*El
movimiento “observante”
Se suele considerar que el siglo XIV fue de gran crisis en la sociedad y
en la Iglesia, marcado por la peste negra de 1348 y el gran Cisma de Occidente,
que llevó a la relajación en la vida religiosa. La religiosidad se volvió más
personal, la piedad, más interior y la devoción, más sentida. Son los tiempos
de la devotio moderna. Grandes cambios están teniendo lugar en el campo de las
ideas y de la espiritualidad, que pondrán fin a la Edad Media y darán comienzo
a la Modernidad, no sólo como periodos temporales, sino como categorías de
pensamiento.
En este contexto, las quejas sobre el declive de la vida religiosa
estaban muy extendidas tanto en las órdenes mendicantes como en las monásticas
y comenzaron movimientos de reforma de manera independiente en las diferentes
órdenes en toda Europa. Las reformas que posteriormente se conocerán como
“observantes” comienzan como un movimiento reformador en Italia en la segunda
mitad del siglo XIV. Se trata de
intentos de reforma destinados a corregir los abusos y a renovar la disciplina,
proponiendo el retorno a la observancia de la regla original: la reforma consiste en renovar la vida
religiosa volviendo a los orígenes, como muy bien ha afirmado Pol
Bridgewater.
Cronológicamente, el movimiento observante
como paradigma se sitúa aproximadamente entre 1388 y 1520. Se trata de un
periodo socialmente convulso en el que la Observancia
se presenta como un movimiento reformista de religiosos regulares que reclaman
el retorno a la «primera observancia» de la regla, explica el portal “Observer
l´Observance” (https://observance.hypotheses.org/), que recoge estudios
académicos sobre movimientos observantes, con el fin de comparar y cuestionar
diferentes puntos de vista historiográficos, con un enfoque internacional e
interdisciplinar.
El profesor James D. Mixson, de la Universidad de Alabama, es mi gran
referente en los estudios sobre el movimiento observante, puesto que su
dedicación principal es el destacar líneas generales a partir de los estudios
de caso realizados por otros investigadores. Ha sido además muy generoso a la
hora de responder a mis preguntas sobre la observancia y la propuesta
reformista de fray Lope de Olmedo. En su artículo “Vida religiosa y reforma
observante en el siglo XV” (History Compass, 2013, vol 11 número 3), el Dr.
Mixson plantea cómo “en toda Europa después de 1400, los llamamientos a la
reforma resonaron en las filas de casi todas las órdenes religiosas
importantes. Surgieron y arraigaron de forma independiente, de maneras tan
diversas como el propio paisaje religioso y político bajomedieval, aunque
también compartieron una serie de objetivos y características comunes.
Conocidos colectivamente como el Movimiento Observante, estos esfuerzos de
reforma produjeron algunas de las figuras religiosas más importantes de la Edad
Media (Catalina de Siena y Savonarola, Bernardino de Siena y Juan de
Capistrano, Jiménez de Cisneros, Tomás de Kempen, incluso el joven fraile
observante Martín Lutero). También reflejaron e inspiraron mucho de lo que
llegó a ser fundamental en la religión y la cultura bajomedievales”.
Afirma Mixson que “el periodo de las llamadas reformas observantes fue
mucho más dinámico de lo que pensó tradicionalmente la historiografía sobre el
declive de la vida religiosa en los últimos siglos de la Edad Media”. “Lo más
impresionante – continúa - fue la oleada
de iniciativas observantes en las órdenes mendicantes, y en particular en la
orden franciscana. Las reformas observantes entre los ermitaños agustinos
comenzaron en el eremitorio de Lecceto, cerca de Siena, en 1385, y pronto
dieron lugar a la primera congregación agustina observante. Hasta la década de
1460, la difusión de las reformas observantes dominicas moderadas fue un
fenómeno muy dirigido y moderadamente exitoso, sin conceder mucha autonomía
específica a las casas observantes. La congregación de la reforma de Letrán
tuvo su primer impacto en Italia, pero pronto influyó en muchas casas de
canónigos regulares de Europa central y oriental, especialmente en Polonia. La
injerencia de los observantes en la vida religiosa de los laicos fue
significativa para el conjunto de la sociedad bajomedieval.
