Orden, en quienes se viera cuán
superiores eran a los demás monjes Jerónimos (“Pareciole a fray Lope tornar a
España y mostrar en ella el fruto de sus trabajos, y que huviesse religiosos de
su Orden en ella y aun se viesse la ventaja, que yva de unos Geronimos a otros.
Tenia algunos amigos que le deseavan. No hay claridad de como fue esta venida;
ni qual fue el principal motivo; la principal conjetura es la que aquí dire). Y
luego añade: “Como fray Lope de Olmedo
estaba tan junto con el Pontífice en Roma, y era hombre de tanta inteligencia,
y sabia guiar bien sus negocios, pareciole
ya esta buena ocasión para sus intentos, que era venir a fundar Religión a
España. Y assi, es muy verosímil, que entendiendo su deseo el papa que
tenía gana de favorecerle, le dio el gobierno del arçobispado de Sevilla, que
aunque lo dicho es conjetura para la ocasión de su venida, el ser Governador del
Arçobispado nos es conjetura (Sigüenza tom. 2 lib. 3 cap. 7).
Caymi parafrasea a Sigüenza para
mostrar cómo el cronista jerónimo pretende en todo momento desacreditar la obra
de fray Lope y atribuirle motivaciones espurias: “bastará concluir que la
pasión de la venganza, reforzada por el espíritu de partidismo, hunde a menudo
a un historiador, como sucedió con nuestro Sigüenza, en mil errores groseros”.
Caymi afirma, basándose en el libro de Dom Pio Rossi de 1612, que “el Venerable Lope dejó Roma en el año de
nuestra salud de 1429 (el Abad Rossi en la Vida latina de Ven Lope en
el capítulo 14 escribe: “Anno Domini 1429 sub aetatis iitio”). Caymi se apoya
también en documentación presente en el siglo XVIII en el archivo del
monasterio de San Isidoro de Sevilla, donde habría leído que “resulta que Lope emprendió su viaje y ministerio en
el año 1429, y que ejerció este ministerio durante tres años, hasta 1432
(como también afirma Sigüenza, quien escribe entre 1595 y 1600, en el tomo 2,
libro 3 capítulo 7 de su crónica, y también afirma Heliot en su Historia de las
Órdenes Religiosas, tomo 3 parte 3 cap. 60).
Nos encontramos ante un dilema de
difícil solución, aunque sólo en parte.
Por un lado, veamos la cuestión del
año de nombramiento: el profesor Pedro José Respaldiza Lama[4]
afirma que “los monjes cistercienses habitaron el monasterio (de san Isidoro
del Campo) hasta el 27 de septiembre de 1431. Fueron desposeídos en virtud de una bula otorgada por Martín V en 1429 a
instancias de Enrique de Guzmán, conde de Niebla, y sustituidos por los
ermitaños jerónimos de Lope de Olmedo” (p. 26). En la nota al pie número
29, de la página 76, Respaldiza afirma que “nuevamente (Diego de
Anaya) será destituido y en 1429 Martín
V designa como administrador apostólico a Lope de Olmedo (…). Como ya apuntamos, en 1429 (Lope) es designado administrador
apostólico y Enrique de Guzmán, conde de Niebla, le otorga el monasterio de San
Isidoro del Campo”. El profesor Respaldiza continúa con una muy importante
afirmación, al tratar de la vinculación estilística entre las miniaturas de la
catedral de Sevilla y las pinturas murales de san Isidoro del Campo: “en ambas
nos encontramos con la fecha de 1431,
año del viaje de Pedro de Toledo a Roma y de la toma de posesión del monasterio de San Isidoro del Campo por los
jerónimos de Lope de Olmedo, quien en ese momento es administrador
apostólico de la Archidiócesis al haber sido cesado Diego de Anaya”.
¿Podría ser, pues, que todo estuviera
decidido desde 1429 (bula de Martín V cediendo San Isidoro del Campo a fray
Lope) pero la marcha de Lope a Sevilla no se hiciera efectiva hasta 1431?
