Intentamos seguir los pasos de un personaje que vivió hace seiscientos años y conocer su contexto para entenderle a él. Tanto en la anterior entrega como en la presente, nos centramos en la presencia y el papel de Lope González de Olmedo en la corte real castellana como clérigo jurista y diplomático al servicio del Infante Fernando de Antequera, y su paso a la corte real aragonesa en 1412 al ser elegido el Infante al trono como Fernando I de Aragón. Lope fue en este periodo un clérigo – presbítero, según su testamento de 1415 al entrar en religión -, jurista, licenciado en ambos derechos – civil y canónico y diplomático, embajador al servicio del Infante ante Benedicto XIII. Ése fue su rol específico, de entre los diversos tipos de varones que trabajaban en la corte real; algunos, clérigos; la mayoría, seglares.
Quisiera ofrecer en esta entrega por un lado una visión muy básica
pero fundamental de la presencia de clérigos en las cortes reales ibéricas en
la baja Edad Media que nos sirva para enmarcar el rol de Lope y, por otro, a
tratar el caso concreto de Lope, listando los beneficios y prebendas
eclesiásticas que fue recibiendo en esos años e intentando explicarlos en su
contexto. Espero así poder ofrecer un cuadro que explique de manera sencilla
pero clara la presencia de clérigos en las cortes reales en el periodo en que
Lope lo fue.
Comencemos aclarando que, de los distintos personajes cortesanos
varones, los hubo tanto seglares como clérigos; y que aquí solamente nos vamos
a centrar en los clérigos, intentando observar el complejo entramado de su
sostenimiento material.
Clérigos diplomáticos en las cortes castellana y aragonesa en las
primeras décadas del s. XV
De cuando Lope era Mayor de la Orden de San
Jerónimo (1418-1421), se conserva una carta suya al arzobispo de Toledo, que ya
mencionamos en la anterior entrega y que arroja clara luz sobre sus actividades
como eclesiástico jurista al servicio de la corte de Fernando de Antequera.
Fray Lope escribe al arzobispo para pedirle mediación en un tema familiar. La
carta está fechada el 8 de agosto de entre 1418 y 1421, y en ella habla
largamente Lope de que había servido al rey de Aragón, Fernando I, que había
muerto en 1416. Para él (para el rey) había ido muchas veces a ver al papa
Benedicto XIII, y gracias estas embajadas, éste le obtuvo ciertas ventajas “que
le tocauan de rressio su onra e estado a la bolsa”. Al mencionar las gracias
apostólicas que recibió, Lope afirma que se debieron “por las rasones que yo
fise e escriui e dispute en Barcelona”, como embajador de Fernando de Antequera
ante el papa.
Así queda claramente
enmarcado Lope entre el gran número y variedad de clérigos en las cortes reales
ibéricas bajomedievales. Ciertamente, existieron clérigos de mayor rango
eclesiástico (obispos) bien conocidos y documentados como colaboradores de
Fernando de Antequera en sus empresas tanto bélicas como diplomáticas. Pero Lope
fue ciertamente un personaje singular que se desenvolvió con soltura en los más
altos niveles diplomáticos de las cortes real y papal y, más tarde, como monje.
