(XXVIII) 1427: Nuevas vocaciones, bulas y monasterios para la Orden de los Monjes Ermitaños de san Jerónimo

La orden monástica de fray Lope crecía con nuevos monasterios en Italia y la afluencia de vocaciones. Un contrato de 1427 facilita los siguientes nombres de monjes, entre los que, como se observará, se encuentran algunos italianos: fray Juan de Narinonibus de Milán, fray Jerónimo de Pisa, fray Bartolomé de Olite, fray Jaime de Palma, fray Diego de Alcántara y fray Juan de Valladolid (Archivo del Colegio de San Alejo, libro cit en cita #86, pag. 12. Contrato del 3 de febrero de 1427). Al respecto, Lorenzo Alcina afirma que “las vocaciones afluían de todas partes. Así, el notario extiende el acta de la toma de posesión oficial de san Alejo ante los siguientes monjes: Enrique de Voachtendoch, sacerdote de Colonia; Álvaro de Alva, sacerdote de Salamanca; Alejo de Turuégano, sacerdote de Segovia; Gaspar de Paschalibus, sacerdote de Milán; Diego de Alva, sacerdote de Salamanca; Andrés de Arlanza, Bartolomé de Florencia, Antonio de Florencia, Ulrico de Verdún y Bartolomé el Galo de Verdún, “monachi et fratres predicti ordinis” (nota #88: Acta possesionis Alexiani templi et noenobii a venerabili viro Lupo de Olmeto, nostrisque hieronymianis acepta, 27 de julio de 1430).

 

Con estos nombres de monjes de la Orden de Monjes Ermitaños de fray Lope, el cardenal protector Carrillo Albornoz, los priores de nuevos monasterios que va a incorporarse (fray Fernando de Úbeda y Salvio) y otros personajes importantes relacionados con fray Lope como el abad portugués Gomes Eanes, sería muy interesante poder elaborar en el futuro un estudio prosopográfico de la orden de fray Lope: las personas que protegieron su proyecto monástico, los monjes que se unieron a él - si ya eran monjes o no, cómo se llevaba a cabo la formación en ese crecimiento vertiginoso -, y otros datos de interés que configurarían el amplio contexto en que fray Lope iba desarrollando su proyecto monástico y la red de relaciones sociales en la que se movía.

Para este año de 1427 contamos con un documento importante, una nueva bula papal, que Norberto Caymi numera como la novena que recibió fray Lope de Martín V, con el mismo encabezamiento y nombre de la segunda, Et si pro cunctorum. No hemos localizado por el momento este documento, pero afortunadamente Caymi traduce y comenta sus elementos más significativos: refiere cómo “el Venerable Lope obtiene del Papa muchos Privilegios, aumentando así el número de sus Monasterios (Libro III, Cap III; pp. 154 y ss.). El Pontífice Martín correspondió plenamente a Lope, y sus hijos con la acumulación de sus virtudes a su expectativa (“Hi profecto tu et alii dicti Ordinis Monachorum Eremitarum S. Hieronymi de observantia profesores axistitis, quos Deus, ut spiritualis regularis observantie zelatores, variis multiplicavit virtutibus et meritis. Quapropter non immerito… Bul 9. Et si pro cunctorum), y haciendo buen uso de los beneficios que se les conceden, se hacen merecedores de otros más notables y mayores. Por lo tanto es, que tan pronto como el año de su entrada en el Monasterio de San Alejo en el año 1427 (después de haberle sido otorgado el mismo en 1426), el 13 de mayo, el Santo Padre, deseoso de agrandar más y más nuestra congregación expandiendo sus límites, con otras cartas llenas de heroica generosidad, dio al Venerable Lope amplia facultad para agregar, unir e incorporar lugares de cualquier fuerza que fueran, ya fueran propiedad de Seculares o de Regulares; iglesias, ermitas y monasterios de cualquier orden, comenzando con la más amplia, y estricta observancia, siempre que se relajase, con todos los bienes muebles e inmuebles y los anejos, pero con aquellas condiciones prescritas en el Diploma.