Las consideraciones del profesor Mixson abren paso a
planteamientos realmente interesantes, como la conexión de la Observancia con
el humanismo y los vínculos entre la reforma observante y las historias
posteriores de la llamada Reforma protestante, sobre los que espero que, en
relación a la espiritualidad de fray Lope de Olmedo, tendremos ocasión de
tratar más adelante.
Sobre la “Reformatio”, decía Raimundo de Capua, primer general de los dominicos
que promovió la reforma (1380 - 1399): «la palabra reforma en sentido propio
significa que un objeto vuelve a tomar la forma que tenía antes. Así que cuando
hablo de la reforma de nuestra Orden no puedo pensar en una mejor manera de
llevarla a cabo que mirando a la Roca de la que fuimos tallados y a la Cantera
de la que fuimos excavados: a saber, a ese Abraham «padre de muchos pueblos»,
el Beato Domingo que es nuestro padre a través del Espíritu Santo, y a esa
Sara, nuestra Santa Orden que es nuestra madre» (Los reformadores dominicos de
la segunda generación, como Johannes Nider, también definieron reformacio como
la “introducción renovada de una forma perdida”).... Para Raymond y sus
seguidores, la reforma significaba un retorno a la observancia de la regla
agustiniana y las constituciones tal y como los primeros dominicos las habían
escrito y seguido. Como muestra la definición de reformatio de Raymond, los
observantes tenían el ímpetu de mirar hacia atrás, hacia ese pasado en el que
sus reglas habían nacido y supuestamente se habían observado plenamente. Por lo
tanto, los observantes creían que eran los verdaderos herederos de la orden
dominica, y utilizaron la historia para probar esa afirmación.
No fue un periodo sereno y de reformas voluntarias en muchas casas, sino
convulso y cargado de historias violentas, en la que los observantes impusieron
su narrativa, exponiendo a los monasterios que no se reformaron como
“relajados”.
En Castilla, tal como afirma resumidamente Lorenzo Alcina (Yermo, 1964),
“tenemos en esta época bastantes congregaciones de observancia. En el
monasterio de san Benito de Valladolid, fundado en 1390 por Juan I de Castilla,
se guardaba estricta y perpetua clausura, hasta el punto de tener una mandadera
y poner rejas en los locutorios; el monasterio vallisoletano se convirtió en
centro y cabeza de una Observancia benedictina. También los dominicos tuvieron
su Congregación de Observancia, creada por el beato Álvaro de Córdoba hacia
1423 en el convento de Scalaceli. Bastante antes, en 1403, fray Pedro de
Villacreces iniciaba en el convento de La Salceda (Alcarria) una observancia
franciscana, después de asesorarse con el prior de los jerónimos de Guadalupe”.
*“Fuga”
de monjes jerónimos a congregaciones observantes
Como
tuvimos ya ocasión de ver, la reacción de los jerónimos a la propuesta de Lope
fue de un rechazo casi unánime, alegando que su estilo de vida no se había
deformado ni relajado desde la fundación en 1373.
Sin
embargo, consta el “goteo” de monjes jerónimos que abandonaban los monasterios
para dirigirse a casas con un régimen de vida más austero y penitente.
El mismo
Lorenzo Alcina, en su narración de fundaciones observantes en los reinos
peninsulares afirma que “de la misma orden de san Jerónimo procedía fray Martín
de Vargas, quien, habiendo sido jerónimo entre 1411 y 1418 en la abadía de
Piedra (Aragón), logró autorización del papa Martín V en 1425 para fundar la
congregación cisterciense de la Observancia”. La cuestión es algo confusa,
puesto que, al respecto del mismo monje, afirma Sophie Coussemacker que “se
hizo dominico después de 1418”.
También
había sido jerónimo fray Juan de la Puebla (1453 – 1495), fundador de una
reforma de la Observancia franciscana, en la que ingresó más tarde Pedro de
Alcántara.
