Afirma Lorenzo Alcina siguiendo a Norberto Caymi que “en abril de 1426, fray Lope estaba de nuevo en Roma. Le había llamado el cardenal Albornoz por orden de Martín V. A fines del mismo mes de abril, una bula pontificia le autorizaba para agregar libremente a su Congregación monasterios de cualquier orden, fundar y erigir nuevas casas y hasta corregir y censurar a cualquier religioso de todo instituto que llevara el nombre de san Jerónimo. De este modo venía esta bula a confirmar las anexiones de monasterios llevadas a cabo por fray Lope en 1425, mientras se dirigía a España. En efecto, al pasar por Milán, acogió en su congregación a los monjes de San Jerónimo de Castellazo (…). En el mismo viaje, a su paso por Génova, incorporó a la congregación el cenobio de Quarto (…). Además, fundó fray Lope su primer monasterio italiano en un lugar privilegiado: al regresar de España a Roma, instaló su congregación en el sitio mismo en que Santa Paula y San Jerónimo habían empezado de algún modo a realizar sus sueños ascéticos, que iban a cuajar en los monasterios de Belén: el Aventino, en el monasterio de san Alejo y san Bonifacio”.
Alcina proporciona gran cantidad de
información en un solo párrafo que necesita ser analizada cuidadosamente.
En primer lugar, fray Lope de Olmedo,
habiendo erigido el eremitorio de san Jerónimo de Acela en los remotos montes
de la Sierra de Cazalla en la diócesis de Sevilla, acude a Roma llamado por el
papa. Cuando comencé esta investigación, uno de los interrogantes a resolver
era de quién había sido la iniciativa de
la fundación de la orden monástica de fray Lope y de su expansión en Italia
que, como veremos, es significativa. La hipótesis que formulé entonces, en
2020, era que el papa había tenido más iniciativa de la que le atribuían los
cronistas jerónimos españoles, que ponían todo el peso de la fundación de esta
orden en fray Lope de Olmedo.
Tiempo después pude confirmar la
hipótesis leyendo a don Norberto Caymi, quien afirma sin ambages, apoyándose en
la biografía que Pío Rossi había escrito un siglo antes, que la iniciativa de la expansión en Italia fue
del pontífice Martín V. En la página 131 de su
Vita dell venerabile Lupo d´Olmeto, afirma Caymi: “Bastò il domandarlo
affinche colui, che era tutto impegnato a colmarlo di benefizi,
subitamente alla domanda ne consentisse”.
Así pues, tenemos en primer lugar que
fray Lope había propuesto al papa la fundación de una orden monástica que
restaurase el monacato según lo había vivido san Jerónimo con sus monjes en
Belén y había recibido permiso en 1424 para erigir san Jerónimo la Cella y 4
eremitorios más. Dos años después, sin embargo, el Papa proponía a Lope
extender su nueva orden en Italia.
Las fechas, como suele ser habitual en
la biografía de Lope, son confusas. Alcina afirma en el párrafo que hemos
transcrito que en 1425 ya se había anexionado los monasterios de Castellazo en
Milán y Quarto en Génova, mientras regresaba desde Roma a España, y que, en
1426, en un nuevo viaje a encontrarse con el pontífice, había incorporado a su
orden nada menos que el monasterio de San Alejo y san Bonifacio en el monte
Aventino, en Roma.
Vamos a detenernos en tres cuestiones:
1) la política de reforma de las órdenes religiosas de Martín V, 2) la reacción
de la orden de san Jerónimo en España a la fundación monástica de Lope y 3) las
particularidades de los monasterios que fray Lope anexiona a su nueva orden.
1.-Martín V y la reforma de las
órdenes religiosas
Dado su retiro a un eremitorio
pequeño, pobre y alejado de grandes ciudades, podemos pensar que fray Lope
tuviera intención de acabar allí sus días. Sin embargo, acudió a la llamada del
papa, siempre dispuesto a obedecer a la Iglesia.
Una tarea necesaria para comprender
los años que restan a la vida de Lope (traspasó en 1433) es la de emplear
fuentes y bibliografía que no han tendido a utilizarse al tratar de este monje
que tanta controversia generó en la orden jerónima. En efecto, a Lope se le ha
solido estudiar siempre en relación a la OSH y desde fuentes jerónimas,
atribuyendo a su ambición la fundación de su orden monástica y a su amistad con
Martín V la obtención de privilegios.
