(XXVI) 1426: La Orden de los Monjes Ermitaños de san Jerónimo recibe el monasterio de San Alejo y san Bonifacio en Roma

Fray Lope había regresado a la diócesis de Sevilla en algún momento de 1425 e imaginamos que se trasladó a su monasterio recién fundado en la sierra de Cazalla. En el camino de regreso, como vimos, había incorporado, por voluntad del papa Martín V, los monasterios de san Jerónimo de Castellazzo (Milán) y Quarto (Génova) a su nuevo instituto monástico.

En abril 1426, el cardenal Alfonso Carrillo Albornoz llamó a Lope de nuevo a Roma por orden de Martín V.

Dom Norberto Caymi, en el tercer libro de su obra, dedicado a la orden de fray Lope en Italia, indica en el capítulo II cómo fray Lope habría recibido una cuarta bula del papa Colonna, en la que “el papa de nuevo aprueba la congregación como verdadero y monástico instituto que profesaron san Jerónimo y sus discípulos. Autorizaba a todos los jerónimos a pasarse a ella y concedía a fray Lope toda suerte de facultades para dispensar, castigar y absolver a sus subordinados. Ya en abril de 1426, cuando Lope acudió a Roma respondiendo a la llamada del papa, le fue otorgada una quinta bula, que “le autorizaba para agregar libremente a su congregación monasterios de cualquier orden, fundar y erigir nuevas casas y hasta corregir y censurar a cualquier religioso de todo instituto que llevase el nombre de san Jerónimo. De este modo venía a confirmar las anexiones de monasterios llevadas a cabo por fray Lope en 1425, mientras se dirigía a España”.

En estos momentos de la investigación no dispongo de las dos citadas bulas, si bien conozco la referencia del fondo documental en el Archivo Apostólico Vaticano que recoge documentos de la orden de fray Lope bajo el nombre Girolamini (dell´Osservanza) en la que espero hallar estos y otros documentos. Por lo pronto, con la información que facilita Caymi nos basta para avanzar con el relato de la vida de fray Lope en estos años.

Hasta aquí, hemos podido analizar brevemente los tres primeros monasterios de fray Lope: uno de nueva construcción en la diócesis de Sevilla, según sus ideas monásticas, San Jerónimo de Acela; y dos incorporaciones de comunidades ya existentes, en las que Lope nombra prior a un monje de su instituto y dota al monasterio de sus Estatutos, Ordinario y Constituciones, como son los casos de Castellazzo y Quarto. El cuarto monasterio en incorporarse a la orden de fray Lope, considerado como su primera fundación italiana por no basarse sobre una comunidad existente, fue el histórico lugar de San Alejo y San Bonifacio en el monte Aventino, Roma.

Imaginamos que debió tratarse de un hito importante para la naciente orden, aunque no exento de controversia ante los muchos detractores con que contaba Lope. Por una parte, fiel a vivir el carisma de san Jerónimo y sus monjes en Belén, fray Lope plantaba una pica en un lugar muy cercano al antiguo palacio de santa Marcela, discípula de san Jerónimo en el siglo IV, donde san Jerónimo creó un selecto grupo de estudios bíblicos con matronas romanas y en el que conoció a Santa Paula y otras santas mujeres que partirían después con él hacia Tierra Santa. Por otra parte, no se trataba de un lugar pequeño y pobre en el yermo, como Lope pretendía que fuesen las casas de su orden. Veremos en breve la defensa al respecto que hace Caymi.

El sitio de San Alejo y San Bonifacio era un monasterio con mucha historia; durante el siglo X convivieron en él benedictinos latinos y basilios griegos; y en el siglo XIII fueron sustituidos los monjes por canónigos regulares premonstratenses. Estos tuvieron que ceder ahora, a su vez, el edificio a los jerónimos de la Observancia. Era abad comendatario de san Alejo el cardenal Alfonso Carillo de Albornoz, admirador y protector de fray Lope de Olmedo.

