Lope de Olmedo tuvo una importancia destacada
en el Compromiso de Caspe como
diplomático al servicio de Fernando de Antequera y Benedicto XIII. Pretendo aproximarme
a este intenso momento de la vida de Lope en su contexto histórico haciendo un
ejercicio de micro-historia; es decir, “de reducción de la escala de
observación, de realización de un análisis quasi
microscópico y un estudio intenso del material documental” (Levi, 2020);
buscando a Lope González de Olmedo al servicio del infante de Aragón y de
Benedicto XIII en el periodo que va de 1410 a mayo de 1412, analizando las Instrucciones que dirigió el infante
Fernando a Lope en 1411 y su papel en el Compromiso de Caspe.Intentamos ya “rastrear” los pasos de Lope
entre 1404 y 1409 en la entrega anterior (https://infovaticana.com/2024/05/05/las-tres-vidas-de-fray-lope-de-olmedo-v/), etapa de su vida de la que se conservan
escasas referencias. Sin embargo, éstas aumentan durante los años 1410 – 1415. En
la entrega que seguirá a ésta realizaremos un exhaustivo repaso a las fuentes
documentales e historiográficas en las que aparece mencionado Lope de Olmedo en
estos años.
En el texto actual voy a centrarme, como he
dicho, en el rol de Lope durante el interregno
en la Corona de Aragón y el Compromiso de Caspe. Se trata de un intensísimo
periodo de dos años que abarca desde la muerte de Martín I de Aragón, el Humano
(31 mayo 1410), sin descendencia legítima, hasta la elección de Fernando de
Antequera al trono aragonés en 1412 (28 junio 1412), en disputa con otros cinco
candidatos. No es el objetivo de este texto discurrir sobre el compromiso de
Caspe, sobre la “justicia” o derecho de Fernando de Antequera al trono de la
Corona de Aragón. Solamente diremos que Leonor de Aragón, la madre del infante
Fernando, era hermana de Martín I de Aragón; y por esta vía materna reclamó
Fernando su derecho al trono aragonés a la muerte de su tío Martín, el Humano,
en 1410. Por otra parte, sí es necesario
ofrecer una visión del contexto para
comprender el papel de Lope. Es fundamental comenzar afirmando que el
Compromiso de Caspe y el Cisma de Occidente son hermenéuticamente inseparables,
y por eso es clave considerar la actuación de Benedicto XIII en el Compromiso
de Caspe. Para ello, voy a basarme fundamentalmente en un artículo del Dr.
Germán Navarro Espinach, de la Universidad de Zaragoza. El artículo completo
puede consultarse aquí: https://zaguan.unizar.es/record/131470/files/texto_completo.pdf.
El Dr. Navarro Espinach explica cómo ya “Martín
I había concentrado su atención en el problema de la sucesión política durante
los diez meses que transcurrieron entre la muerte de su hijo el 25 de julio de
1409 y la suya propia el 31 de mayo del año siguiente. Según explicaba el rey
en una carta a su consejero Pedro Torrellas, había organizado una comisión de
diez doctores designados por él mismo, presidida por el papa Benedicto XIII,
para que estudiase el problema de la sucesión. Las diferencias entre el conde
de Urgel, gobernador general de la Corona de Aragón, y el papa Benedicto XIII
aumentaron a causa de la vacante producida por el fallecimiento del obispo de
Barcelona. El conde de Urgel se consideraba el legítimo sucesor y pretendió
además pasar por alto el juramento de los fueros del reino de Aragón para
desempeñar la lugartenencia general, pero los estamentos aragoneses se lo
impidieron y su nombramiento como tal quedó anulado, poniéndose en evidencia
que había perdido definitivamente el apoyo del monarca. La muerte del rey
Martín I el 31 de mayo de 1410 no fue, por tanto, el primer episodio de la
intervención del papa Luna en el destino de la monarquía aragonesa. El
pontífice trataba por todos los medios de mantener el control sobre la
jerarquía eclesiástica de los reinos ibéricos, puesto que desde 1408 había
perdido definitivamente la obediencia del rey de Francia y a finales de 1411 ya
no había lugar alguno en Provenza que lo reconociera como papa. Sin duda, no
debía estar dispuesto a aceptar ningún candidato a rey de Aragón que fuera
apoyado por la monarquía francesa. Además, la reafirmación de su soberanía como
pontífice consistía precisamente en asumir un papel mediador en los asuntos
políticos de primer orden que podían afectar a la cristiandad en aquella
época”.
