(XXIII) 1425: Fray Lope en Roma y expansión en Italia de su orden monástica


Afirma Lorenzo Alcina siguiendo a Norberto Caymi que “en abril de 1426, fray Lope estaba de nuevo en Roma. Le había llamado el cardenal Albornoz por orden de Martín V. A fines del mismo mes de abril, una bula pontificia le autorizaba para agregar libremente a su Congregación monasterios de cualquier orden, fundar y erigir nuevas casas y hasta corregir y censurar a cualquier religioso de todo instituto que llevara el nombre de san Jerónimo. De este modo venía esta bula a confirmar las anexiones de monasterios llevadas a cabo por fray Lope en 1425, mientras se dirigía a España. En efecto, al pasar por Milán, acogió en su congregación a los monjes de San Jerónimo de Castellazo (…). En el mismo viaje, a su paso por Génova, incorporó a la congregación el cenobio de Quarto (…). Además, fundó fray Lope su primer monasterio italiano en un lugar privilegiado: al regresar de España a Roma, instaló su congregación en el sitio mismo en que Santa Paula y San Jerónimo habían empezado de algún modo a realizar sus sueños ascéticos, que iban a cuajar en los monasterios de Belén: el Aventino, en el monasterio de san Alejo y san Bonifacio”.

Alcina proporciona gran cantidad de información en un solo párrafo que necesita ser analizada cuidadosamente.

En primer lugar, fray Lope de Olmedo, habiendo erigido el eremitorio de san Jerónimo de Acela en los remotos montes de la Sierra de Cazalla en la diócesis de Sevilla, acude a Roma llamado por el papa. Cuando comencé esta investigación, uno de los interrogantes a resolver era de quién había sido la iniciativa de la fundación de la orden monástica de fray Lope y de su expansión en Italia que, como veremos, es significativa. La hipótesis que formulé entonces, en 2020, era que el papa había tenido más iniciativa de la que le atribuían los cronistas jerónimos españoles, que ponían todo el peso de la fundación de esta orden en fray Lope de Olmedo.

Tiempo después pude confirmar la hipótesis leyendo a don Norberto Caymi, quien afirma sin ambages, apoyándose en la biografía que Pío Rossi había escrito un siglo antes, que la iniciativa de la expansión en Italia fue del pontífice Martín V. En la página 131 de su Vita dell venerabile Lupo d´Olmeto, afirma Caymi: “Bastò il domandarlo affinche colui, che era tutto impegnato a colmarlo di benefizi, subitamente alla domanda ne consentisse”.  

Así pues, tenemos en primer lugar que fray Lope había propuesto al papa la fundación de una orden monástica que restaurase el monacato según lo había vivido san Jerónimo con sus monjes en Belén y había recibido permiso en 1424 para erigir san Jerónimo la Cella y 4 eremitorios más. Dos años después, sin embargo, el Papa proponía a Lope extender su nueva orden en Italia.

Las fechas, como suele ser habitual en la biografía de Lope, son confusas. Alcina afirma en el párrafo que hemos transcrito que en 1425 ya se había anexionado los monasterios de Castellazo en Milán y Quarto en Génova, mientras regresaba desde Roma a España, y que, en 1426, en un nuevo viaje a encontrarse con el pontífice, había incorporado a su orden nada menos que el monasterio de San Alejo y san Bonifacio en el monte Aventino, en Roma.

Vamos a detenernos en tres cuestiones: 1) la política de reforma de las órdenes religiosas de Martín V, 2) la reacción de la orden de san Jerónimo en España a la fundación monástica de Lope y 3) las particularidades de los monasterios que fray Lope anexiona a su nueva orden.

1.-Martín V y la reforma de las órdenes religiosas

Dado su retiro a un eremitorio pequeño, pobre y alejado de grandes ciudades, podemos pensar que fray Lope tuviera intención de acabar allí sus días. Sin embargo, acudió a la llamada del papa, siempre dispuesto a obedecer a la Iglesia.

Una tarea necesaria para comprender los años que restan a la vida de Lope (traspasó en 1433) es la de emplear fuentes y bibliografía que no han tendido a utilizarse al tratar de este monje que tanta controversia generó en la orden jerónima. En efecto, a Lope se le ha solido estudiar siempre en relación a la OSH y desde fuentes jerónimas, atribuyendo a su ambición la fundación de su orden monástica y a su amistad con Martín V la obtención de privilegios.