En estos lugares, legítimamente adquiridos, y unidos a todo el cuerpo de la Congregación, Lope podía, con absoluta autoridad, fundar monasterios, suprimir los ya fundados por otros, con sus hábitos, oficios y preeminencias; y establecer allí las costumbres, reglamentos y dignidades que concernían a su propio instituto. Además, se le otorgó el enorme poder de administrar, visitar y corregir lo que considerase oportuno, y de castigar a voluntad a cualquier religioso que fuese de algún modo delincuente, y de cualquier Congregación, particularmente de Italia, que llevase el título de San Jerónimo.

Estas palabras de Caymi, así como la misma bula, vienen a confirmar el proyecto de Martín V, en continuación con su predecesor Gregorio XI, de unificar los institutos bajo la advocación de san Jerónimo en la orden de Lope. El mismo Norberto Caymi repasa algunas de las principales casas y congregaciones existentes, en una explicación que muestra la confusión que existía: “además de la Orden Monástica de San Jerónimo, que desde hace mucho tiempo ocupa un lugar preeminente en España, Portugal e Italia, existen otras Órdenes o Congregaciones fundadas bajo la protección del mismo San Jerónimo. Una es la de los Jesuatos, instituida por B. Giovanni Colombino de Siena, y aprobada por el Sumo Pontífice Urbano V en el año 1367. La otra, llamada de Fiesole, confirmada por Gregorio XII en el año 1415, que Panciroli ha mezclado inapropiadamente con nuestra Congregación: y estos dos ya no existen (recordemos que Caymi escribe en 1754). Otra, que fue instituida por B. Pietro Gambacorta de Pisa, y aprobada por Urbano VI en 1380; que Hermant (Histoire des Ordr. Relig. tom. 2 pg. 312) ha confundido solemnemente con nuestra orden monacal, haciendo de las dos una sola: un error en el que algunos otros también han caído), y en especial las de Fiesole, y de B. Pietro da Pisa, que recibieron el crecimiento más notable y más decoroso. Una facultad de tal extensión fue confirmada en los sucesores de Lope por el Sumo Pontífice Nicolás V en el año de Nuestro Señor de 1450 el 13 de enero (Bul. Universali cui singulos)”.

Vemos pues, por un lado, la existencia de las tres grandes agrupaciones de ermitaños bajo la advocación de san Jerónimo en Italia que ya habíamos mencionado, en ocasiones confundidas con el movimiento monástico fundado por fray Lope debido a la escasa investigación existente entre los siglos XV y XVIII. Por otra parte, como hemos dicho, en base a las afirmaciones podemos confirmar las pretensiones de Martín V, expuestas por la Dra. Mónica Bocchetta y Jesús Folgado, que el papa pretendió que fray Lope se anexionase movimientos bajo la advocación de san Jerónimo en Italia. A tenor de los resultados, parece ser que pudo hacerlo únicamente con casas que habían quedado desconectadas de la orden de san Jerónimo en España tras haberlas fundado (la siempre referida como “antigua observancia jerónima española”). Vimos ya cómo Castellazzo y Quarto se hallaban en esa situación, como también las dos casas que vamos a ver seguidamente que la orden incorporó en 1427: San Pietro ad Vincula en Roma y Santa María del Santo Sepulcro en Florencia. En estos monasterios ya existían comunidades jerónimas y, en ellas, fray Lope impone un prior de su observancia y las Constituciones, Estatutos y Ordinario. Solamente en el monasterio de San Alejo y san Bonifacio, incorporado en 1426, entró una comunidad de monjes de la observancia de Lope, cuando del edificio marcharon los premostratenses, siguiendo la propuesta del cardenal Carrillo de Albornoz, confirmada por Martín V.

Un hecho realmente interesante, que veremos a partir de la próxima entrada, es cómo, a estas casas y congregaciones italianas, Lope pretende añadir la Orden de San Jerónimo en España (OSH), lo cual hace pensar que el proyecto pretendiera inicialmente incorporar también las demás congregaciones grandes (Jesuatos, Fiésole y los de Gambacorta); pero finalmente no pudo llevarse a cabo.