Sin embargo, al acercarnos a otro tipo
de fuentes y bibliografía no consultadas para comprender la fundación monástica
de Lope, enseguida nos damos cuenta del empeño
y prioridad que dio Martín V a la reforma de las órdenes religiosas, en el
contexto de fin de un largo y doloroso cisma en el que se enmarca su
pontificado. Martín V apoyó a un gran número de reformadores de diversas
órdenes religiosas para dar un nuevo impulso a la vida consagrada tras el cisma
y la decadencia del siglo anterior.
Llegados a este punto, emerge una
cuestión aún más interesante y que no se ha puesto nunca en relación con el
apoyo de Martín V a la reforma monástica que pretendió fray Lope de Olmedo:
este pontífice no fue el primero que pretendió la unión de los diversos grupos que tenían por patrón a san Jerónimo.
Los autores Mónica Bocchetta y Jesús Folgado, a quienes no he visto mencionados
en ningún estudio relativos a fray Lope de Olmedo, dan las claves de
comprensión a estos hechos.
La Dra. Mónica
Bocchetta, de la Università di Macerata, plantea la necesidad de ampliar la cronología de actuación de los papas en
relación a la orden de san Jerónimo en los reinos ibéricos y en la península
itálica. Llevando a cabo esta ampliación cronológica y espacial, podemos observar, como afirma la Dra. Mónica Bocchetta, que se dieron con anterioridad y posterioridad
a Martín V y fray Lope iniciativas fracasadas de los distintos papas para
construir un solo instituto jerónimo que unificara a todos los movimientos bajo
esta advocación. El primero fue Gregorio XI, desde tan temprano como 1373,
el año de la primera bula, cuando ya existían en Italia diferentes movimientos
de ermitaños jerónimos – como vimos en su momento – además de los grupos
castellanos, aragoneses y portugueses. La Dra. Bocchetta cita la siguiente
fuente para respaldar su afirmación: “Sobre el fallido proyecto de unir los
movimientos eremíticos de Gregorio XI (1373- 1374) y sobre los planes de Martín
V, véase Alessandro Galuzzi, Eremiti di san Gerolamo dell'Osservanza, DIP, IV,
col. 1207; Linage Conde, Hiéronymites cit., col. 407-408 y Pierantonio Piatti,
Martino V e la riforma degli Ordini Mendicanti. Prospettive di ricerca, en
Martino V Genazzano, el pontífice, la idealidad Estudios en honor de Walter
Brandmüller, editado por Pierantonio Piatti - Rocco Ronzani, Centro culturale
Agostiniano Roma nel Rinascimento, 2009, p. 19-52.
Hasta el momento, yo sólo he podido por el momento consultar una de
las fuentes citadas, sin encontrar información sobre este plan de Gregorio XI. Pero es muy interesante
seguir leyendo a esta académica cuando afirma que Martín V intentó retomar la iniciativa mediante la Orden de fray Lope.
De hecho, Martín V, desde el inicio de su pontificado en 1417, tras el
largo y profundo Gran Cisma de Occidente, fue favorable a los procesos de
reforma interna en el interior de las órdenes religiosas. Afirma Bocchetta en su obra
“Biblioteche scomparse. Le librerie claustrali degli eremiti del beato Pietro
da Pisa” que “la generosidad de Martín V ocultó en realidad un plan de
reorganización que se reveló pocos años después, cuando en 1428, tomando
en mano el dibujo inconcluso de Gregorio XI, propugnó una gran unión
de todos los movimientos ermitaños inspirados en S. Jerónimo”. Pero, al
igual que su predecesor, los planes de Martín V no tuvieron éxito, ya que se
encontraron con una fuerte resistencia por parte de los propios ermitaños
llamados a causa.
Así pues, fray Lope y su nueva orden monástica habrían sido el
instrumento pensado por Martín V para unificar todos los institutos bajo la
advocación de san Jerónimo. Proyecto que, como afirma la Dra. Bocchetta y
tendremos ocasión de ver, fracasó en 1428.