Una vez considerado el interés del Papa en la elección del monarca aragonés, creo importante mencionar también brevemente la dimensión ideológica presentista nacionalista en la interpretación históriográfica del Compromiso de Caspe por parte de historiadores catalanes. Se ha estudiado desde Cataluña durante el siglo XX el acceso al trono de Aragón de un Infante Castellano frente a las aspiraciones del Conde de Urgel como un “fracaso para los intereses catalanes” (recordemos que la Corona es de Aragón, no de Cataluña). De ahí se ha argumentado – R. Salicrú, 2017, p. 26 – que “Fernando de Antequera llegó al trono prácticamente por la fuerza de las armas”, con el potencial de la presión de sus recursos nobiliarios, sobre todo en tierras aragonesas y valencianas”. En una interpretación alternativa a la del uso de la fuerza, el Dr. Germán Navarro demuestra, como hemos visto, el gran interés del papa Luna en la elección de Fernando de Antequera y su papel decisivo en la misma.
Poniendo la lupa en Lope de Olmedo en este convulso momento histórico, vemos que, en las fuentes documentales y la historiografía, Lope de Olmedo aparece ya situado de manera muy destacada junto al infante Fernando de Antequera en este periodo, como su embajador ante el papa aviñonés Benedicto XIII, en el “negocio” de los derechos al trono aragonés del Infante castellano. De cuando ya era Mayor en la Orden de San Jerónimo (1418-1421), se conserva en la biblioteca del Monasterio de Guadalupe una carta de fray Lope al arzobispo de Toledo que arroja clara luz sobre las actividades de Lope como eclesiástico jurista al servicio de la corte real. Fray Lope escribe al arzobispo para pedirle mediación en un tema familiar. La carta está fechada el 8 de agosto, entre 1418 (puesto que Lope ya es General) y 1422 (muerte de Rojas (Coussemacker, 1994, tomo II p. 8-10) – aquí corregiríamos a Coussemacker: sería “y 1421”, cuando Lope deja de ser General. En esta carta habla largamente Lope de que había servido al rey de Aragón, Fernando I, que había muerto en 1416. Para él (para el rey) había ido muchas veces a ver al papa Benedicto XIII, y gracias estas embajadas, éste le obtuvo ciertas ventajas “que le tocauan de rressio su onra e estado a la bolsa”. Al mencionar las gracias apostólicas que recibió, Lope afirma que se debieron “por las rasones que yo fise e escriui e dispute en Barcelona”, como embajador de Fernando de Antequera ante el papa.
Con el fin de resolver cuál de los candidatos
que alegaban sus derechos a la Corona sería el más legítimo para ocuparlo, nueve
hombres versados en leyes, tres por cada uno de los principales brazos del
Reino (Aragón, Valencia y los Condados Catalanes), se reunieron en Caspe para
decidir con su voto y a fuerza de diálogo y ley. En el capítulo XXXII del libro XI de los
Anales de Aragón, de Jerónimo Zurita (utilizo la edición
de Ángel Canellas López. Edición electrónica de José Javier Iso (coord.), María
Isabel Yagüe y Pilar Rivero, https://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/2448), leemos cómo “la reina doña Catalina de Lancaster favoreció a su cuñado al
infante don Fernando desde el momento en que éste se declaró competidor en la
sucesión de estos reinos aún en vida del rey don Martín su tío (…). Con este
intento en todas las embajadas venían principalmente personas muy señaladas por
embajadores del rey de Castilla para recomendar en su nombre a los estados
destos reinos el derecho y justicia del infante su tío (…) Lo que el infante
don Fernando ordenó a los embajadores de su sobrino y suyos; y quiénes fueron.
Había el infante dado orden desde Medina del Campo a los embajadores del rey de
Castilla y suyos que eran don Diego Gómez de Fuensalida abad de Valladolid,
Fernán Gutiérrez de Vega, Pedro Díaz de Quesada, el doctor Juan González de
Acevedo y Lope Guillén de Olmedo,
que presentasen en forma pública a los parlamentos la aceptación y la que
llamaba adición de heredad de la sucesión destos reinos que tuvo el rey don
Martín su tío, que él hizo con solemnidad en el real sobre la villa de
Antequera como se ha referido; la cual había confirmado en Medina del Campo y
la tornó a hacer de nuevo como si en aquello estuviera la seguridad de la
sucesión, prosiguiéndose por términos de justicia y no por las armas como
ordinariamente suele ser”.
