(XXV) 1425: Comienza la expansión de la Orden de Monjes Ermitaños de san Jerónimo de fray Lope de Olmedo en Italia: los monasterios de Castellazzo (Milán) y Quarto (Génova)
El mismo año de 1425, mientras
emprendía el viaje de retorno desde Roma hacia Sevilla, fray Lope anexionó a su
orden monástica dos significativos monasterios: San Jerónimo de Castellazzo, extramuros de Milán, y Quarto, en Génova. Veamos qué tenían de
particular estos dos monasterios.
Al respecto, Lorenzo Alcina, en su artículo
en la revista Yermo en 1964 explica que “San
Jerónimo de Castellazo era un monasterio fundado en 1401 por el
duque de Milán, Giovanni Galeazzo Visconti, y su primer prior había sido fray Jerónimo de España; perteneciente a la
“antigua observancia jerónima. Castellazzo se unió a la congregación de
fray Lope de Olmedo el 22 de febrero de 1425. Es de notar que fray Lope rechazó
las ofertas de dinero que le hizo el duque de Milán, pues deseaba que sus monasterios fueran pobres, y dejó de prior a fray
Álvaro de España. Por su parte, Dom Norberto Caymi narra en el libro tercero de
su biografía de 1754 de Lope de Olmedo, dedicado a la orden en Italia, sobre
los orígenes de este monasterio a las afueras de Milán que “un Monasterio
dedicado al glorioso nombre de San Jerónimo[1]
floreció en los tiempos de que hablo, muy cerca de la Ciudad de Milán, en un
pequeño lugar llamado Castellazzo[2].
Los Monjes Jerónimos de España
vinieron a vivir allí en el año de Nuestro Señor de 1401, gracias a la generosidad
del vizconde Giovanni Galeazzo, primer Duque de aquella Ciudad. El Príncipe,
con un espíritu verdaderamente piadoso y generoso, construyó el Monasterio, y
lo enriqueció con una considerable cantidad de dinero y considerables
privilegios, y se lo dio a estos Religiosos, que, aunque lejanos, eran muy
cariñosos y devotos. El verdadero Fundador
de este Monasterio[3] (aunque
por cualquier título se le puede considerar al Duque Giovanni Galeazzo) fue un tal Padre Dom Jerónimo de España de
nacionalidad española. Conocido como hombre de sabiduría religiosa, pureza de
costumbres y otras raras prerrogativas, fue elegido para esta empresa y fue el
primero en gobernar el Monasterio”.
Y continúa Caymi: “verdaderamente,
su liderazgo combinado con el buen ejemplo fue tan eficaz que todo en aquel
claustro rezumaba modestia, austeridad y penitencia. Por esta razón, la ciudad
vecina, viendo a estos monjes crecer cada vez más en santidad y justicia ante
Dios, todos se movieron a venerarlos como ángeles a semejanza humana (…). Estos
gentiles Siervos de Dios, deseosos de mejorar su condición, ya que podían
hacerlo fácilmente siguiendo las huellas de su propio Padre y Protector, decidieron unirse al Venerable Lope,
cuyas raras virtudes conocían bastante bien, y abrazar su instituto monástico. Sin embargo, antes de llevar a cabo
su sabia decisión, conscientes de sus obligaciones con el duque Filippo Maria
Visconte, digno hijo y sucesor de Giovanni Galeazzo, a quien reconocían todo su
bien temporal, quisieron hablar con él y esperar su aprobación y
consentimiento. El amantísimo Príncipe agradeció mucho tal testimonio de
gratitud, y alabando infinitamente la santa intención, consintió en que se
cumpliese, añadiendo que él mismo, cuando la necesidad lo exigiese, les habría
abierto la mano para alcanzar más rápidamente lo que anhelaban. Cuando Lope comprendió el deseo de estos
devotos monjes, decidió complacerlos y ligarse a ellos con un doble vínculo de
obediencia y caridad, como razonablemente creía, cuando fue a España. Así,
en el corto transcurso de unos treinta años, el claustro se convirtió en un
seminario de santos[4], para
gran honor de nuestra Orden y de sus ilustres parientes, de los que nacieron la
mayoría de ellos. Esta fue la razón por la que algunos personajes, deseando de
alguna manera participar de esa vida angélica y vivir bajo la dirección de esos
maestros de penitencia, lejos de los
romances del siglo, eligieron este lugar como su hogar[5].