Esta hipótesis explicaría el error de Rossi y Caymi, y también el de Sigüenza,
quien escribió su crónica a
finales del siglo XVI. Peru Amorrortu, en comunicación personal[5],
plantea al respecto la hipótesis de que Lope
llevara ya un tiempo ejerciendo ese cargo de facto y la bula de 1431 viniera a
confirmar su estatus, algo que no sería raro, pues a menudo la cancillería
pontificia se limitaba a confirmar la realidad sobre el terreno. Si tenemos
en cuenta la cantidad de acciones que realizó durante su tiempo en Sevilla por
encargo de Martín V, todo lleva a pensar que estuvo más de un año en Sevilla.
Tal vez, como indican Rossi y Caymi principalmente, desde 1429; de esta manera,
el silencio de las fuentes relativo al año 1430 no sería un silencio, sino la
confirmación de que fray Lope ejercía ya como administrador apostólico de
Sevilla en ese año.
4.-Posibles razones para esta confusión de fechas
Pudiera ser, en primer lugar, que
exista una bula de 1429 nombrando a Lope administrador apostólico de Sevilla
que no hayamos encontrado y que Rossi y Caymi no mencionen. O ser que no exista
esta bula, pero que Lope sí fuera enviado a Sevilla a ejercer de administrador
apostólico y este encargo viniera sólo refrendado por la cancillería
pontificia, como sugería Peru Amorrortu, en 1431. En lo que sí coinciden Rossi
(1612), Caymi (1754) y Respaldiza (1996) es en la existencia de una bula de
1429 de cesión a la orden de fray Lope del monasterio de san Isidoro del Campo
en Santiponce, a las afueras de Sevilla.
Sin embargo, de las fechas de llegada
a Lope de Sevilla, de sus posibles viajes a Roma, así como sus viajes en la
Península Ibérica, no tendríamos constancia detallada. Sí tenemos, sin embargo,
un dato interesante: la Dra. Concepción Villanueva me alertó sobre un artículo
de Albert Cassanyes que narra cómo el 3
de abril de 1431, sólo un mes después de la elección de Eugenio IV, se le
concedió (a fray Lope) una littera passus (salvoconducto) para trasladarse a la
península ibérica cum eius comitiva etiam monachorum dicti ordinis usque ad
numerum duodecim personarum” (AAV, Registra Vaticana, 371, f. v). En el
documento no se indicó el motivo del viaje, más allá de una referencia general
a “pro nonnullis nostris et Romane ecclesie negotiis”, hecho que significaría
que la Santa Sede tendría un cierto interés en su misión. “Dado el reciente
nombramiento de Lope de Olmedo como administrador sevillano, es muy probable
que el salvoconducto le fuera otorgado para facilitar su traslado a su nueva
responsabilidad. Sin embargo, la presencia de los doce monjes jerónimos
que son autorizados a acompañarle permite inferir que aprovechó el viaje para
hacerse cargo del antiguo monasterio cisterciense de san Isidoro del Campo,
entregado por Martín V a Lope de Olmedo en 1429” (Respaldiza Lama, 1996),
cenobio que se convirtió en el primer claustro de jerónimos observantes en
Castilla”.
Comentemos este pasaje porque, al
tiempo que despeja una incógnita, contiene errores e inexactitudes: Albert
Cassanyes afirma que, con salvoconducto fechado el 3 de abril de 1431 firmado
por el nuevo papa, Eugenio IV, fray Lope se traslada con 12 monjes a Sevilla, y
que la razón del traslado podría ser, al mismo tiempo, comenzar a ejercer como
administrador apostólico de Sevilla y tomar posesión de san Isidoro del Campo.
¿Podría ser? Sí podría ser que la comunidad que se desplazaba con Lope (los 12
monjes que él quería para sus monasterios) fuera la que iba a entrar en San
Isidoro del Campo. La fecha de la marcha de los cistercienses, el 27 de
septiembre, nos permite lanzar la hipótesis de que los monjes jerónimos ermitaños
de fray Lope entraran en San Isidoro el 30 de septiembre, solemnidad de san
Jerónimo que la Iglesia celebra desde hace muchos siglos y, por tanto, cargada
de simbolismo para ellos.