Creo que en esta fuente se basa el historiador Víctor Muñoz Gómez al citar a los procuradores que nombró el Infante para la defensa de sus derechos al trono de Aragón, por ser cita casi literal, pero, para el caso de Lope, corregida: “figuraban, además de Diego Gómez de Fuensalida, Fernán Gutiérrez de Vega, Pedro Díaz de Quesada, el doctor Juan Fernández de Acevedo y Lope González de Olmedo, bachiller en Leyes, “del cual no tenemos referencias posteriores”. Durante el tiempo en que estudié estas fuentes y bibliografía, fue la Dra. Concepción Villanueva Morte, especialista en diplomacia en la Corona de Aragón en la Edad Media, quien observó que a quien Jerónimo Zurita llama Lope Guillén de Olmedo es en realidad Lope González de Olmedo. Por su parte, Víctor Gómez considera que “cabe la posibilidad de que Lope fuera el encargado de representar al regente castellano en Valencia de un modo más estable, al menos en un primer momento. No obstante, la intensidad de los enfrentamientos que se vivían en este reino hasta la primavera de 1412 y el control que del mismo ejercían los urgelistas bien pudieran haber conducido a que allí la gestión diplomática pasara a un segundo plano frente a la oportunidad de la acción militar previa. La labor de estos emisarios resultó clave, sobresaliendo, por encima de las funciones más formales, del ejercicio diplomático propio de la prosecución de una candidatura al trono que se planteaba oficialmente como respetuosa hacia una resolución de justicia y de derecho al respecto libre de presiones externas, la importancia dada a la captación de apoyos entre los diferentes grupos de la fracturada sociedad política catalano-aragonesa, que se entendía fundamental a la hora de decantar el signo de la elección del futuro monarca, no escatimando en recursos negociadores de todo tipo, incluida la promesa de ayuda militar y de toda suerte de recompensas políticas, pecuniarias, territoriales y comerciales (Muñoz Gómez, V. 2015, pp. 878-879).
Para observar el papel de Lope en los prolegómenos del Compromiso de Caspe, vamos a detenernos en unas Instrucciones que le dirigió Fernando de Antequera en 1411. Se trata de un documento que, según indicaba en 1986 Josep Perarnau, ha pasado muy desapercibido, pero que es importante, pues muestra contactos en 1411 entre Fernando y el papa en relación al trono de Aragón.
Fue don Josemaría Revuelta Somalo el primero en llamar la atención sobre uno de los documentos personales que Lope González había llevado con él a Guadalupe al entrar en religión, en un artículo publicado en la revista Scripta Theologica en 1984; “un documento inédito singular” que llamó poderosamente su atención, “cuya publicación ofrecía al profesor don José Goñi Gaztambide”(Revuelta, 1984, p. 303-306); unas instrucciones recibidas por Lope González de parte del infante Fernando de Antequera, regente de Castilla y aspirante al trono de la corona de Aragón, cuestión que había de resolverse en el compromiso de Caspe (1412). En su artículo, además de ofrecer la transcripción completa del documento, Revuelta explicaba que se trata de “un papel sin fecha y sin lugar, original, y con la firma autógrafa del infante”, y emplazaba a los especialistas en Caspe a precisar la fecha.
Recogiendo el guante dejado por Revuelta, en 1986 Josep Perarnau ofrecía una datación aproximada; habida cuenta de que, en las Instrucciones, el infante menciona la vacante en la sede episcopal de Zaragoza, que se produjo el primer día de junio de 1411, consideraba lógicamente que habían de ser posteriores a ese día, y posteriores también al momento de la llegada de esa información a la corte de Castilla; junto con el hecho del traslado del Parlamento de Cataluña a Tortosa, Perarnau se inclinaba a pensar que las Instrucciones fueron escritas hacia los diez últimos días de junio de 1411 (Perarnau, 1986, p. 289).
Este documento original con las Instrucciones, cuya referencia en el archivo del monasterio es legajo 9, número 38, es un cuadernillo en papel de cuatro hojas, de 33´5 cm de alto y 15´5 cm de ancho. La primera hoja está manchada y el resto, en blanco, con restos de sello de cera en la contraportada.