Si bien
estamos nombrando solamente dos casos, uno de los cuales es coetáneo y el otro,
posterior a fray Lope, no debieron ser ni mucho menos los únicos, puesto que el
fenómeno obligó primero al papa Luna a dirigir una bula fechada el 11 de
noviembre de 1417 en que “da comisión y facultad a los Ordinarios para que
restituyan a los monasterios jerónimos los monjes que sin licencia y grave y
justa causa se pasaran a otras religiones” (conservada en el archivo del
Palacio Real con la referencia AGP leg 1680, transcrita y traducida por
Josemaría Revuelta). Sólo cinco años más tarde, el papa Martín V dirigió una
bula a los jerónimos firmada el 10 de marzo de
1422, “por la cual el papa prohíbe que ningún monje jerónimo se pase a otra
cualquier orden, aunque sea más estrecha, sin licencia de la Santa Sede (AGP
1680). Es el periodo en que los autores discuten sobre la marcha de Lope a la
Cartuja y el retorno a la OSH, “sin ningún tipo de licencia”, como afirmaba
Sigüenza.
*¿Estaba
proponiendo fray Lope una reforma “observante”?
Lorenzo
Alcina considera que “en este ambiente denso de observancias maduró fray Lope
de Olmedo su ideología monástica y reformadora”.
En su obra
“Epílogo sobre san Jerónimo” afirma fray Lope: "Como
algunos de los dichos hermanos, y con ellos yo, indigno, osáramos denunciar que
por todas las gentes eramos conocidos como de la Orden de San Jerónimo, y que
la Orden que encabezó San Jerónimo fue monacal, cuyas características
sustanciales son cuatro, esto es, vivir en un lugar desierto, abstenerse de las
carnes para domar la carne, fortalecer el espíritu mediante la oración y la
contemplación, y llevar una cogulla por hábito; características todas que los
dichos hermanos no cumplen desde el principio de su creación, ni han pretendido
cumplirlas; por ello, algunos de nosotros, queriendo imitar como a un padre al
Santísimo Jerónimo, razón por la que somos llamados miembros de su Orden,
demandamos con gran deseo respetar mediante la praxis la propia y misma Orden
monacal que encabezó San Jerónimo, al menos respecto a las antedichas
características sustanciales."
“Quum ex
dictis fratribus aliqui, et ego cum eis indignus nominari audiremus, quod per
omnes gentes Ordinis Sancti Hieronymi dicebamur, et quod Ordo, quem tenuit
Sanctus Hieronymus fuit Monachalis, cuius substantialia sunt quattuor,
videlicet: in eremo habitare; carnem domando a carnibus abstinere; sprititum
per orationem et contemplationem fulciri; ac cuccullum pro habitu portare; qua
dicti fratres a principio sua institutionis non observant, nec ea impetratrunt…
Quare volentes aliqui nostrum patrizare Sanctissimo Hieronymo, ex que de eius
Ordine nuncupamur, ipsum et eundem Ordinem Monachalem quem teniut Hieronymus,
saltem quod pradicta substantialia, per praxim observare cum magno desiderio
imperavimus (Lupus Epil. S. Hier. cap 9).
Siguiendo a Caymi, la idea monástica que puso en marcha fray Lope a partir de 1424, una
vez que su propuesta fue rechazada por la OSH, de casas con un reducido número
de monjes (12 en total: 8 coristas y 4 legos), la propuesta de limitar las
rentas y la insistencia en la pobreza puede parecer una reacción a la
“opulencia” de Guadalupe. Pueden observarse también similitudes con la Cartuja.
No es descartable una influencia de ésta, pues es la Orden más influyente en
general en los movimientos reformistas del siglo XV.
En cualquier caso, y antes de responder
definitivamente a los objetivos de las pretensiones reformistas de Lope con la
información que aporta la bula fundacional emitida por Martín V en 1424, más allá de
las “etiquetas”, de poder responder un sí o no rotundo con sus particularidades
y diferencias, podemos afirmar con el Dr. Timothy Schmitz que la propuesta de
reforma de Lope y la orden que fundó en 1424, la ORDINIS MONACHORUM SANCTI HIERONYMI (Orden de los Monjes Ermitaños
de San Jerónimo), “era coherente con el movimiento observante en el conjunto de
la Iglesia” (2015. “The Spanish Hieronymites´
incorporation of the Isidrites in 1567”, A companion to Observant Reform in the
Late Middle Ages and Beyond, vol 59, p. 313).