Explica dom Caymi que, “cuando
entró en el Monasterio de Castellazzo, llenó de inexplicable alegría a todos
aquellos religiosos que se vieron en condiciones de poder mirarle de cerca,
cuyas prerrogativas sólo habían admirado de lejos. No en vano, en su presencia,
por orden del Padre Antonio di Brebbia, que en aquel momento ejercía de
Superior, se convocó el Capítulo en la Iglesia el 22 de febrero, jueves de 1425. Allí, con el mismo consentimiento, se hizo profesión solemne por todos los
reunidos[6], que
consistió en la promesa de observar fielmente y para siempre todas las Constituciones ya aprobadas por el Papa Martín V, y
de obedecer todo lo que había sido ordenado por él en sus Bulas para los monjes
Jerónimos”.
Es interesante, a la par que bello,
leer las propias palabras de Caymi, repletas de celo y amor a su instituto
monástico y su fundador: “Aquí, durante su estancia, Lope sostuvo a menudo a
estos Solitarios en discursos familiares sobre la vida y costumbres del Santo Padre Jerónimo, insinuándoles con
modales dulces y suaves, y exhortándoles a continuar constantemente en el
abrazado y santísimo Instituto, sin
ceder nunca a los rigores del arrepentimiento iniciado; seguro de que las agudas espinas de la
mortificación producirían algún día en ellos las dulcísimas rosas de la
bienaventuranza[7]. Estas
palabras fueron tan poderosas y encendieron de tal manera los corazones de los
monjes, que sus rostros brillaron con un espíritu ardiente, y estaban
dispuestos a seguir lo que se les inspiraba. No hubo uno de ellos que,
enamorado de la recompensa prometida, no suspirara inmanentemente por ella y
exclamara con el Apóstol: Anhelo ser descargado para resucitar a Cristo.
Llevado todo esto a próspero fin, resolvió el Venerable Lope ir a ver al Duque
Felipe María, pues había oído que estaba ansioso de verle y conocerle. Este
Príncipe, que en nada era inferior a su Padre en piedad cristiana, y en
ardiente devoción al Padre San Jerónimo y a sus verdaderos seguidores (“i suoi veri seguaci”, p. 140) le
recibió con vivas muestras de reverencia y amor; y escuchó con regocijo lo que
había seguido, gracias a él, para mayor gloria de Dios, y del propio San
Jerónimo en el Monasterio de Castellazzo. Luego, deseoso de que Lope y sus
seguidores se dieran cuenta de su liberalidad, con un corazón verdaderamente
magnánimo, aumentó muchas propiedades en el Monasterio, para que los monjes,
provistos de todo, estuvieran en mejores condiciones de cultivar la observancia
religiosa. Pero el Venerable Lope, que
comprendía muy bien que demasiadas riquezas, en vez de traer provecho, acarrean
perjuicios a los Monasterios, con espíritu igualmente generoso se las negó,
diciendo que le agradecía mucho su heroico acto de caridad; y que le rogaba al
mismo tiempo que no llenara a su familia
con tantos bienes, que sólo podían ponerla en peligro de ruina espiritual.
También le hizo notar que las rentas de los monjes de Castellazzo bastaban para
mantener a doce de ellos, y que
aumentarlas era perturbar e inquietar aún más las almas de aquellos a quienes
estaba destinada la administración[8].