Dom Norberto Caymi narra el proceso con detalle: el cardenal de San Eustaquio, Alfonso Carrillo, como comendatario del monasterio, veía con preocupación cómo, al estar habitado por canónigos de la Orden Premonstratense que se había reducido en número, y su antigua disciplina había decaído, mermando el antiguo esplendor de este lugar al que acudían numerosos peregrinos, procedentes de todas partes, confiado como estaba al cuidado del templo y del monasterio, creyó su deber velar por ello. Por esta razón, juzgó oportuno que los premostratenses abandonaran el monasterio y éste fuera cedido a la nueva orden monástica de fray Lope de Olmedo, de la que Martín V le había nombrado cardenal protector.

Caymi narra que el Cardenal Comendador se dirigió al Pontífice Martín V, le hizo saber la situación en que se hallaban los premostratenses y su idea de que fueran reemplazados por los jerónimos de fray Lope y obtuvo una respuesta favorable del Papa, como se desprende del Diploma (bula; la quinta) enviado por él en forma de carta el 27 de abril de 1426: “Quum ituque sicut nobis exhíbita nuper pro parte tua petitio continebat, tu provide attenteque considerans, quod Monasterium SS: Bonifattii & Alexii de Urbe Pramostratensis Ordinis sub Regula S. Augustini constitutum, quod in Comendam ex dispensatione Sedis Apostolica obtines a longis retroactis temporibus personis in regulari observantia viventibus caruit, et eodem cultu penitus quasi remansit destitutum. Et propterea pro cultus et religiones hujusmodi inibi propagatione felici Monasterium ipsum... dilectis filiis Lopo de Olmeto Praposito Generali et ejus successoribus, aliusque Monachis et professoribus ordinis Monachorum Eremitarum S: HIeronymi sub dicta Regula S. Augustini viventibus, de sua sub debita regulari observantia vita devota laudabiliter commendatis, pro eorum usu et habitatione perpetuis concedi et depurari concupiscas, pro parte tua nobis fuit humiliter supplicatum, ut in pramissis tuo propósito benignè annuere, aliasque opportune providere de beignitate apostolica dignaretur. Nos igitur et c. Bull. 8 Injuctum nobis”.

En fuerza de este Diploma, los Premostratenses tuvieron que ceder el Monasterio y la iglesia de San Alejo con todas sus pertenencias al Venerable Lope y a sus religiosos. “Estos últimos – narra Caymi -, en la medida de sus posibilidades, se trasladaron a aquella morada, y antes de entrar en la iglesia, dieron afectuosas gracias a Dios y a los santos de aquella iglesia por haber conseguido un lugar tan digno para su cobijo. Inmediatamente pasaron de la iglesia al monasterio, donde, habiéndose adaptado de la manera más conveniente a su instituto monástico, se propusieron la observancia de aquellas leyes que practicaban los monasterios fundados antes en España, sin aflojar el rigor de las mismas.

Al parecer, Lope se quedó por un año residiendo en San Alejo, convertido en la casa madre de su nueva orden monástica. Caymi explica cómo “entretanto, nuestro Venerable vivía con su Familia religiosa, que aumentaba cada día más, completamente ocupado en el cultivo de su nuevo jardín, ansioso de volver a arrancar continuamente las más excelsas y firmes virtudes monásticas”. Y afirma entonces: “Que nadie piense nunca que, al fijar su residencia dentro de las murallas de Roma, abandonó la soledad monástica y contravino una de sus máximas fundamentales de mantener siempre el monasterio fuera de la ciudad, en lugares solitarios. Pues dado que el monasterio de San Alejo está situado en la cima de una alta colina, que es el Aventino, un lugar alejado de la población y deshabitado, no puede decirse con razón que Lope haya violado ninguna de sus principales leyes. Y tanto más si reflexionamos que la elección de tal lugar se hizo con permiso papal, y de acuerdo con la intención totalmente loable del cardenal Carrillo Albornoz, tan preocupado por el establecimiento en Roma de los nuevos Jerónimos. Por otra parte, muy celoso de mantener la soledad, Lope dictó leyes muy estrictas sobre la clausura del Monasterio; y entre otras, que los Monjes no podían salir del Claustro, salvo por razones muy importantes y urgentes, las cuales, una vez satisfechas, regresarían inmediatamente al lugar de donde habían venido (Statuta Antiqua, cap. 15). Los monjes Jerónimos fueron pronto admirados por toda la ciudad, que mostraba hacia ellos la mayor estima y veneración, como hacia los demás hombres; y más aún hacia Lope, que fue siempre el parangón de todos ellos, y era capaz de reflejar en sí mismo, como en un espejo, toda la observancia monástica con tanta claridad que hasta los más diligentes que le admiraban se sentían estimulados por ella”.