De las cuatro instrucciones que ordena el infante a su embajador en el documento – que puede leerse completo en los artículos respectivos de Revuelta y Perarnau-, vamos a centrarnos en la tercera, la que más relación tiene con la persona y tarea diplomática de Lope de Olmedo, siguiendo la transcripción de Perarnau:
“In dey nomine amen. Lo que vos, Lope Gonçales, bachiller, mi familiar e procurador, auedes de desir de mi parte a nuestro sennor el papa, por vertud de la creencia, es esto (…): III. Iten, diredes a su sanntidat que, pues agora se an de ayunntar enn la general congregaçión, e su sanntidat tiene lugar para me ayudar en este negoçio de la subçesión, que plega a la su sanntidat de mandar a todos los perlados e personas eclesiásticas desos reingnos, que la su sanntidat entendiere que non son parciales nin fauorables a ninguno de los competidores e que guardarán mi justicia, que vayan luego a la dichan congregaçión e que los enncargue por tal guisa que ellos guarden mi justicia e me sean fauorables enn derecho, pues lo tengo, e aquellos que la su sanntidat entenderá que son sospechosos o parçiales, que los detennga consigo por algunas buenas maneras por que non ayan lugar de perturbar mi justicia. E suplicar le hedes de mi parte que plega a su sanntidat de me ayudar enn esto de la subçesión, pues su sanntidat lo puede bien faser e viene agora a punto en que lo él pueda bien faser. Ca, si agora en esta congregaçión él non me ayuda, después bien tengo que tarde o nunca vendrá otro tal así en que me él pueda ayudar en este negoçio. E que aquí deue demostrar su sanntidat el amor que él conmigo tiene e deue trabajar por que yo encançe mi justicia. E todo lo que yo he e ouiere, todo es presto para su serviçio (…). E sobre todas estas cosas suplicaredes al dichon sennor papa e trabajaredes quanto pudiéredes para que su sanntidat sobre estas cosas prouiere o vos respondiere.”
En las Instrucciones, afirma el Dr. Germán Navarro Espinach (Specula, n.º 7, septiembre 2023, 135-179, ISSN-e: 2792-3290), por medio del embajador Lope, Fernando solicitaba a Benedicto XIII que le ayudara a conseguir la sucesión al trono de la Corona de Aragón, a cambio de garantizarle, entre otras cosas, la obediencia de las principales coronas hispánicas y el apoyo militar frente al estado de sitio con que las tropas francesas estaban sometiendo al palacio pontificio de Aviñón, cuya capitulación se produjo en el mes de septiembre de ese mismo año (Perarnau, 2014, pp. 37-40). Es importante notar cómo el infante apela al buen hacer de Lope para transmitir el mensaje al papa y conseguir lo que le pide: “Lo que vos, Lope Gonçales (…) auedes de desir de mi parte a nuestro sennor el papa”; “E suplicar le hedes de mi parte”; “E sobre todas estas cosas suplicaredes al dichon sennor papa e trabajaredes quanto pudiéredes para que su sanntidat sobre estas cosas prouiere o vos respondiere”. Porque Lope González no es un correo, un mensajero, que debe simplemente entregar a Benedicto XIII estas instrucciones; sino que es un embajador. Es Lope quien recibe las instrucciones y debe emplearse en sus habilidades diplomáticas para conseguir de él lo que pide el infante. Unas habilidades por las que incluso sus detractores, como fray José de Sigüenza, cronista de la Orden de San Jerónimo, destacan la importante figura de Lope; y que le llevó, después de ser embajador al servicio del infante, a trabajar al servicio del papa en el palacio apostólico. El bagaje diplomático y las redes sociales de Lope en el mundo y en la Iglesia pudieron haber influido, según aventura Sophie Coussemacker, en su posterior meteórica ascensión en la Orden de San Jerónimo. Aunque eso ya forma parte de la segunda vida de Lope González, la de monje.
Para el Dr.
Navarro Espinach, las Instrucciones
demuestran que hubo una comunión de intereses entre el papa y el futuro
monarca, y que no solo estaba sobre la mesa el interés del primero como a
menudo se ha dicho. En 1403, el rey Enrique III de Castilla, hermano del
infante Fernando, había restituido la obediencia a Benedicto XIII. Antes de
convocar a los estamentos para poner en marcha el procedimiento que conduciría
a la Concordia de Alcañiz y el Compromiso de Caspe, el gobernador y el justicia
del reino de Aragón enviaron embajadas a los delegados del parlamento de
Cataluña y al propio Benedicto XIII. Para cualquiera de las decisiones que
debían tomar escribían al papa en busca de consejo, como se acredita en la
sesión del 12 de enero de 1412 en las actas del parlamento de Alcañiz, cuando
Francisco de Aranda les entregó una carta del pontífice con su sello secreto,
escrita en latín y fechada en Peñíscola el 8 de enero, en la que les hacía
saber que había recibido misivas suyas y de los embajadores del parlamento
catalán pro tractari vobis super materia et successionis regia Corone Aragonum
(Sesma, ed. 2011, 1, p. 278). El momento clave de la intervención del papa en
los parlamentos del Interregno se produjo en primer lugar en la sesión de la
asamblea de Alcañiz del 30 de enero de 1412, cuando Francisco de Aranda
presentó en su nombre tres documentos fundamentales para poner en marcha la
maquinaria del Compromiso de Caspe. El documento de la Concordia de Alcañiz,
firmado por los representantes de los parlamentos de Aragón y Cataluña el 15 de
febrero de 1412, estableció el procedimiento a seguir para la resolución del
Compromiso de Caspe, contando con el visto bueno del papa Luna.