En esta misma línea incide el sacerdote Jesús Folgado en un artículo publicado
en 2012 en la revista Iacobus (“Nacimiento
y expansión de los Jerónimos y su relación con la Dinastía Trastámara”,
Iacobus: revista de estudios jacobeos y medievales, nº 31-32, pp. 141-162):
Folgado afirma que “la intención de la
Orden de fray Lope era congregar bajo ella a todos los movimientos jerónimos,
colocándosela como cabeza de una
institución teórica en la que pudieran entrar todos los grupos que llevarán el
apelativo de jerónimos”. En 1428, afirma Folgado – y tendremos ocasión de
estudiarlo en detalle - Olmedo intentó que los jerónimos españoles entraran en
la nueva gran familia, siendo infructuoso su propósito”.
Tras los fracasados intentos de Gregorio XI y Martín V, el mismo
cronista jerónimo Sigüenza narra cómo, en 1452, un nuevo acontecimiento turbó a
la orden de San Jerónimo, cuando el Papa Nicolás
V llamó a los monjes españoles al convocar un Capítulo General en Roma creando
una nueva Orden de San Jerónimo que unificara todos los institutos que estaban
bajo el patrocinio del santo asceta. De nuevo, el intento fracasó, al no
estar de acuerdo los diferentes grupos en una fusión.
Volviendo a Martín V y fray Lope, la Dra. Monica Bocchetta afirma que
Martín V había sido muy generoso con los ermitaños pobres de Gambacorta – un
movimiento numeroso bajo la advocación de san Jerónimo-, a los que había
conocido cuando aprobó la primera forma vitae de la ermita de Montebello, y les
concedió en 1421 la exención de la jurisdicción y el control de los
inquisidores, afirmando la sumisión directa al pontífice y al obispo local. Sin
embargo, afirma Bocchetta, “la generosidad de Martín V ocultaba en realidad un
plan de reorganización que se hizo patente unos años más tarde, cuando en 1428,
retomando el diseño inacabado de Gregorio XI, propugnó una gran unión de todos
los movimientos eremíticos inspirados en San Jerónimo”. La cuestión que podemos
plantearnos es, puesto que Martín V conocía bien a los ermitaños jerónimos de
Gambacorta de sus años como obispo, por qué su intento de unión entre jerónimos
no incluyó a estos ni a los jesuatos ni a los de Fiésole, sino que, al parecer, sólo se trataba de que los
jerónimos españoles fueran absorbidos por la orden monástica de Lope.
En una comunicación personal por correo electrónico, respondiendo a
esta cuestión, la Dra. Bocchetta, muy generosamente, indicó que ella
consideraba que, sobre la base de las decisiones del IV Concilio de Letrán
(1215), no era posible dar origen a nuevas estructuras religiosas a menos que
siguieran una regla de entre las ya aprobadas, y ello para evitar la
proliferación de estructuras religiosas incontroladas. Así pues, los distintos
movimientos religiosos que surgieron en los siglos siguientes tuvieron que
adoptar una, pero esto no condujo a la unidad de los movimientos. En el caso de
los grupos eremíticos inspirados por san Jerónimo, se produjo precisamente una
multiplicación de grupos religiosos que, en efecto, creó confusión incluso en
la gestión de las relaciones con la sede pontificia. El problema era siempre el mismo: comprobar que las familias religiosas
se ajustaban a las normas y reglas ortodoxas reconocidas para evitar
escándalos, cismas y herejías. Dicho
esto, el proyecto de Martín V tuvo éxito -en mi opinión- con las congregaciones
más pequeñas, es decir, las que tenían pocos hermanos y carecían de un líder
fuerte y carismático. La fuerza de la Congregación del Beato Pedro de Pisa
fue su capacidad para incorporar estas pequeñas experiencias que -francamente-
no tenían una sólida tradición o figura de referencia detrás. No así con los
jerónimos españoles, y menos aún con fray Lope, personaje de indudable calado”.
Parece pues que, abandonado el proyecto de unificar a todos los
movimientos bajo la advocación de san Jerónimo en España e Italia por ser
algunos de ellos demasiado fuertes para aceptar tal fusión, Martín V se propuso
que la orden de fray Lope incorporase, al menos, casas independientes que
reconocían a san Jerónimo como patrón.
Veamos acto seguido la reacción de los jerónimos españoles y las
primeras casas con las que Lope comenzó ya en 1425 y 1426 su expansión en
Italia, que revelarán detalles sorprendentes que han permanecido ocultos en la
historiografía que podemos llamar oficial de la Orden de San Jerónimo.
*Imagen: San Jerónimo en el Scriptorium (circa
1490)
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