Contextualicemos
primero para comprender el entorno y poder centrarnos en Lope después. En lo
que específicamente respecta a clérigos embajadores en la Corte, existe un
artículo muy pertinente al respecto titulado “Clérigos de origen castellano
como embajadores de los reyes de Aragón ante el rey Juan II de Castilla” (AEM,
2010), Máximo Diago Hernando realiza una breve semblanza de varios clérigos de
origen castellano que estuvieron al servicio de los Trastámara de la Corona de
Aragón durante la primera mitad del s. XV y sirvieron como embajadores de los
monarcas aragoneses ante el rey Juan II de Castilla. La época que trata en
mayor medida, correspondiente al reinado de Alfonso V en Aragón, pertenece a un
periodo que Lope ya había ingresado en la vida monástica; pero siendo tan
cercano en el tiempo (aproximadamente entre 1416 y 1427) sí nos resulta una
ayuda para entender el contexto. Realiza Diago una limitada prosopografía de
clérigos al servicio de la reina María de Aragón, esposa de Alfonso el
Magnánimo, tomando como principal fuente de información los registros de
Cancillería del Archivo de la Corona de Aragón. Afirma el autor que los
embajadores de la Corte real de Aragón fueron muchos en el periodo que cubre el
artículo y de procedencia y perfiles muy variados, pero “resulta fácil advertir
que entre ellos alcanzaron una presencia muy notable, en términos relativos,
los de origen castellano que formaban parte del estamento eclesiástico”. Es un
hecho bien conocido que los miembros del clero estuvieron habitualmente en el
primer plano de la vida política en las sociedades europeas occidentales hasta
el fin del Antiguo Régimen. Pero, aun así, sorprende constatar el gran número
de clérigos que asumieron el desempeño de misiones diplomáticas por cuenta de
los monarcas hispanos bajomedievales, y más en concreto de los Trastámara de la
Corona de Aragón. El hecho de que los clérigos podían disponer de unas
regulares fuentes de ingresos propias gracias a los beneficios eclesiásticos,
probablemente favoreció el que estos monarcas, que se desenvolvieron en una
situación financiera bastante precaria, y disponían de unos recursos de
patronazgo muy limitados, los prefiriesen a los laicos para formar parte de su
círculo de colaboradores más estrechos, pues les resultaba más fácil
remunerarles y compensarles por los servicios prestados, mediante el simple
expediente de iniciar las diligencias necesarias para tratar de conseguir que
desde el pontífice se les proveyese de beneficios con los que se pudiesen
mantener holgadamente”.
Algunos de estos
clérigos diplomáticos, aunque pertenecientes al estamento eclesiástico,
dedicaron una parte importante de su actividad pública a tareas que en
principio nada tenían que ver con su condición clerical. Al analizar las
trayectorias de algunos de estos personajes, Máximo Diago afirma que “puede
comprobarse cómo en esta primera mitad del s. XV, la pertenencia al estamento
eclesiástico pudo representar para determinadas personas que se movían en
entornos cortesanos una simple manera de asegurarse unos ingresos suficientes
para en la práctica poder dedicarse a otras actividades distintas de las
específicas de un clérigo. Otra señalización muy interesante que realiza este
autor es que las misiones encargadas por los monarcas a los clérigos
diplomáticos solían corresponderse en importancia con su ascendencia social: a
un rango familiar menor se corresponderían misiones de menor nivel. Para el
caso de Lope no tenemos confirmación al respecto, como vimos en entregas
anteriores; a primera vista, sin embargo, y ya que los historiadores no son
capaces de identificar su familia de procedencia y sus raíces, podríamos decir
que no procedía de una familia importante; pero alcanzó a ser, sin embargo,
embajador de Fernando ante Benedicto XIII, antes y después de su elección al
trono de Aragón. Me atrevo a aventurar, no sin base, a través de otros casos
estudiados, que la procedencia familiar condicionaba también el acceso al
cardenalato en la Iglesia; y Lope, a pesar de su cercanía durante años a
Benedicto XIII y lo solo que éste llegó a estar cuando los reyes comenzaron a
retirarle su obediencia una vez convocado el Concilio de Constanza, no alcanzó
a ser cardenal en la curia de Benedicto XIII (si bien esto pudo deberse a otros
factores, como el número limitado de cardenales, a diferencia de la actualidad).
Otra aportación
historiográfica muy interesante a este respecto es la obra colectiva “Entre el
cielo y la tierra. El papel de los eclesiásticos en los círculos de poder en
los reinos ibéricos (1369-1504” (ed. La Ergástula, 2019). En esta obra se
destaca cómo “la relación entre los eclesiásticos y el poder a lo largo de la
historia, y en el caso concreto del periodo medieval, ha sido una línea de
investigación en cierto modo habitual en los últimos años a nivel occidental.