Como hemos mencionado, en 1427 la Orden de los Monjes Ermitaños de San Jerónimo adquiere dos nuevos monasterios. La adquisición, como vamos a ver, está estrechamente relacionada: Fernando de Úbeda, prior de San Pietro ad Vincula, es uno de los protagonistas de la anexión de santa María del Santo Sepulcro.

San Pedro ad Vinculain Vincoli o in Vinculis ("San Pedro encadenado") es una advocación de san Pedro Apóstol, celebrada el 1 de agosto, que se refiere a la escena narrada en los Hechos de los Apóstoles, capítulo 12 (la estancia de San Pedro en la cárcel y su milagrosa liberación). También hubo otra estancia de San Pedro en la cárcel, previa a su martirio en Roma (tradicionalmente, se considera que en la cárcel Mamertina). Caymi afirma que “esta iglesia de San Pedro se llama Vincula, porque aquí se conservan desde hace muchos siglos las cadenas que ataron a San Pedro en las prisiones de Jerusalén y Roma” (nota al pie, página 159).

Narra Caymi que “en este mismo año 1427, los monjes Jerónimos de S. Pietro in Vincula probablemente quedaron bajo la obediencia del Venerable Lope (pp. 158ss)”. El monasterio pertenecía hasta entonces, en palabras de Lorenzo Alcina, a los “jerónimos de la antigua observancia”, “a quienes lo había entregado el antipapa Juan XXIII en 1412”. Caymi informa de que “la Iglesia de San Pedro in Vincula, que había quedado reducida a un pobre estado debido a la falta de sustento espiritual y temporal, habiendo disminuido el número de Canónigos Seculares que eran sus ministros, fue entregada a los Monjes de San Jerónimo de España por el Papa Juan XXIII el 18 de marzo de 1412, como atestigua la Bula del mismo Papa: “Inter desiderabilia” y especialmente en estas palabras: “Religiosos viros Ordinis S. Hieronymi sub regula S. Augustini viventes, quorum religió moribus et vita approbata”.

Aunque las circunstancias de esta unión no están claras, se dice que Lope hizo que se le agregara el Monasterio y se constituyera como Superior al Padre Fernando de Úbeda, hombre muy celoso del culto divino y amante de la observancia claustral (Caymi, p. 160).

Como anécdota curiosa, cabe mencionar que Fernando de Úbeda, mientras gobernaba el Monasterio de S. Pietro in Vincula, fue destinado a tomar, en nombre del comendador Cardenal Carrillo, y de los Monjes de S. Alejo, la investidura y posesión de cierta finca cercana, en el río Tíber, llamado la Piscina. Norberto Caymi cita como referencia documental de este hecho la obra del abad Nerini “SS. Bonif & Alex. Histor. Monum” (p. 554ss.), pero curiosamente disponemos también de una copia del acta notarial que se encuentra en el Archivio di Stato di Roma, en la que podemos leer: “por la providencia divina, en presencia de servidor, notario, y los testigos abajo consignados, llamados y requeridos específicamente para este asunto. Requerido e interpelado Lucio, hijo de Terencio Labrador, de la ciudad de Roma, del barrio de la Rivera, por el venerable varón y señor, el hermano Fernando de Úbeda, prior del monasterio de San Pedro ad Vincula, de la ciudad de Roma, de la orden de monjes de San Jerónimo, procurador y representante legítimo de los priores, hermanos y el Capítulo del monasterio de los santos Bonifacio y Alejo, de la antedicha orden (como queda claro respecto al procurador de la mano de servidor, notario); y en lugar y nombre del reverendísimo padre en Cristo y señor, el señor Alfonso, por la misericordia divina Cardenal diácono de San Eustaquio y comendatario de la dicha abadía o iglesia de los santos Bonifacio y Alejo; y en lugar y nombre de todos y cada uno de los que ahora interesa o pudiera interesar en un futuro que invista, otorgue la posesión vacua y corporal, y nombre señor y propietario al dicho hermano Fernando, en representación propia y de todos los arriba citados, de la integra totalidad de la pesquería o estanque otrora llamada “Marmorata, incluyendo todos sus derechos y pertenencias, situada en el río Tíber, entre los límites de nuestras propiedades”. De manera muy interesante, puede leerse en el acta notarial que en el evento estuvo también presente “el señor hermano Salvio, prior del monasterio de Santa María de Campora, cerca de Florencia, de la misma orden, requerido en el mismo lugar por el mencionado procurador, (que) prohibió al antedicho Evangelista y a cualesquiera otros que lo creyeran de su interés que se adentraran en cualquier momento en la mencionada pesquería y sus posesiones, bajo las penas antedichas y sentencias contenidas en la mencionada ejecutoría, etc”. No sabemos si la pesquería fue utilizada por los mismos monjes para la pesca y su consumo o si fue arrendada para la obtención de rentas; pero en todo caso se trata de una información casi anecdótica pero importante para comprender algunos aspectos de la subsistencia de los monasterios.