Benedicto XIII ejercía el principio de autoridad sobre los compromisarios eclesiásticos de Caspe como sumo pontífice (Gimeno, 2012, pp. 229 y 422). En la sesión de los compromisarios del 10 de mayo de 1412 se leyó una carta de la reina Violante de Bar, fechada el 26 de abril, en la que denunciaba la parcialidad del papa Luna sobre el proceso de sucesión, hasta el punto de no querer reconocerlo ya como verdadero pastor universal y vicario de la Iglesia. Decía que la lista de compromisarios estaba compuesta en su mayoría por personas cercanas al papa Luna. La crónica de Martín Alpartil ofrece un relato escueto de lo sucedido, haciendo constar que el pontífice fue el promotor del procedimiento decisorio que se llevó a cabo en Caspe y que las reuniones de los compromisarios se desarrollaron, en efecto, como si fuese un cónclave papal: ad modum conclavis papalis in castro ville Caspe collocarentur (Sesma y Agudo, 1994, p. 226).
El 23 de junio del año 1412, el fraile dominico Vicente Ferrer comunicó el resultado del compromiso de Caspe. Fernando de Antequera estaba en esos momentos en Ayllón. Los procuradores de Caspe vinieron a decirle que ya era rey. Y su primer gesto fue viajar a Morella a darle las gracias a Benedicto XIII (Suárez Fdez, 2002, 275).
Hasta aquí, he tratado de realizar una exposición detallada de los documentos que se refieren a Lope de Olmedo en el Compromiso de Caspe y he intentado contextualizar la situación para una mejor comprensión del momento político y eclesial. Creo no equivocarme al afirmar que es la primera vez que se recogen en un texto las diferentes fuentes dispersas que mencionan a Lope, sin relación unas con otras, para trazar su trayectoria diplomática en la corte, tarea comenzada con la entrega anterior y que continuaremos en la siguiente.
Está claro que Lope no fue único en estas tareas diplomáticas siendo clérigo al servicio de la corona, pues existieron clérigos de mayor rango eclesiástico (obispos) bien conocidos y documentados como colaboradores de Fernando de Antequera en sus empresas tanto bélicas como diplomáticas. Trataremos de ello en la próxima entrega. Pero sí fue ciertamente un personaje singular que se desenvolvió con soltura en los más altos niveles diplomáticos de las cortes real y papal.
Existe una procuración, fechada en Cariñena el 2 de agosto de 1412, otorgada por el rey Fernando I a Lope González de Cotes para representarle ante el Papa y la Curia Romana (ACA, Cancillería, Registros, Núm.2381, folios 3v-4r). Además, en el bulario de Benedicto XIII (#406) se halla una nota de diciembre 1412 que indica que Lope, figurando como procurador en la Curia Romana del rey de Aragón, es dispensado de la obligación de residencia en sus beneficios, con tal se halle al servicio del rey o instruyéndose en algún Estudio General, de manera que pueda percibir sus frutos y rentas como si personalmente residiere en ellos. Éstos, según registro aviñonés 341, folios 358-r, 359-r, comprendían canonjías, prebendas y beneficios en las iglesias, ciudades y diócesis de Cádiz, Segovia y Ávila, como más tarde canonjía con reserva de prebenda en la iglesia de Santa María de Valladolid. Atendiendo a las fechas, parece ser que los beneficios recibidos del papa y del rey se derivan de sus servicios de embajador, como clérigo jurista, en el contexto de los prolegómenos y acontecimientos del compromiso de Caspe. Me parece un tema suficientemente complejo y extenso, el de comprender el papel de un eclesiástico en la corte real y en la corte papal, y todo el sistema de prebendas y beneficios para su sostenimiento económico, como para dedicarle una entrega monográfica.
Una vez considerado el interés del Papa en la elección del monarca aragonés, creo importante mencionar también brevemente la dimensión ideológica presentista nacionalista en la interpretación históriográfica del Compromiso de Caspe por parte de historiadores catalanes. Se ha estudiado desde Cataluña durante el siglo XX el acceso al trono de Aragón de un Infante Castellano frente a las aspiraciones del Conde de Urgel como un “fracaso para los intereses catalanes” (recordemos que la Corona es de Aragón, no de Cataluña). De ahí se ha argumentado – R. Salicrú, 2017, p. 26 – que “Fernando de Antequera llegó al trono prácticamente por la fuerza de las armas”, con el potencial de la presión de sus recursos nobiliarios, sobre todo en tierras aragonesas y valencianas”. En una interpretación alternativa a la del uso de la fuerza, el Dr. Germán Navarro demuestra, como hemos visto, el gran interés del papa Luna en la elección de Fernando de Antequera y su papel decisivo en la misma.