Desde diversos puntos de vista se ha prestado atención al hecho, innegable, de
que en muchas ocasiones aquellos que servían a la monarquía eran eclesiásticos
de condición. Sin duda, el hecho de que contasen con una formación elevada
influyó en ello, como había afirmado Le Goff: “un clérigo, en los siglos
plenomedievales, era sinónimo de intelectual”.
En la introducción, los coordinadores afirman que el análisis de
personalidades concretas ha sido una de las líneas que más frutos ha dado en
los últimos años. Como siempre, los resultados de la investigación dependen de
las fuentes que se hayan conservado y que son, en muchas ocasiones, muy
fragmentarias, dado que podemos encontrar rastros documentales allí donde la
vida llevó a los diversos eclesiásticos, según iban moviéndose por la geografía
eclesiástica peninsular. Es el caso de Lope: desde el Bulario de la Universidad
de Salamanca al Archivo de la Corona de Aragón, pasando por el monasterio de
Guadalupe, donde él depositó papeles personales de su etapa como diplomático.
Cuando el contacto con el poder regio fue mayor, es en sus archivos donde
podemos encontrar importante documentación (aunque el caso castellano es mucho
más reducido que el aragonés). De ahí, como veremos a continuación, que el ACA
sea una fuente aún inexplorada para el caso de Lope de Olmedo. Por el momento,
como diremos, sólo contamos con dos fuentes para este bienio y otra para 1413.
Pero no se ha dedicado a ese archivo el tiempo y la atención que requiere con
relación a este personaje.
El análisis de los
casos particulares parece pues haber sido uno de los ámbitos más atendidos en
los estudios de las últimas décadas. Parece lógico dado lo fragmentario de la
documentación, y han de concebirse como análisis básicos y necesarios para
poder realizar después los análisis de grupo. En este sentido, espero que esta
modesta contribución pueda aportar datos de interés.
Cabe decir que, en
el periodo que consideramos, Lope es embajador del infante y posterior rey
Fernando ante el Papa, no ante otra corte real. Pero también parece ser, como
afirma en la Real Academia de la Historia fray Ignacio de Madrid, que Lope
habría sido también anteriormente diplomático al servicio de Enrique III de
Castilla y durante la minoría de edad de Juan II, quien lo mandó luego con el
mismo carácter a Génova y otros principados de Italia.
A modo de excurso,
me parece importante mencionar que barajamos ya en las entregas iniciales de
esta serie la cuestión del ingreso en la vida eclesiástica como medio material
de vida o como vocación. Esta “primera vida” de Lope que estudiamos ahora
parece indicar que perteneciera al primer grupo, como Benedicto XIII, cuyo caso
ya explicamos. No podemos zanjar, empero, el tema y descartar una respuesta
vocacional, al no disponer de fuentes escritas por el propio personaje.
Beneficios y prebendas eclesiásticas de Lope de Olmedo
Vamos a listar de
manera muy gráfica las evidencias documentales de las prebendas y beneficios
eclesiásticos de Lope de Olmedo, por un lado, y a intentar explicar cómo
funcionaba esta estructura.
Como dijimos, si
bien los rastros documentales – que yo haya podido localizar, por lo menos –
sobre Lope son escasos hasta 1407, aumentan en los años posteriores y, muy
significativamente, en el quinquenio que abarca de 1410 a 1415. En la entrega
de hoy vamos a fijarnos solamente hasta 1412, su periodo en la corte real
castellana con el infante de Aragón, y dejaremos para la siguiente entrega los años
1413 y 1414, por una parte, en que Lope fue auditor de cuentas en el palacio
apostólico, y 1415, año de su gran cambio de vida y entrada en religión.