A continuación, afirma Alcina (p. 39), penetró la observancia olmedista en el monasterio florentino de santa María del santo Sepulcro, unido a la orden jerónima. Hay mucho que decir sobre la historia de esta casa y su incorporación ahora a la orden monástica de fray Lope.

Recordemos en primer lugar que Santa María del Santo Sepulcro había proporcionado a los jerónimos sus primeras constituciones, por orden del papa Gregorio XI, en 1373, cuando les otorgó la primera bula para erigir monasterios: en la bula Sane petitio o Salvatoris humani generis, del 15 de octubre de 1373 puede leerse que “el Papa, enterado (…) que después de haber vivido como ermitaños, querían hacer vida de perfección en estado cenobítico, les permite que continúen “en la vida eremítica o solitaria, sustentándoos de las limosnas de los fieles (…), os persuadimos a que recibáis la regla de san Agustín (…) en hábito según el rito, constituciones, ceremonias y observancias de los hermanos del monasterio de Santa María del Santo Sepulcro, de la orden del mismo San Agustín”.

Caymi explica “como los de San Pietro in Vincula, habiendo comprendido la santa forma de vida del P. Lope, también los monjes jerónimos de Santa María del Santo Sepulcro en Campora, cerca de Florencia, quisieron someterse a él y recibir de él las costumbres y estatutos monásticos (p. 160)”. Es curiosa la poca información de que dispone Caymi en relación a este monasterio, pues su historia y su relación con la orden de san Jerónimo, y no solamente con fray Lope de Olmedo, es harto larga y compleja. Afortunadamente, disponemos de información abundante en las cartas a Gomes Eanes y en un artículo de Laura Fenelli sobre los frescos del monasterio, que pasamos a exponer.

Entre las Cartas a Gomes Eanes que mencionamos recientemente, se hallan diversas misivas con datos muy interesantes con respecto a la incorporación de Santa Maria alle Campora o del Santo Sepulcro a la Orden de los Monjes Ermitaños de san Jerónimo de fray Lope de Olmedo:

o   La carta #32, con fecha 28/12/1425, de Bernardo de Úbeda, prior de San Pietro in Vincoli, a Salvi, prior del monasterio de Santa María alle Campora. Después de visitar este monasterio, Fernando reportó a fray Lope de Olmedo la situación decepcionante en que lo halló. Fernando censura al prior de Le Campora y le exhorta a seguir el liderazgo de fray Lope de Olmedo en la reforma de su comunidad, como otros ya han hecho. Si Salvi no se compromete a la Observancia, no se le pueden enviar monjes a su monasterio ni puede restaurarse la casa. Lope de Olmedo quiere enviar algunos hermanos a esa comunidad, y dos cardenales están siguiendo el asunto (Carrillo Albornoz y el cardenal de Santa Crocce).