Sin embargo, Cassanyes yerra al
afirmar que, “dado el reciente nombramiento de Lope de Olmedo como
administrador sevillano, es muy probable que el salvoconducto le fuera otorgado
para facilitar su traslado a su nueva responsabilidad”. Pero ocurre que el salvoconducto está firmado el 3 de abril
de 1431 por Eugenio IV, el papa que fue nombrado tras la muerte de Martín V,
que se produjo el 20 de febrero de ese año. Por tanto, teniendo en cuenta
que toda la historiografía coincide, y así lo atestigua también la bula
conservada en la Biblioteca Colombina de Sevilla, en que fue Martín V quien
nombró a Lope para el cargo de administrador apostólico de la diócesis
sevillana, sí es posible que Lope, afincado en la diócesis de Sevilla, se
desplazara puntualmente a Roma para reunir a una comunidad y trasladarse con
sus monjes a tomar posesión de san Isidoro del Campo, pase puntual que Eugenio
IV habría firmado el 3 de abril de 1431. Pero no fue en ese viaje cuando ocupó
su responsabilidad de administrador apostólico, sino que con toda probabilidad,
como hemos intentado argumentar, ya ejercía el cargo desde 1429.
Realizaremos un
repaso en la siguiente entrega de la cantidad de misiones que fray Lope llevó a
cabo en la Península Ibérica por encargo de Martín V, a las que se ajusta más
lógicamente un periodo de tres años que un periodo de un único año; teniendo en cuenta que dimitió de su
cargo ante Eugenio IV en 1432.
Finalmente, me parece muy interesante
mencionar uno de los aspectos en los que se observa tanto el profundo celo y
amor de Lope a la Iglesia como su estricta vivencia del carisma monástico de
san Jerónimo: comenzamos estas líneas comentando el sorprendente nombramiento
de Lope como administrador apostólico de la diócesis de Sevilla en 1429, puesto
que estaba al mando de una orden recién fundada y en plena expansión. Sin
embargo, Martín V le consideró la persona adecuada para desempeñar el cargo de
administrador apostólico de Sevilla, que iba a distraerle mucho de sus
ocupaciones como preboste general de su orden monástica, y fray Lope aceptó. Y
no pienso que aceptara por algún tipo de ambición, puesto que la bula de Martín
V le confirma como general de los monjes ermitaños de san Jerónimo. Pienso, al
contrario, que obedeció por obediencia a
la Iglesia en la figura del Papa, aunque ello pudiera ir en detrimento de
su proyecto monástico. Para apoyar esta hipótesis, recordemos que el primer capítulo de la Regla de San
Jerónimo trata de la obediencia, que era la virtud fundamental para san
Jerónimo. Cierto es que los votos tradicionales en la vida religiosa son de
obediencia, pobreza y castidad, que son tres de los cuatro primeros capítulos
de la Regla de Lope, pero cierto es también este énfasis de san Jerónimo en la
obediencia.
También vendría a confirmar, sabiendo
que fray Lope había leído con mucha atención las obras de san Jerónimo, que
había leído el dicho del santo, “estoy con quien esté adherido a la cátedra de
san Pedro. Yo sé que sobre esta piedra está edificada la Iglesia”.
[1]Monsalvo Antón J. M., 2014. “Diego de Anaya (1357 –
1437) y su tiempo”, en La Universidad de Salamanca y el Pontificado en la Edad
Media”, M. A. Pena González y L. E. Rodríguez – San Pedro (Coords.),
Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca.
[2]
Cassanyes Roig, A., 2023. “Idas y venidas por el Mediterráneo: enviados
hispánicos en la curia romana durante el pontificado de Eugenio IV (1431 –
1447)”, en CAURIENSIA, vol. XVIII, pp. 81 – 100.
[3]
Comunicación personal telefónica el 22/3/2025.
[4] P. J.
Respaldiza Lama, 1996. “El monasterio cisterciense de san Isidoro del Campo”,
Laboratorio de arte #9, pp. 23 – 47.
[5] Peru
Amorrortu Barrenetxea, comunicación personal telefónica, 23/3/2025.
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