Con esta heroica negativa, Lope aumentó enormemente su estima y dejó a los
monjes un ejemplo vivo de desprecio
generoso por las riquezas, algo ciertamente raro en nuestros tiempos, no sé
si por falta de dadores o de receptores”.
Retengamos dos datos importantes:
1) San Jerónimo de Castellazzo había sido fundado por jerónimos de la “antigua
observancia española” y su primer prior era español; y 2) en todo momento al
hablar del nuevo instituto monástico de fray Lope, Caymi se refiere a él como “los
verdaderos jerónimos”, como hemos visto aquí: “el Padre San Jerónimo y sus
verdaderos seguidores”.
Sobre por qué este monasterio solicitó
a Lope que lo incorporase a su orden, la Dra. Jessica Gritti, de la Università
Cattolica del Sacro Cuore, comentaba en comunicación personal por correo electrónico
el 5 de diciembre de 2020 que, “durante
el siglo XV en Lombardía hubo un gran fenómeno religioso, llamado Osservanze
(Observancia). Esto interesó a más o menos a todas las órdenes religiosas y
fue promovido y ayudado por los duques Sforza, porque la duquesa Bianca María
era una mujer muy devota. Así que creo que la orden recibió atención directamente de los
duques y esta es la razón por la que en Lombardía se encuentra un gran
desarrollo y uno menor en otras partes de Italia”.
Dos nuevos datos muy interesantes a
tener en cuenta en las palabras de la Dra. Gritti: 1) la expansión de la orden
de fray Lope en Italia está asociada al movimiento
observante, del que ya hablamos hace un tiempo,
reforma en el interior de las órdenes monásticas consistente en retornar a los
orígenes de su carisma; y 2) Castellazzo fue la primera incorporación de fray
Lope en Italia, en Milán, región de la Lombardía donde, como observa la Dra.
Gritti, el instituto iba a conocer una significativa expansión.
·
Una vez anexionado
San Jerónimo de Castellazzo en Milán, a su paso por Génova fray Lope incorporó
a su orden el monasterio de Quarto.
Al respecto, indica Dom Norberto
Caymi que “(fray Lope) partió,
poniéndose en camino hacia la parte de Génova. En sus dominios existía un
lugar llamado Quarto, así llamado
probablemente porque distaba quizá cuatro millas de la ciudad, en el que había un Monasterio de Jerónimos[9]
fundado tiempo atrás por D. Alfonso Pecha de Guadalajara, Obispo de Jaén, uno de los primeros fundadores de la Orden
de San Jerónimo de España”.
Muy interesante respecto a los
orígenes del monasterio de san Jerónimo de Quarto, es una aportación
divulgativa de la Universidad de Génova que amplía los datos ofrecidos
por Caymi,
en que podemos leer que “la Iglesia nació
tras el gran Cisma de Occidente, cuando
el rey de Castilla y León, Juan I, partidario del antipapa Clemente VII, castigó
con el destierro a todos los súbditos fieles a Urbano VI. La congregación
religiosa de los Ermitaños de San Jerónimo, originaria de la diócesis de Valencia, en España, y
observadora de la regla agustiniana, rechazó la obediencia al antipapa y prefirió
abandonar su patria. Los religiosos españoles desembarcaron en Génova y se
reunieron con el hermano de su fundador, el obispo Alfonso Pecha; Junto con
Alfonso se dirigieron al papa Urbano VI, pidiendo poder construir un monasterio
dedicado a San Jerónimo. Con el “breve” del 5 de agosto de 1383, el Papa les
concedió el permiso. El 8 de diciembre de 1383 los “romiti” (ermitaños) compraron
el terreno en el que se construiría el monasterio, es decir la colina de
Quarto. Los religiosos iniciaron inmediatamente las obras del monasterio, que
finalizaron en marzo de 1387. La comunidad eligió entonces a su primer prior,
el Padre Sancho. Sin embargo, murió muy pronto, quedando la comunidad reducida
a sólo dos religiosos, el hermano Alfonso y el hermano Inocencio. Preocupado
por el futuro del monasterio, el obispo español se dirigió a la comunidad
benedictina de Monte Oliveto, cerca de Siena, que aceptó asumir la
responsabilidad del monasterio de Quarto y envió algunos monjes. En junio de
1388, durante las celebraciones del Corpus Christi, siete monjes olivetanos,
guiados por el prior Fray Nicolò da Pisano, dieron vida a una nueva comunidad.