o   En la carta #33, de Fernando de Úbeda, prior de san Pietro in Vincoli, a Gomes Eanes, con la misma fecha que la anterior, 28/12/1425, insiste en santa Maria alle Campora y la presencia jerónima en este monasterio. Las tempranas fechas de estas dos cartas muestran los movimientos previos al establecimiento de Lope en Santa María del Santo Sepulcro.

o   En la carta #66, del año 1426, fray Lope pide a Gomes Eanes que intervenga con respecto a Salvi para aconsejarle y recomendarle que se una a la observancia jerónima.

o   En la carta #74, del mismo año, fray Lope explica a Gomes Eanes cómo las cosas han cambiado a su favor en el asunto del monasterio de santa Maria alle Campora. Le envía al prior del monasterio de San Pietro in Vincula para que le hable sobre los jerónimos de Fiésole.

o   La carta #146, con fecha 20/1/1427, de Giovani de´ Marmoni a Salvi, es un informe del monje de Marmoni al prior de Le Campora sobre su experiencia siguiendo las prácticas reformadas de Lope de Olmedo, a quien se incorporó en el monasterio de san Alejo en Roma. Giovanni encontró que era una forma de vida divinamente inspirada y correcta, y exhorta a Salvi a adoptarla, asegurándole que los hermanos ancianos y enfermos tienen permitido comer carne. Pide a Salvi escribirle aclarando sus intenciones y asegurándole que él, Giovanni, puede unirse a su monasterio de Le Campora.

o   En la carta #165, con fecha 8/4/1427, Juan de Robles (citado como “de Robres”), colaborador cercano de fray Lope de Olmedo en sus iniciativas reformistas, escribe a Gomes Eanes, pidiéndole apoyo para los monjes enviados al monasterio de La Campora. Es interesante mencionar que en 1428 el mismo Juan de Robles se convertiría en prior de este monasterio, una vez incorporado a la orden monástica de fray Lope.

o   La carta #216, con fecha 28/12/1427, de Giovanni de´ Marmoni a Salvi, es una copia para Gomes Eanes de la carta de Marmoni al prior y hermanos de Santa María alle Campora, explica, como hizo en la carta #146, su experiencia con fray Lope de Olmedo en el monasterio de San Alejo. Se refiere a fray Lope como un hombre de buen trato y sabio, y le exhorta a unirse a la observancia jerónima.

Caymi afirma que “a estos Monasterios recién fundados o incorporados se les asignó por la gran mano del Papa Martín y otros benefactores una renta adecuada, que Lope aceptó con corazón agradecido para su sustento, rechazando siempre la abundancia y la superfluidad”, y menciona que “la iglesia suburbana de Santa Maria delle Campora, con el monasterio vecino, está actualmente en posesión de los monjes benedictinos de la Abadía de Florencia; sin embargo, aún se conservan en ella varias pinturas que representan a los monjes jerónimos con su hábito y a San Jerónimo vestido a su semejanza. En otro tiempo, el claustro estaba adornado por todas partes con imágenes de este tipo, pero como ha sido encalado varias veces, ya casi nada distingue a los ojos de los curiosos”.

Movida por la curiosidad respecto a la afirmación de que en el siglo XVIII el monasterio ya no pertenecía a la orden monástica fundada por fray Lope y al hecho de haber sido antes de su incorporación un monasterio de la “antigua observancia jerónima” y que, además, había proporcionado sus constituciones a los nuevos jerónimos españoles en 1373, indagué más sobre esta casa, hallando un valiosísimo artículo de Laura Fenelli, “Il Convento scomparso (el convento desaparecido): note per una ricostruzione del complesso fiorentino di Santa Maria al Sepolcro (Le Campora),  que se interesa sobre todo por los frescos murales y realiza una muy interesante introducción histórica del monasterio.