Sin
embargo, Melquíades Andrés Martín afirma que los monjes de la orden que fundará
Lope han sido mal llamados “reforma o retorno a la primitiva observancia: “Estrictamente
no es reforma, sino más bien intento de mutación. A los trece años de vida
exenta y unitaria de la Orden, en 1428, Fray Lope de Olmedo, que había sido
Mayor o General de la misma, intentó cambiar la sustancia, trocando las
constituciones primitivas, aprobadas por capítulo General de Guadalupe en 1415,
por otras sacadas directamente de las obras de San Jerónimo. La nueva fundación
fue llamada poco acertadamente Congregación de la Observancia de San Jerónimo,
a imitación de las existentes en las órdenes mendicantes. Éstas distinguían
entre observantes, o partidarios del cumplimiento exacto de la regla, y
conventuales, menos exigentes. En el caso de los monjes de fray Lope no se trataba
de retornar a la regla primitiva, sino de proponer una nueva”. Éste es sin duda
uno de los puntos más polémicos del intento de reforma de fray Lope, puesto que
esta “nueva regla” de la que habla Martín pretendía “retornar” a la Orden al
modo de vida monástico de san Jerónimo en Belén.
Es cierto que en los primeros
siglos no se habló de “congregación de la observancia” en los documentos para
referirse a la nueva orden de Lope, sino que fue un nombre con el que se les
conoció a partir del siglo XVIII en Italia, con el fin de diferenciarles de
otros grupos de jerónimos.
Lo que parece estar en juego desde el principio fue quiénes eran los “verdaderos” jerónimos.
*Fray Lope marcha a Roma en invierno de 1423 con un grupo de monjes
jerónimos:
A decir de
Lorenzo Alcina, fray Lope debió solicitar audiencia al papa y marchó a Roma en
el invierno de 1423/24.
Pero, ¿iba solo? Un interrogante importante es el de los monjes que
salieron de la OSH con fray Lope para su nueva fundación: ¿cuántos eran?, ¿de
qué monasterios?, puesto que la historiografía de la Orden de San Jerónimo ha
pretendido silenciar este aspecto, minimizarlo, nombrando siempre solamente a
fray Lope, para hacerlo parecer el proyecto menor de una persona sin apoyo
dentro de la Orden y que consiguió fundar una Orden por su íntima relación de
amistad con el papa.
Es evidente, empero, que esto no se sostiene, pues fundó un
monasterio, por pequeño que fuera, ya en 1424 (como veremos), con 12 monjes, y
se anexionó otros entre 1425 y 1426 en el norte de Italia, poniendo al frente a
sus monjes. Al respecto, Dom Norberto Caymi afirma que el instituto creció
mucho y muy rápidamente, dado el gran nombre y reputación de fray Lope.
Sobre el
hecho de que fray Lope abandonase la Orden de San Jerónimo, como decía el
cronista Sigüenza, Dom Norberto Caymi explica en su biografía de fray Lope que
éste nunca la abandonó, en el sentido de que en ningún momento dejó de ser
monje y pasó a la vida seglar. Esto se debió a una nueva bula de Martín V del 20 de junio de 1424, en la que el papa corregía la anterior bula
de 1422 para permitir el paso de monjes jerónimos a órdenes de más estrecha
observancia sin necesidad de licencia papal. Así, Lope y sus seguidores “pasaron” de una orden a otra, la que
fundaron, con autorización de esta bula.
La historiografía, así como las bulas pontificias,
confirman que desde finales de 1423 y prácticamente todo 1424, como afirmaba
Alcina, fray Lope estuvo en Roma tratando con el papa Martín V la
fundación de su nueva orden monástica.
Publicado en InfoVaticana el 27/10/2024.
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