Mientras tanto Alfonso enfermó y murió el 19 de agosto del mismo año. La vida
monástica se reanudó activamente en 1389,
gracias a la llegada de otros doce hermanos. Ya desde los primeros años los
nuevos monjes iniciaron las obras de restauración y ampliación del monasterio”.
Llegados a 1425, continúa Caymi, “nuestro Lope fue a este Monasterio
invitado por estos piadosos Religiosos, pero impulsado por un deseo muy ferviente de reducir su antiguo
Instituto a su antigua gloria. Al llegar allí, reunió a todos los monjes,
que se alegraron desmesuradamente de su llegada, y discutió con ellos el nuevo modo de vida que iban a emprender.
Y aunque a primera vista la forma de
vida propuesta les pareció muy difícil e incómoda, él pudo demostrarles que
era muy fácil y sencilla, qué él mismo practicaba[10].
Por lo tanto, ninguna regla o ley tiene dificultad en ser autentificada por el
ejemplo del Superior, que es el primero en observar lo que impone a sus
súbditos. Habiendo tomado todo lo necesario para este fin, el Venerable Lope entregó a los nuevos Candidatos la Cogulla, prescribiéndoles
las Constituciones, que debían practicar en el futuro, y recibiendo de
ellos, como prenda de un vínculo indisoluble, la solemne promesa de observancia
perpetua. Finalmente, habiéndoles
animado a perseverar en su promesa, y habiéndoles mostrado que sólo esto
coronaba todas las acciones generosas, que toda dificultad se apartaba de la
buena obra, y que todo esfuerzo se hacía fácil y dulce, partió; dejándoles con
la paz y la bendición de Dios, y con la firme esperanza de formar parte un día
de su herencia”.
Detengámonos brevemente en las
observaciones más interesantes para nuestro propósito que realiza Caymi: 1)
Afirma que Quarto era un “monasterio de jerónimos españoles”; 2) que su
fundador era Don Alonso Fernández Pecha, uno de los fundadores de los jerónimos.
Es curioso, puesto que la historiografía oficial jerónima nunca le ha tenido
por tal, sino solamente a su hermano, fray Pedro Fernández Pecha, fundador,
junto con Fernando Yáñez de Figueroa, fundadores de la OSH en 1373. De Don Alonso
sólo se sabe por las crónicas jerónimas que marchó a Italia y acompañó a santa
Brígida. 3) Como veremos seguidamente, y en estrecha relación con el segundo
punto, con Don Alonso Fernández Pecha entramos en la espinosa cuestión de las
obediencias durante el gran Cisma de Occidente y cómo afectó a la Orden de San
Jerónimo en sus primeras fundaciones.
¿Eran Quarto y Castellazzo, entonces, monasterios fundado por jerónimos
españoles? ¿Cómo es posible, si fray José de Sigüenza ensalza la OSH como una orden
orgullosa y solamente española? Esta incógnita sólo pudo ser resuelta con
la publicación del libro basado en la tesis doctoral de Ángel Fuentes Ortiz “Nuevos espacios de memoria en la Castilla
Trastámara” en el año 2021. Como ya vimos al tratar de los orígenes de la Orden de San Jerónimo en España,
el Dr. Fuentes Ortiz narra cómo “el camino hacia la sistematización y centralización de
la OSH no resultó en absoluto sencillo”
(Fuentes Ortiz, pág 28). El sustrato del que bebían sus primeras comunidades
era precisamente el del eremitismo y la heterodoxia, y como no podía ser de
otra manera, la institucionalización de un sentimiento religioso “disidente”
por antonomasia dio como resultado algunos
experimentos fallidos, como los diferentes monasterios jerónimos que por
motivos dispares no pasaron de una etapa embrionaria: unos cenobios que en la
práctica han desaparecido del discurso historiográfico, pues su existencia ha
sido convenientemente borrada de las
crónicas”.