Año 1410:
·
Aparece mencionado en el Bulario de la
Universidad de Salamanca el 24 de marzo 1410 (#423), en un motu proprio en que se confiere una porción con sus prestimonios
en Ávila a Lope González de Olmedo, bachiller en leyes. También al año
siguiente, el 18 febrero, #439, “se concede motu proprio un canonicato en Cádiz
a Lope González de Olmedo, bachiller en leyes (Zaragoza, 18/2/1411), diócesis
de Ávila, la canonjía y prebenda en la iglesia de Cádiz, de las que, con
prestimonios, porciones prestimoniales y beneficios simples en la diócesis de
Cádiz es titular Antonio García, el cual deberá dimitirlos para aceptar el
mandato de provisión a su favor. Puede leerse así en el Bulario el motu proprio
providemus dil. “Nostro Lupo Gundisalvi de Olmeto, baccalario in legibus, clerico
Abulen. dio., de canonicatu et praeb. cum praestimoniis et praestimonialibus
portionibus et simplicibus benef. eccl. et dio. Gadicen., vacan. ad praesents aut cum vacabunt per assecutionem seu
dimissionem decanatus ac canonicatus et praeb. eccl. Compostellan. per Antonium Garsiae, baccalarium in decretis, factam vel
fiendam auctoritate apost. Fiat motu proprio ut supra continetur. L. Dat.
Caesaraugustae duodécimo kalendas martii anno decimoséptimo” (cf. Súplica de
24/3/1410). También se refiere a ello la reg. suppl. 104, fol. 28, del Bulario
Universidad de Salamanca, #335, pág. 563. 03, 24: Bachiller en leyes, Benedicto
XIII le concede una porción y ciertos prestimonios en Ávila (nota 1356: 6 V.
Beltrán de Heredia, Bulario de la Universidad de Salamanca, II, p. 112.).
Año 1411:
·
Las piezas #423 y #439 del Bulario de la Universidad de
Salamanca son de 1410 y 1411, respectivamente. Lope González de Olmedo era
“bachiller en leyes” (las bulas referidas a él alcanzan hasta 1411) hasta que
obtuvo el doctorado en leyes (las referidas a Lope González de Cotes son ya de
1415).
·
También de 1411 es la súplica 11/2 en el Bulario
de la Universidad de Salamanca, #335, pág. 563, en que aparece mencionado como
embajador de Fernando de Antequera ante Benedicto XIII para el compromiso de
Caspe.
·
“Motu proprio providemus
dil. filio Lupo Gundisalvi de Olmeto, baccalario in legibus, de dimidia
portione eccl. Abulen. cum praestimoniis usque at summam centum florenorum,
vacan. per obitum Joannis Alfonsi de Majorito, notarii nostri, in Roman. Curia
defuncti. Fiat motu proprio L. Datum Barcinonae nono kalendas aprilis anno
decimosexto (cf. Supplica de 18/2/1411).
·
22 mayo: Lope aparece citado en el #129 de los “Procesos de las antiguas cortes y parlamentos de Cataluña, Aragón y Valencia,
custodiados en el Archivo General de la Corona de Aragón”, vol. I, II y
Apéndice al Parlamento de Cataluña y Compromiso de Caspe, Barcelona. Colección
de Documentos Inéditos del Archivo General de la Corona de Aragón, editados y
publicados por Prósper de Bofarull en 1848, nº 10-16, vol II, pp. 163-180. Les
ofrecemos aquí la traducción de la referencia a Lope, inédita hasta el momento:
“En nombre de Cristo,
amen. Sepan todos cuantos estas presentes letras vieren que en el año de la
natividad de nuestro señor 1411, el día 22 del mes de mayo, en Medina del
Campo, en el palacio del ilustrísimo príncipe y señor infante, don Fernando,
señor de Lara, duque de Peñafiel, conde de Alburquerque y Mallorca, y señor de
Castro y de Haro, en presencia de servidor, notario público, y de los testigos
infrascritos, especialmente llamados y rogados para el asunto, compareció
personalmente el antedicho príncipe y señor infante, don Fernando, e hizo, nombró
y ordenó en pleno derecho, modo y forma con los que mejor pudo, tras la
revocación de otros procuradores otrora nombrados por él mismo, a sus
verdaderos, legítimos, ciertos e indudables procuradores, actores, factores y
defensores, gestores de sus negocios y enviados especiales y generales, de tal
modo que la especialidad no perjudique a la generalidad, ni al contrario, sino
que, lo que uno o varios de ellos hubiere comenzado o hubieren comenzado, el
otro pueda continuarlo y terminarlo. [Estos procuradores son] los venerables y discretos varones, don Diego
Gómez de Fuensalida, abad de la iglesia colegiata /164/ de Santa María de
Valladolid, licenciado en decretos; Fernando Guierra de Vega; Pedro Díaz de
Quesada, soldado; Juan González de Acevedo, doctor en leyes; y Lope González de Olmedo, bachiller en leyes,
[que se hallaban] ausentes”.