Sin embargo, al acercarnos a otro tipo de fuentes y bibliografía no consultadas para comprender la fundación monástica de Lope, enseguida nos damos cuenta del empeño y prioridad que dio Martín V a la reforma de las órdenes religiosas, en el contexto de fin de un largo y doloroso cisma en el que se enmarca su pontificado. Martín V apoyó a un gran número de reformadores de diversas órdenes religiosas para dar un nuevo impulso a la vida consagrada tras el cisma y la decadencia del siglo anterior.

Llegados a este punto, emerge una cuestión aún más interesante y que no se ha puesto nunca en relación con el apoyo de Martín V a la reforma monástica que pretendió fray Lope de Olmedo: este pontífice no fue el primero que pretendió la unión de los diversos grupos que tenían por patrón a san Jerónimo. Los autores Mónica Bocchetta y Jesús Folgado, a quienes no he visto mencionados en ningún estudio relativos a fray Lope de Olmedo, dan las claves de comprensión a estos hechos.

La Dra. Mónica Bocchetta, de la Università di Macerata, plantea la necesidad de ampliar la cronología de actuación de los papas en relación a la orden de san Jerónimo en los reinos ibéricos y en la península itálica. Llevando a cabo esta ampliación cronológica y espacial, podemos observar, como afirma la Dra. Mónica Bocchetta, que se dieron con anterioridad y posterioridad a Martín V y fray Lope iniciativas fracasadas de los distintos papas para construir un solo instituto jerónimo que unificara a todos los movimientos bajo esta advocación. El primero fue Gregorio XI, desde tan temprano como 1373, el año de la primera bula, cuando ya existían en Italia diferentes movimientos de ermitaños jerónimos – como vimos en su momento – además de los grupos castellanos, aragoneses y portugueses. La Dra. Bocchetta cita la siguiente fuente para respaldar su afirmación: “Sobre el fallido proyecto de unir los movimientos eremíticos de Gregorio XI (1373- 1374) y sobre los planes de Martín V, véase Alessandro Galuzzi, Eremiti di san Gerolamo dell'Osservanza, DIP, IV, col. 1207; Linage Conde, Hiéronymites cit., col. 407-408 y Pierantonio Piatti, Martino V e la riforma degli Ordini Mendicanti. Prospettive di ricerca, en Martino V Genazzano, el pontífice, la idealidad Estudios en honor de Walter Brandmüller, editado por Pierantonio Piatti - Rocco Ronzani, Centro culturale Agostiniano Roma nel Rinascimento, 2009, p. 19-52.

Hasta el momento, yo sólo he podido por el momento consultar una de las fuentes citadas, sin encontrar información sobre este plan de Gregorio XI. Pero es muy interesante seguir leyendo a esta académica cuando afirma que Martín V intentó retomar la iniciativa mediante la Orden de fray Lope. De hecho, Martín V, desde el inicio de su pontificado en 1417, tras el largo y profundo Gran Cisma de Occidente, fue favorable a los procesos de reforma interna en el interior de las órdenes religiosas. Afirma Bocchetta en su obra “Biblioteche scomparse. Le librerie claustrali degli eremiti del beato Pietro da Pisa” que “la generosidad de Martín V ocultó en realidad un plan de reorganización que se reveló pocos años después, cuando en 1428, tomando en mano el dibujo inconcluso de Gregorio XI, propugnó una gran unión de todos los movimientos ermitaños inspirados en S. Jerónimo. Pero, al igual que su predecesor, los planes de Martín V no tuvieron éxito, ya que se encontraron con una fuerte resistencia por parte de los propios ermitaños llamados a causa.

Así pues, fray Lope y su nueva orden monástica habrían sido el instrumento pensado por Martín V para unificar todos los institutos bajo la advocación de san Jerónimo. Proyecto que, como afirma la Dra. Bocchetta y tendremos ocasión de ver, fracasó en 1428.