Poniendo la lupa en Lope de Olmedo en este convulso momento histórico, vemos que, en las fuentes documentales y la historiografía, Lope de Olmedo aparece ya situado de manera muy destacada junto al infante Fernando de Antequera en este periodo, como su embajador ante el papa aviñonés Benedicto XIII, en el “negocio” de los derechos al trono aragonés del Infante castellano. De cuando ya era Mayor en la Orden de San Jerónimo (1418-1421), se conserva en la biblioteca del Monasterio de Guadalupe una carta de fray Lope al arzobispo de Toledo que arroja clara luz sobre las actividades de Lope como eclesiástico jurista al servicio de la corte real. Fray Lope escribe al arzobispo para pedirle mediación en un tema familiar. La carta está fechada el 8 de agosto, entre 1418 (puesto que Lope ya es General) y 1422 (muerte de Rojas (Coussemacker, 1994, tomo II p. 8-10) – aquí corregiríamos a Coussemacker: sería “y 1421”, cuando Lope deja de ser General. En esta carta habla largamente Lope de que había servido al rey de Aragón, Fernando I, que había muerto en 1416. Para él (para el rey) había ido muchas veces a ver al papa Benedicto XIII, y gracias estas embajadas, éste le obtuvo ciertas ventajas “que le tocauan de rressio su onra e estado a la bolsa”. Al mencionar las gracias apostólicas que recibió, Lope afirma que se debieron “por las rasones que yo fise e escriui e dispute en Barcelona”, como embajador de Fernando de Antequera ante el papa.
Creo que en esta fuente se basa el historiador Víctor Muñoz Gómez al citar a los procuradores que nombró el Infante para la defensa de sus derechos al trono de Aragón, por ser cita casi literal, pero, para el caso de Lope, corregida: “figuraban, además de Diego Gómez de Fuensalida, Fernán Gutiérrez de Vega, Pedro Díaz de Quesada, el doctor Juan Fernández de Acevedo y Lope González de Olmedo, bachiller en Leyes, “del cual no tenemos referencias posteriores”. Durante el tiempo en que estudié estas fuentes y bibliografía, fue la Dra. Concepción Villanueva Morte, especialista en diplomacia en la Corona de Aragón en la Edad Media, quien observó que a quien Jerónimo Zurita llama Lope Guillén de Olmedo es en realidad Lope González de Olmedo. Por su parte, Víctor Gómez considera que “cabe la posibilidad de que Lope fuera el encargado de representar al regente castellano en Valencia de un modo más estable, al menos en un primer momento. No obstante, la intensidad de los enfrentamientos que se vivían en este reino hasta la primavera de 1412 y el control que del mismo ejercían los urgelistas bien pudieran haber conducido a que allí la gestión diplomática pasara a un segundo plano frente a la oportunidad de la acción militar previa. La labor de estos emisarios resultó clave, sobresaliendo, por encima de las funciones más formales, del ejercicio diplomático propio de la prosecución de una candidatura al trono que se planteaba oficialmente como respetuosa hacia una resolución de justicia y de derecho al respecto libre de presiones externas, la importancia dada a la captación de apoyos entre los diferentes grupos de la fracturada sociedad política catalano-aragonesa, que se entendía fundamental a la hora de decantar el signo de la elección del futuro monarca, no escatimando en recursos negociadores de todo tipo, incluida la promesa de ayuda militar y de toda suerte de recompensas políticas, pecuniarias, territoriales y comerciales (Muñoz Gómez, V. 2015, pp. 878-879).
Para observar el papel de Lope en los prolegómenos del Compromiso de Caspe, vamos a detenernos en unas Instrucciones que le dirigió Fernando de Antequera en 1411. Se trata de un documento que, según indicaba en 1986 Josep Perarnau, ha pasado muy desapercibido, pero que es importante, pues muestra contactos en 1411 entre Fernando y el papa en relación al trono de Aragón.