Al presentar los que el autor denomina “los cenobios olvidados” de la Orden de San
Jerónimo en España (OSH, Ordi Sancti Hieronymi), Fuentes Ortiz trata sobre san Gerolamo (o san Jerónimo) di Quarto
(Génova): explica el autor que en “la
causa de deshacerse de algunos de los primeros monasterios” (p. 43) hay que
buscar “la sombra de los Trastámara:
el cronista fray José de Sigüenza, que dedicó un capítulo entero de su Historia a “La causa de deshazerse” de
“algunos monasterios que tuvo al principio esta religión” (Sigüenza, 2000:
212), guardó sin embargo un conveniente silencio sobre San Girolamo di Quarto y
Santa María de Aniago. Como adelantaba Elías Tormo, quizá a la OSH no le
interesaban monasterios lejanos, de difícil fiscalización (Tormo, 1919: 30).
Probablemente tampoco quería dejar
constancia escrita de aquellas comunidades que habían resultado especialmente
díscolas”.
Al tratar en detalle los
extraños casos de Quarto y Santa María de Aniago, explica Fuentes Ortiz que
“uno de los experimentos fallidos
iniciales fue la internacionalización de la orden, que a la postre habría
de quedar circunscrita únicamente a la península ibérica, en palabras de Sigüenza,
“porque tuvieron siempre consideración de que esta religión no saliese de
España” (Sigüenza, 200: 108). José de Sigüenza, tan preciso en otras ocasiones,
se muestra titubeante al tratar de evocar la historia del cenobio genovés de
San Girolamo di Quarto. Tan solo nos ofrece unas pinceladas sobre su existencia
dadas al hilo de la biografía de Alfonso Fernández Pecha: “No sabemos después
de esto con claridad qué hizo don Alfonso ni adonde fue, solo hay noticia de
que vino a Génova y que en aquella ciudad edificó un monasterio de la Orden de
San Jerónimo… Dice el Padre Fray Pedro de la Vega (Vega, 1539: 18) … que para
la fundación del monasterio de Génova llevó don Alfonso religiosos de España.
No dice de dónde, mas es fácil atinar porque no había más de dos casas
jerónimas en Castilla a esas alturas, la de san Bartolomé de Lupiana y la de
Sisla de Toledo. Tampoco dice cuántos fueron ni con qué hacienda fundó el
monasterio, ni qué se hizo o en qué paró: descuido de nuestros padres digno de
culparse siempre si no lo excusase la intención pura y el poco cuidado de las
cosas…” (Sigüenza, 2000: 107). En efecto, todo se vuelven interrogantes para el
Padre Sigüenza al intentar recomponer la historia del misterioso monasterio de Quarto.
Es necesario para resolver este asunto – continúa el Dr.
Fuentes Ortiz - recurrir a fuentes italianas, las cuales aportan
algunas noticias interesantes sobre la fundación genovesa. Si bien Secondo
Lancellotti (dep 1643) consideró erróneamente a su fundador, Alfonso Pecha,
como “un obispo de Génova” (Lancellotti, 1623: 171), Ferdinando Ughelli (dep
1670) nos indica acertadamente que fue el prelado hispano quien obtuvo el 7 de
agosto de 1383 la facultad del papa
Urbano VI para crear a las afueras de la ciudad un monasterio bajo el título de
san Jerónimo (Torelli, 1680: 212). Para tal empresa, consta que el 18 de
diciembre del mismo año el obispo aportó 1.100 libras destinadas a la compra de
la propiedad de San Genesio en la villa de Quarto (Lancellotti, 1623: 171).