Sobre la implantación de los jerónimos de Lope de Olmedo en el cenobio de San Alejo y San Bonifacio existe interesante documentación de mediados del siglo XVIII en las obras escritas por Dom Felice Maria Nerini, abad general de la orden monástica de fray Lope en los mismos años en que Norberto Caymi escribió la biografía de éste, principalmente “De templo et coenobio sanctorum Bonifacii et Alexii histórica monumenta”. Aquí hallamos algunos de los nombres de los monjes que acompañaban a fray Lope en el momento de la fundación de la comunidad en el Aventino, reflejado en el Libro de contratos del monasterio de san Alejo, donde se indica que fray Lope tomó posesión de san Alejo acompañado de ocho monjes españoles (citado por G. Galassi Paluzzi, L´Istituto di Studi Romani, Roma, 1940, 5ª edición, página 168). Los firmantes del primer contrato-arriendo de tierras y viñas pertenecientes a san Alejo, con fecha del 13 de septiembre de 1426, son los siguientes: fray Lope de Olmedo, fray Juan de Robles, fray Martín de Puente Viejo, fray Alejo de Turuégano, fray Lope de Portugal y fray Juan de Jerez. Vemos que no hay ocho nombres en esta lista y, más importante, que parecen todos españoles, excepto un portugués. Para 1427 veremos, sin embargo, cómo la Orden creció rápidamente y se internacionalizó, acudiendo a ella vocaciones de los más diversos puntos de Europa.

Especialmente importante es también la mención en el contrato de arriendo del monasterio a que éste debe tener las rentas suficientes para sostener “certum numerum monachorum et fratrum convrsorum ac oblatorum et familiarium comensalium ad divinum cultum et servitium monasterii”, pues debe evitarse a toda costa tener que mendigar, “quod monachis debet ese alienum” (nota #86, Archivo de los Clérigos Regulares de Somasca, Fondo de los monjes Jerónimos de San Alejo, Libro de Contratos A2. Transcripción de 1746. Contrato de 13 de septiembre de 1426, folios 1 a 10). Nótese el cambio respecto a la cuestión de la mendicidad para la subsistencia de los monjes: mientras que en la primera bula otorgada por Martín V a fray Lope para San Jerónimo de Acela, en Cazalla de la Sierra, se permitía a los monjes mendigar, dos años después la condición para la erección de la casa es que ésta cuente con suficientes rentas, puesto que ya no se permite a los monjes mendigar. No sabemos por el momento, a falta de un estudio en profundidad de las Constituciones de la orden monástica de fray Lope de Olmedo, si esta condición aplicaba a todos los monasterios o solamente a los italianos.

Cabe remarcar la importancia que comenzaba a cobrar la nueva orden jerónima de fray Lope con la incorporación de un monasterio como san Alejo, así como la importancia cardenal Carrillo Albornoz en la implantación y expansión de la orden de Lope en Italia.

*Imagen: Ilustración de la iglesia del monasterio de San Bonifacio y San Alejo en el Monte Aventino, Roma.

 

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