Parece ser que este monasterio fue fundado en el año 1334, cuando el anacoreta Bartolommeo Bononi da Pistoria obtuvo permiso del Papa Juan XXII para fundar un monasterio de monjes agustinos vestidos de gris en Florencia. Tras infructuosos intentos en el pueblo de San Donato a Scopeto, en 1355 los frailes obtuvieron permiso para reconstruir el convento en el pueblo de Sant´ Ilario, en la colina de Colombaia. Unos años más tarde, por obra del cardenal Pietro Corsini, el monasterio se convirtió por decisión papal en la casa madre de la Orden de San Jerónimo. ¿De qué fechas estamos hablando? ¿A qué “orden de san Jerónimo” se refiere, de todos los grupos bajo la advocación del santo que existían? Así lo explica Laura Fenelli: “la comunidad de Santa María del Santo Sepulcro, o como se la suele llamar en los documentos, Santa María de Le Campore, vivió su momento de máximo esplendor en la década de 1370, cuando dos ermitaños castellanos, Pedro Fernández Pecha (Pedro de Guadalajara) y su hermano Alfonso Pecha, deseando fundar un cenobio, obtuvieron del Papa Gregorio XI permiso para vivir según la regla de San Agustín de acuerdo con las constituciones de Le Campora. Fundamental en esta decisión, que proyectó al monasterio florentino en la escena internacional, colocándolo a la cabeza de la red de cenobios que los españoles estaban estableciendo en la Península Ibérica, fue el papel de Pietro Crosini: fue él quien sugirió la elección al papa y cambió así la historia del monasterio florentino durante algunos años”.

Tras el periodo de esplendor del monasterio en la década de 1370 – continúa Fenelli-, la situación cambió rápidamente: ya en los primeros años del siglo XV, el monasterio sólo contaba con cinco monjes y, en la década de 1420, el portugués Gómez Ferreira de Silva, abad de la Badia Fiorentina, intentaba comprar el edificio. Seguramente, este abad es Gomes Eanes, de quien hemos tratado extensamente en la anterior entrega. Afirma Fenelli que, “de hecho, gracias a su infatigable abad, el monasterio benedictino vivió una nueva y floreciente época de reformas, ligada a la renacida iniciativa observante. Cuando Gómez se convirtió en abad en 1419, inició un profundo proceso de renovación a la vez institucional, material y arquitectónica, destinado a remediar la decadencia del siglo XIV y una serie de acontecimientos catastróficos. Es en el contexto de estas ampliaciones donde se sitúan los primeros intentos de Gómez por adquirir el monasterio de Le Campora, para utilizarlo principalmente como residencia de verano de los monjes. El 19 de agosto de 1421, una comisión de once árbitros, entre los que se encontraban Ambrogio Travesari, Giovanni Giucciardini y Antoni di Tedice, se reunió con este fin. La venta se llevó a cabo y el 30 de agosto los monjes de la abadía tomaron formalmente posesión del convento ante la puerta. En esta fase, parece que no sólo los Jerónimos, sino también la familia de los Albizzi, apoyaban la venta”.

Sin embargo, las casas de la orden jerónima, especialmente San Pietro in Vincoli y Sant'Anna di Prato, que se habían unido a Le Campora en 1369, se opusieron firmemente a la compra por parte de los benedictinos, y fray Fernando de Úbeda, prior de San Pietro, comenzó un proceso en la curia papal contra el prior de Le Campora, fray Salvio, como responsable de la venta, proceso que contó con el apoyo del arzobispo Amerigo Corsini, oponente de Gómez. Pero el portugués aún tenía al Papa de su parte: el 3 de diciembre de 1421 Le Campora fue suprimido, con la única condición de que se encontrara una solución de alojamiento para los últimos monjes. A partir del 5 de enero de 1422, siete benedictinos comenzaron a vivir en el convento, mientras que fray Salvio, de acuerdo con Fernando de Úbeda, intentaba reintegrar a los jerónimos: se incoaronn dos procesos contra Gómez, uno por engañar a fray Salvio y otro por dañar Le Campora. El punto de inflexión llegó en 1423, cuando Giovanni de' Barbadori, próximo al antiguo prior jerónimo, con el apoyo político del que gozaba, facilitó que Fray Salvio ocupara quasi militarmente su antiguo convento y tomara posesión del monasterio por la noche, expulsando a los monjes benedictinos.