Siguiendo a los mismos autores, aún es posible concretar que el monasterio,
dependiente de la diócesis de Génova, contó con una reliquia del “dedo de santa
Brígida” (Lancellotti, 1623: 171), y que el prior de la congregación no fue
Alfonso Pecha, sino un tal Sancho (Torelli, 1680: 2012). También que finalmente
la comunidad hubo de disolverse a la
muerte de su prior en 1388 por decisión del obispo de Jaén (Lancellotti,
1623: 171; Lugano, 1972), no sin antes haber pedido ayuda a sus hermanos
españoles, los cuales hicieron caso omiso a las súplicas de los monjes
genoveses (Sigüenza, 2000: 107). Hasta aquí la historia del monasterio de
Quarto podría resumirse como otro conato de fundación jerónima en Italia, un
malogrado ejemplo.
Sin embargo, la breve historia del monasterio genovés
toma un cariz extraordinariamente relevante en el relato de la Orden Jerónima
al confrontarse con el texto de su bula fundacional, la cual fue transcrita en
1680 por el historiador agustino Luigi Torelli (bula transcrita nota #43 pág
31). Una bula que narra la sorprendente
historia de unos monjes que huyeron de Castilla a Génova como consecuencia de
su negativa a reconocer la obediencia a Aviñón, una vez que ésta fue
impuesta por Juan I tras su definitiva adhesión a la causa de Clemente VII – el
cual aparece mencionado en el manuscrito como “Antipapa Roberto.
Queda claro que los dos primeros
monasterios que se anexiona fray Lope son comúnmente referidos en las fuentes
como de la “antigua observancia española”, cómo en su momento formaron parte de la muy temprana proyección
internacional de la orden, que no prosperaron como parte de la orden española
pero no se extinguieron y que, pocas décadas después, se incorporaron al nuevo
instituto monástico jeronimiano de fray Lope de Olmedo.
Para finalizar, consideremos
brevemente que, situados aún en un momento muy temprano de la fundación
monástica de fray Lope de Olmedo (la bula de institución, Piis votis fidelium,
recordemos, es del 7 de agosto de 1424), tanto el cardenal protector de la
Orden, Carrillo Albornoz, como el pontífice Martín V, continúan emitiendo documentos con el fin de legitimar,
consolidar y expandir esta nueva obra monástica. El cardenal otorgó tres
documentos ese año al nuevo instituto, según Norberto Caymi; el primero
confirmaba todos sus privilegios y le otorgaba los que poseía la orden jerónima
española; el segundo concedía a fray Lope y a sus sucesores categoría,
privilegios y autoridad de penitenciarios menores de la curia romana; el
tercero les daba facultades para hacer ordenar a sus monjes por mano de cualquier
obispo.
[1]
El Monasterio de S. Jerónimo de Castellazzo, para mejor proveer a la salud y a
la comodidad de los monjes, fue llevado a aquella vaga estructura, en la que
hoy lo vemos, por obra del P. Abad Marliani, que todavía dignamente lo preside
y que amablemente me ha suministrado muchas noticias pertenecientes a esta
historia: una persona que, combinando el esplendor de su nacimiento con el
ejercicio de sus vivas dotes, supo abrir las puertas a los más distinguidos
dignatarios de nuestra Congregación.
[2]
Azzo Visconte fue quien pidió que el castillo se llamara Castellazzo.
[3]
Las noticias relativas a la fundación del monasterio de S. Jerónimo de
Castellazzo se recogen en el Instrumento de Donación realizado en 1401 el 24 de
junio, que se une a otro documento realizado para la donación de tierras al
mismo monasterio el mismo año, el 7 de noviembre, ambos concedidos por la
benevolencia del duque Giovanni Galeazzo. Estas donaciones fueron confirmadas
posteriormente por su hijo Filippo Maria el 26 de julio de 1413. Todo esto
puede verse en un extenso Diploma del Archivo del mismo Monasterio de
Castellazzo, que comienza: Philippus Maria Anglus Dux Mediolani, Veronae, ac
Papiae, Angliaeque Comes, visis instrumentis tenoris infrascripti & c.