Fue don Josemaría Revuelta Somalo el primero en llamar la atención sobre uno de los documentos personales que Lope González había llevado con él a Guadalupe al entrar en religión, en un artículo publicado en la revista Scripta Theologica en 1984; “un documento inédito singular” que llamó poderosamente su atención, “cuya publicación ofrecía al profesor don José Goñi Gaztambide”(Revuelta, 1984, p. 303-306); unas instrucciones recibidas por Lope González de parte del infante Fernando de Antequera, regente de Castilla y aspirante al trono de la corona de Aragón, cuestión que había de resolverse en el compromiso de Caspe (1412). En su artículo, además de ofrecer la transcripción completa del documento, Revuelta explicaba que se trata de “un papel sin fecha y sin lugar, original, y con la firma autógrafa del infante”, y emplazaba a los especialistas en Caspe a precisar la fecha.
Recogiendo el guante dejado por Revuelta, en 1986 Josep Perarnau ofrecía una datación aproximada; habida cuenta de que, en las Instrucciones, el infante menciona la vacante en la sede episcopal de Zaragoza, que se produjo el primer día de junio de 1411, consideraba lógicamente que habían de ser posteriores a ese día, y posteriores también al momento de la llegada de esa información a la corte de Castilla; junto con el hecho del traslado del Parlamento de Cataluña a Tortosa, Perarnau se inclinaba a pensar que las Instrucciones fueron escritas hacia los diez últimos días de junio de 1411 (Perarnau, 1986, p. 289).
Este documento original con las Instrucciones, cuya referencia en el archivo del monasterio es legajo 9, número 38, es un cuadernillo en papel de cuatro hojas, de 33´5 cm de alto y 15´5 cm de ancho. La primera hoja está manchada y el resto, en blanco, con restos de sello de cera en la contraportada.
De las cuatro instrucciones que ordena el infante a su embajador en el documento – que puede leerse completo en los artículos respectivos de Revuelta y Perarnau-, vamos a centrarnos en la tercera, la que más relación tiene con la persona y tarea diplomática de Lope de Olmedo, siguiendo la transcripción de Perarnau:
“In dey nomine amen. Lo que vos, Lope Gonçales, bachiller, mi familiar e procurador, auedes de desir de mi parte a nuestro sennor el papa, por vertud de la creencia, es esto (…): III. Iten, diredes a su sanntidat que, pues agora se an de ayunntar enn la general congregaçión, e su sanntidat tiene lugar para me ayudar en este negoçio de la subçesión, que plega a la su sanntidat de mandar a todos los perlados e personas eclesiásticas desos reingnos, que la su sanntidat entendiere que non son parciales nin fauorables a ninguno de los competidores e que guardarán mi justicia, que vayan luego a la dichan congregaçión e que los enncargue por tal guisa que ellos guarden mi justicia e me sean fauorables enn derecho, pues lo tengo, e aquellos que la su sanntidat entenderá que son sospechosos o parçiales, que los detennga consigo por algunas buenas maneras por que non ayan lugar de perturbar mi justicia. E suplicar le hedes de mi parte que plega a su sanntidat de me ayudar enn esto de la subçesión, pues su sanntidat lo puede bien faser e viene agora a punto en que lo él pueda bien faser. Ca, si agora en esta congregaçión él non me ayuda, después bien tengo que tarde o nunca vendrá otro tal así en que me él pueda ayudar en este negoçio. E que aquí deue demostrar su sanntidat el amor que él conmigo tiene e deue trabajar por que yo encançe mi justicia. E todo lo que yo he e ouiere, todo es presto para su serviçio (…). E sobre todas estas cosas suplicaredes al dichon sennor papa e trabajaredes quanto pudiéredes para que su sanntidat sobre estas cosas prouiere o vos respondiere.”
En las Instrucciones, afirma el Dr. Germán Navarro Espinach (Specula, n.º 7, septiembre 2023, 135-179, ISSN-e: 2792-3290), por medio del embajador Lope, Fernando solicitaba a Benedicto XIII que le ayudara a conseguir la sucesión al trono de la Corona de Aragón, a cambio de garantizarle, entre otras cosas, la obediencia de las principales coronas hispánicas y el apoyo militar frente al estado de sitio con que las tropas francesas estaban sometiendo al palacio pontificio de Aviñón, cuya capitulación se produjo en el mes de septiembre de ese mismo año (Perarnau, 2014, pp. 37-40). Es importante notar cómo el infante apela al buen hacer de Lope para transmitir el mensaje al papa y conseguir lo que le pide: “Lo que vos, Lope Gonçales (…) auedes de desir de mi parte a nuestro sennor el papa”; “E suplicar le hedes de mi parte”; “E sobre todas estas cosas suplicaredes al dichon sennor papa e trabajaredes quanto pudiéredes para que su sanntidat sobre estas cosas prouiere o vos respondiere”. Porque Lope González no es un correo, un mensajero, que debe simplemente entregar a Benedicto XIII estas instrucciones; sino que es un embajador. Es Lope quien recibe las instrucciones y debe emplearse en sus habilidades diplomáticas para conseguir de él lo que pide el infante. Unas habilidades por las que incluso sus detractores, como fray José de Sigüenza, cronista de la Orden de San Jerónimo, destacan la importante figura de Lope; y que le llevó, después de ser embajador al servicio del infante, a trabajar al servicio del papa en el palacio apostólico. El bagaje diplomático y las redes sociales de Lope en el mundo y en la Iglesia pudieron haber influido, según aventura Sophie Coussemacker, en su posterior meteórica ascensión en la Orden de San Jerónimo. Aunque eso ya forma parte de la segunda vida de Lope González, la de monje.