El benedictino Gómez / Gomes Eanes buscó apoyo en vano: el 24 de enero de 1424, en presencia de los dos procuradores, se pronunció la revocación definitiva de la unificación, pero condenando a Le Campora a pagar una multa. Sin embargo, la situación distaba mucho de ser estable: el monasterio de Santa Ana de Prato abrazaba la reforma observante promovida por el español Lope de Olmedo, pero en 1431, el abad benedictino compró Santa Ana a Le Campora. Dos datos muy importantes se desprenden de este breve párrafo: por una parte, la existencia de este monasterio de Santa Ana de Prato que se unió a la orden monástica de fray Lope y del cual no teníamos ninguna información hasta el momento, si bien parece ser que en 1431 fue comprado por Gomes Eanes y unido a su abadía benedictina. Por otra parte, el hecho de que la vida de Santa María del Santo Sepulcro en la orden de fray Lope fue muy breve: escribe Laura Fenelli que, por orden papal del 6 de noviembre de 1434, La Campora se suprime definitivamente y se une también a la Abadía benedictina de Florencia. Resulta interesante poder reseñar cronológicamente la disputa entre benedictinos y jerónimos observante por este histórico monasterio en Florencia.

Para finalizar, es necesario hacer énfasis en el hecho de que Santa María alle Campora no es fundamental en esta historia solamente por haber pasado a ser monasterio de la orden de fray Lope o por haber dado sus constituciones a los jerónimos de san Bartolomé de Lupiana en 1373, origen de la OSH en España; sino por estar en el centro del debate historiográfico e histórico de mediados del siglo XVIII sobre los verdaderos orígenes de la orden de san Jerónimo. Es sabido de hecho el papel de Alonso Fernández Pecha en la fundación de monasterios jerónimos en Italia, pero la mención a su hermano Pedro, fundador junto a Fernando Yáñez de Figueroa de la Orden de San Jerónimo en España, es una cuestión de suma importancia. Por supuesto, nada de esto menciona el cronista Sigüenza, y la investigación de este tema está fuera de nuestro campo de estudio. Lo que sí nos interesa es retener el hecho de que, como ocurrió ya con Castellazzo, Quarto y san Pedro ad Vincula, se trata de monasterios que habían pertenecido a la “antigua observancia jerónima española” y que habían quedado por alguna razón desligados de ella.

Se trata de un periodo histórico que no corresponde ya con los límites cronológicos y temáticos de nuestra investigación, pero al que pretendo hacer mención, por su interés, en las conclusiones de esta investigación. Por el momento, sí es interesante destacar la afirmación de Laura Fenelli de que, “según la crónica del siglo XIV, iniciada el 20 de junio de 1371 por Benedetto di Maestro Tedaldo, que ingresó en la orden en 1325 y fue prior durante varios años, la iglesia de Santa Maria al Sepolcro se construyó en 1348 como tercera y última sede de un grupo de monjes que llevaban una vida semi-religiosa (no reglada). No era, en esas fechas, una verdadera orden, sino sólo un grupo que llevaba una vida a la vez comunitaria y semi-eremítica: vivían en las afueras de la ciudad, intentando reproducir en la campiña florentina la experiencia de los padres del desierto”. Lo que está en juego aquí, de hecho, es el origen de la Orden de San Jerónimo española.

Con respecto a los monasterios con que llegó a contar la orden monástica en Italia, disponemos gracias a la Dra. Jessica Gritti de una lista de cierta antigüedad, localizada en el Archivo de Milán (ref. Archivio di Stato di Milano, Archivio generale del Fondo di Religione, 2384). Constatamos en estas dos últimas entregas que el monasterio de Agnano en Pisa, incorporado al parecer en 1425, y Santa Anna de Florencia no se encuentran incluidos en el recuento histórico; así que los añadimos, para continuar ampliando y reuniendo en un único documento la información sobre fray Lope de Olmedo y su obra monástica.

*Imagen: vista aérea de Santa María alle Campora, o del Santo Sepulcro.

 

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