[4]
Entre los muchos Monjes, que se distinguieron por su santidad en el Monasterio
de Castellazzo, y que son celebrados por varios Escritores, y en particular por
nuestros Padres D. Pio Rossi (Vit. Ital. del Venerabil Lupo lib. 3 pag. 323) y
D. Pietro Lupo. Pietro Crescenzio (Fiori Monast.) conde Jacopo Occhioni
fallecido el 17 de septiembre de 1490. Modesto Ferrari murió el 28 de octubre de
1503. Costanzo Cazzaniga murió en 1475. Gabriele Moni, Sebastiano Cusani, Innocenzo da Bergamo, Cirillo Bascapè,
Isidoro da Milano, Felice Visconti, Leone Caccia, Giorgio Seroni, Ambrogio
Occhioni, Benigno Grassi, Girolamo Vagliani, Gregorio Cristiani, y Silvano, primero
secretario de los Duques de Milán, luego nuestro converso. De ellos
cinco, a saber, Cirillo Bascapè, Gabriele Monti, Giorgio Seroni, Leone Caccia y
Modesto Ferrari son mencionados en el Catálogo milanés de la Crónica de
Moriggia, y tomados por Carisio bajo el título de Beati. Véanse las antiguas
Escrituras y Pinturas, que aún se utilizan en el Monasterio de Castellazo, y el
antiguo Manual de esa Iglesia.
[5]
Francesco Pizzolpasso, noble boloñés y arzobispo de Milán, se retiró al
monasterio de Castellazzo, donde murió en 1441, tras haber llevado una vida de
dura penitencia, siguiendo el ejemplo de estos monjes, y ordenó que se le
enterrara allí, donde había vivido santamente. Moriggia Cron. di Milano lib. 2 cap. 2, Besozzi Pontif. Milan. ann. 1443. Gaspare
Bombaci Memor. Sac. de Bolonia p. 125.
[6] El acto solemne de esta profesión,
o Convención, que comienza: “In nomine Domini Amen, Anno Nativitatis eiusdem
Millesimo quadrigentesimo vigésimo quinto indictione tertia die Jovis vigésimo
secundo Mensis februarii in Monasterio S. Hieronymi proè Mediolanum, videlicet
in Ecclesia … de Mandato Fratris Antonii de Breppia sub prioris &c. con
quello che segue, nominandosi gli altri monaci, che furon presenti, servasi in
autentica forma registrato da pubblico notajo nell´Archivio medesimo di S.
Girolamo di Castellazzo.
[7] Rossi vit. Ital. lib. 4 pag. 326
[8]
Las cosas que pasaron entre el Duque de Milán y el Venerable Lope se conservan
en los antiguos papeles del Archivo del Monasterio de Castellazzo, de los
cuales, como de otros, he dejado aquí el texto, para no causar más molestias al
copiarlos a quienes tanto me habían favorecido.
[9]
Caymi anota que en el Castillo de Quarto existe un Monasterio de los Monjes
Olivetanos, llamado san Jerónimo, donde a pesar de la gran diligencia empleada,
no ha sido posible encontrar ningún documento a nuestro favor sobre su
fundación. Sin embargo, sin temor a incurrir en el estigma de ser demasiado
atrevido, creo poder afirmar, sin temor a serlo demasiado, que éste fue el
Monasterio agregado al suyo por el Venerable Lope, sobre todo con la ayuda de
lo que se encuentra en nuestro Archivo de Castellazzo, o de lo que Giustiniani
escribe sobre él en el Libro 6 de la Historia de Génova, cap. 275
[10]
Escrituras antiguas del monasterio de Castellazzo.
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