·
De junio de este año son las Instrucciones que le dirige el infante Fernando de Antequera a su
embajador Lope de Olmedo, de las que tratamos en la entrega anterior.
Año 1412:
·
Accede a otras gracias que le concede Benedicto XIII,
expectativas, sobre diversos beneficios (el primero que vaque en la diócesis de
Segovia): Beneficios de las iglesias de Ibáñez Miguel y Fontanares, en el
término de Segovia, y de Castillejo y san Martín de Barga, en el término de
Sepúlveda y de Arcanal, en el término de Fuentidueña.
·
13 enero: En el reverso del legajo 69 del Archivo
de Monasterio de Guadalupe se lee, en nota del siglo XV: “Escripturas de frey
Lope de Olmedo. De como fue ordenado de doctor”, fechada el 13 enero de 1412
(en 18 año de pontificado de Benedicto XIII). Hasta el momento, Lope Gonzalez
de Cotes sólo era licenciado en derecho y canon de la iglesia de Cádiz, lector
y auditor en derecho civil y canónigo en la Universidad de Salamanca. El papa
ordena entonces al cardenal Alonso Carrillo, diácono de san Eustoquio y
administrador de la iglesia de Osma (futuro obispo de Sigüenza, muerto en
1434), conferir a Lope el título de doctor en derecho de la Universidad de
Salamanca, después de haber dirigido las informaciones sobre su vida y sus
capacidades.
·
21 abril: Lope González de Olmedo, entonces
doctor y canónigo de la Iglesia de Segovia, pidió que se le concedan las
“prebendas”, prestamos e raciones prestameras” de diversas iglesias de Segovia,
Sepúlveda y Fuentedueña, beneficios que habían pertenecido a Juan Fernández,
subcantor y canónigo de la misma iglesia, recientemente fallecido, en razón de
una “gracia expectativa” de Benedicto XIII, fechada el 10 de febrero de 1409,
que le confería todos los beneficios y dignidades, con o sine cura, que quedasen vacantes en la diócesis de Segovia. El
obispo de Badajoz está al cargo de la ejecución de esta gracia (AMG leg 54).
·
21 mayo (expedida el 4 julio 1412): Benedicto
XIII motu proprio “confiere al
maestro Lope González (Gundissalvi) de Cotes, doctor en leyes, canonjía,
prebenda y chantría con los prestimonios y simples beneficios en la iglesia,
ciudad y diócesis de Coria, vacante por defunción de Alfonso Fernández (…). A
su vez le dispensa para retener la chantría con sus otros beneficios y, en
particular, con el arcedianato de Olmedo, del que es titular” (Bulario
Benedicto XIII, #406).
·
2 agosto: Procuración, fechada en Cariñena,
otorgada por el rey Fernando I a Lope González de Cotes para representarle ante
el Papa y la Curia Romana (ACA, Cancillería, Registros, Núm.2381, folios 3v-4r).
·
En diciembre, figurando como procurador en la Curia
Romana del rey de Aragón, Fernando, Lope es dispensado de la obligación de
residencia en sus beneficios, con tal se halle al servicio del rey o
instruyéndose en algún Estudio General, de manera que pueda recibir sus frutos
y rentas como si personalmente residiese en ellos. Éstos, según registro
aviñonés #341, folios 358r, 359r, amén de los citados, comprendían canonjías,
prebendas y beneficios en las iglesias, ciudades y diócesis de Cádiz, Segovia y
Ávila, como más tarde canonjía con reserva de prebenda en la iglesia de Santa
María de Valladolid.