Benedicto XIII ejercía el principio de autoridad sobre los compromisarios eclesiásticos de Caspe como sumo pontífice (Gimeno, 2012, pp. 229 y 422). En la sesión de los compromisarios del 10 de mayo de 1412 se leyó una carta de la reina Violante de Bar, fechada el 26 de abril, en la que denunciaba la parcialidad del papa Luna sobre el proceso de sucesión, hasta el punto de no querer reconocerlo ya como verdadero pastor universal y vicario de la Iglesia. Decía que la lista de compromisarios estaba compuesta en su mayoría por personas cercanas al papa Luna. La crónica de Martín Alpartil ofrece un relato escueto de lo sucedido, haciendo constar que el pontífice fue el promotor del procedimiento decisorio que se llevó a cabo en Caspe y que las reuniones de los compromisarios se desarrollaron, en efecto, como si fuese un cónclave papal: ad modum conclavis papalis in castro ville Caspe collocarentur (Sesma y Agudo, 1994, p. 226).
El 23 de junio del año 1412, el fraile dominico Vicente Ferrer comunicó el resultado del compromiso de Caspe. Fernando de Antequera estaba en esos momentos en Ayllón. Los procuradores de Caspe vinieron a decirle que ya era rey. Y su primer gesto fue viajar a Morella a darle las gracias a Benedicto XIII (Suárez Fdez, 2002, 275).
Hasta aquí, he tratado de realizar una exposición detallada de los documentos que se refieren a Lope de Olmedo en el Compromiso de Caspe y he intentado contextualizar la situación para una mejor comprensión del momento político y eclesial. Creo no equivocarme al afirmar que es la primera vez que se recogen en un texto las diferentes fuentes dispersas que mencionan a Lope, sin relación unas con otras, para trazar su trayectoria diplomática en la corte, tarea comenzada con la entrega anterior y que continuaremos en la siguiente.
Está claro que Lope no fue único en estas tareas diplomáticas siendo clérigo al servicio de la corona, pues existieron clérigos de mayor rango eclesiástico (obispos) bien conocidos y documentados como colaboradores de Fernando de Antequera en sus empresas tanto bélicas como diplomáticas. Trataremos de ello en la próxima entrega. Pero sí fue ciertamente un personaje singular que se desenvolvió con soltura en los más altos niveles diplomáticos de las cortes real y papal.
Existe una procuración, fechada en Cariñena el 2 de agosto de 1412, otorgada por el rey Fernando I a Lope González de Cotes para representarle ante el Papa y la Curia Romana (ACA, Cancillería, Registros, Núm.2381, folios 3v-4r). Además, en el bulario de Benedicto XIII (#406) se halla una nota de diciembre 1412 que indica que Lope, figurando como procurador en la Curia Romana del rey de Aragón, es dispensado de la obligación de residencia en sus beneficios, con tal se halle al servicio del rey o instruyéndose en algún Estudio General, de manera que pueda percibir sus frutos y rentas como si personalmente residiere en ellos. Éstos, según registro aviñonés 341, folios 358-r, 359-r, comprendían canonjías, prebendas y beneficios en las iglesias, ciudades y diócesis de Cádiz, Segovia y Ávila, como más tarde canonjía con reserva de prebenda en la iglesia de Santa María de Valladolid. Atendiendo a las fechas, parece ser que los beneficios recibidos del papa y del rey se derivan de sus servicios de embajador, como clérigo jurista, en el contexto de los prolegómenos y acontecimientos del compromiso de Caspe. Me parece un tema suficientemente complejo y extenso, el de comprender el papel de un eclesiástico en la corte real y en la corte papal, y todo el sistema de prebendas y beneficios para su sostenimiento económico, como para dedicarle una entrega monográfica.
Publicado en InfoVaticana el 9/6/2024.
Comentarios
Publicar un comentario