En esta misma línea incide el sacerdote Jesús Folgado en un artículo publicado en 2012 en la revista Iacobus (“Nacimiento y expansión de los Jerónimos y su relación con la Dinastía Trastámara”, Iacobus: revista de estudios jacobeos y medievales, nº 31-32, pp. 141-162): Folgado afirma que “la intención de la Orden de fray Lope era congregar bajo ella a todos los movimientos jerónimos, colocándosela como cabeza de una institución teórica en la que pudieran entrar todos los grupos que llevarán el apelativo de jerónimos”. En 1428, afirma Folgado – y tendremos ocasión de estudiarlo en detalle - Olmedo intentó que los jerónimos españoles entraran en la nueva gran familia, siendo infructuoso su propósito”.

Tras los fracasados intentos de Gregorio XI y Martín V, el mismo cronista jerónimo Sigüenza narra cómo, en 1452, un nuevo acontecimiento turbó a la orden de San Jerónimo, cuando el Papa Nicolás V llamó a los monjes españoles al convocar un Capítulo General en Roma creando una nueva Orden de San Jerónimo que unificara todos los institutos que estaban bajo el patrocinio del santo asceta. De nuevo, el intento fracasó, al no estar de acuerdo los diferentes grupos en una fusión.

Volviendo a Martín V y fray Lope, la Dra. Monica Bocchetta afirma que Martín V había sido muy generoso con los ermitaños pobres de Gambacorta – un movimiento numeroso bajo la advocación de san Jerónimo-, a los que había conocido cuando aprobó la primera forma vitae de la ermita de Montebello, y les concedió en 1421 la exención de la jurisdicción y el control de los inquisidores, afirmando la sumisión directa al pontífice y al obispo local. Sin embargo, afirma Bocchetta, “la generosidad de Martín V ocultaba en realidad un plan de reorganización que se hizo patente unos años más tarde, cuando en 1428, retomando el diseño inacabado de Gregorio XI, propugnó una gran unión de todos los movimientos eremíticos inspirados en San Jerónimo”. La cuestión que podemos plantearnos es, puesto que Martín V conocía bien a los ermitaños jerónimos de Gambacorta de sus años como obispo, por qué su intento de unión entre jerónimos no incluyó a estos ni a los jesuatos ni a los de Fiésole, sino que, al parecer, sólo se trataba de que los jerónimos españoles fueran absorbidos por la orden monástica de Lope.

En una comunicación personal por correo electrónico, respondiendo a esta cuestión, la Dra. Bocchetta, muy generosamente, indicó que ella consideraba que, sobre la base de las decisiones del IV Concilio de Letrán (1215), no era posible dar origen a nuevas estructuras religiosas a menos que siguieran una regla de entre las ya aprobadas, y ello para evitar la proliferación de estructuras religiosas incontroladas. Así pues, los distintos movimientos religiosos que surgieron en los siglos siguientes tuvieron que adoptar una, pero esto no condujo a la unidad de los movimientos. En el caso de los grupos eremíticos inspirados por san Jerónimo, se produjo precisamente una multiplicación de grupos religiosos que, en efecto, creó confusión incluso en la gestión de las relaciones con la sede pontificia. El problema era siempre el mismo: comprobar que las familias religiosas se ajustaban a las normas y reglas ortodoxas reconocidas para evitar escándalos, cismas y herejías. Dicho esto, el proyecto de Martín V tuvo éxito -en mi opinión- con las congregaciones más pequeñas, es decir, las que tenían pocos hermanos y carecían de un líder fuerte y carismático. La fuerza de la Congregación del Beato Pedro de Pisa fue su capacidad para incorporar estas pequeñas experiencias que -francamente- no tenían una sólida tradición o figura de referencia detrás. No así con los jerónimos españoles, y menos aún con fray Lope, personaje de indudable calado”.

Parece pues que, abandonado el proyecto de unificar a todos los movimientos bajo la advocación de san Jerónimo en España e Italia por ser algunos de ellos demasiado fuertes para aceptar tal fusión, Martín V se propuso que la orden de fray Lope incorporase, al menos, casas independientes que reconocían a san Jerónimo como patrón.

Veamos acto seguido la reacción de los jerónimos españoles y las primeras casas con las que Lope comenzó ya en 1425 y 1426 su expansión en Italia, que revelarán detalles sorprendentes que han permanecido ocultos en la historiografía que podemos llamar oficial de la Orden de San Jerónimo.

*Imagen: San Jerónimo en el Scriptorium (circa 1490)

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