·
Un fondo no estudiado hasta el momento por falta
de tiempo es el de referencias a Lope en este periodo y al desempeño de Lope
como embajador es el de la Cancillería Real en el Archivo de la Corona de
Aragón (ACA). Se trata de un trabajo ingente por
realizar; no existe edición ni publicación homogénea de las Cartas reales, y ya
sólo para el reinado de Fernando I en PARES se listan más de 4000. Por el momento, dispongo solamente de
tres referencias: las dos ya citadas y otra fechada en 1414, de la que
trataremos en la próxima entrega.
Es patente el incremento de prebendas y beneficios
recibidos por Lope de Olmedo tanto de Fernando de Antequera como de Benedicto
XIII tras su importante papel en el Compromiso de Caspe. Además del papa,
Lope menciona en la ya citada carta al arzobispo de Toledo fechada entre 1418 y
1421 que el infante Fernando, en recompensa por sus buenos oficios, le dio una
renta perpetua de 10.000 maravedíes, situados sobre las rentas personales del
rey en 4.000 mrs, y de las de sus hijos para el resto.
El historiador Máximo
Diago afirma que se pone de manifiesto cómo los beneficios eclesiásticos fueron
utilizados como medio de recompensar a estos individuos por los servicios prestados
a la monarquía: “Los monarcas aragoneses intervinieron constantemente para
asegurar a los clérigos a su servicio la obtención del mayor número posible de
beneficios eclesiásticos, y la percepción de las rentas correspondientes de los
mismos sin tener que cumplir con el requisito de servirlos, residiendo
personalmente en las iglesias. Esta forma de proceder, a la que se recurrió de
forma sistemática, demuestra que estos monarcas dispusieron de recursos propios
muy limitados para poner en funcionamiento una ambiciosa política de
patronazgo, que les permitiese mantener satisfecha a una numerosa clientela de
servidores. Y por ello se vieron forzados a echar mano de la Iglesia,
institución entonces muy imbricada con los poderes seculares, que ciertamente
la protegían, pero que también se esforzaban por utilizarla al servicio de sus
propios intereses”.
Recapitulando
Esta entrega
precisa ser leída como un díptico junto a la anterior, puesto que se refieren
al mismo bienio 1410-1412 y son complementarias. El citado documento del 22 de
mayo de 1411 complementa la entrada de la semana anterior, al ofrecer la
información de cómo Lope fue elegido entre los procuradores del infante
Fernando al Compromiso de Caspe directamente leída de las fuentes documentales,
puesto que ya citamos la referencia de Víctor Muñoz Gómez al respecto. Es
decir, tenía quehaceres en la corte, pero su principal fuente de sostenimiento
económico parece haberse basado en las prebendas y beneficios eclesiásticos sine cura.
En las conclusiones
de la citada colectiva “Entre el cielo y la tierra” se afirma que conocer los
ejemplos de personalidades concretas permite profundizar en el conocimiento de
la presencia de miembros del clero en los diversos ámbitos de poder. Muy
modestamente, espero que el caso de Lope González lo sea, si bien quedan por
explorar abundantes fuentes documentales de su faceta de clérigo diplomático,
prácticamente inédita, de la que creo estar ofreciendo mediante estas entregas
la más documentada y extensa presentación expuesta hasta el momento.
Si bien Fernando I de
Aragón no falleció hasta 1416, tres años antes, en 1413, Lope se refería a sí
mismo como auditor de cuentas en el palacio apostólico de Benedicto XIII. ¿Había
pasado de estar al servicio del rey de Aragón a estarlo del Papa de Aviñón? Del
bienio 1413-1414 trataremos en la próxima entrega. Un periodo del que, si bien
disponemos de escasas referencias sobre Lope de Olmedo, tendremos mucho que
explicar para intentar comprender el rumbo que tomaron sus decisiones vitales,
puesto que, en 1415, a la avanzada edad de 45 años, ingresó en la vida
religiosa como monje de la Orden de San Jerónimo, dejando atrás su exitosa
carrera diplomática en la corte real.
Con agradecimiento a la Dra. Concepción Villanueva Morte, especialista
en Diplomacia en la Corona de Aragón en la Edad Media, Universidad de Zaragoza.
Publicado en InfoVaticana el 23/6/2024.
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