Aunque hoy en día sólo los conocedores de la historia de la Orden de San Jerónimo saben quién fue Lope de Olmedo, éste fue mucho más que un monje reformador en el primer tercio del siglo XV; de hecho - y así lo intento probar en estas entregas-, vivió una vida trepidante, en la que uno de los aspectos fascinantes es que parece haber tenido la virtud de estar en un lugar justo cuando en ese momento ocurrían allí cosas importantes. Lo veremos en numerosas ocasiones, comenzando hoy con su paso por la Universidad de Salamanca en los años en que el Papa Luna se dedicó a promocionarla.
1.-La Universidad de Salamanca a finales del siglo XIV e inicios
del XV
Me basaré
para ofrecer unas breves pinceladas de historia de la Universidad de Salamanca
desde su fundación hasta el momento en que Lope estudió en ella (1398-1403
aproximadamente) en el artículo titulado “Los juristas de Salamanca en el siglo
XV”, de Salustiano de Dios, encuadrado en la obra colectiva “Los juristas de
Salamanca a partir del siglo XV”, de 2012. En el artículo, el autor remite a la
fundación de la Universidad de Salamanca en diciembre de 1218, gracias al
beneplácito del rey leonés Alfonso IX, mientras que su definitiva reafirmación
se dio con la llamada magna carta de Alfonso X de 1254, ya unidos los reinos de
León y Castilla. Durante su primer siglo de existencia, hasta fines del siglo
XIV, la Universidad de Salamanca fue un Estudio casi exclusivo de juristas, de
canonistas y legistas, que coexistían con otras escuelas de cariz preparatorio.
Por los últimos años del siglo XIV y los primeros del siglo XV, todo da a
entender que en Salamanca se estaba produciendo el salto desde un estadio preliminar
de subsistencia a una situación de consolidación. La enseñanza de la teología,
como en París, así lo indicaría, y la fundación de un Colegio (el Colegio Mayor
de San Bartolomé), predominantemente para juristas, a imitación de Bolonia, lo
corroboraría. Ello se debió al contexto
del Gran Cisma de Occidente, pues los papas tuvieron un enorme interés en
atraerse la voluntad de las universidades y sus doctores, en teología y en
derecho, quienes por los saberes e influencias de que disponían gozaban de capacidad
para arrastrar de paso las fidelidades de sus monarcas y reinos. Con fecha 13
de octubre de 1379 se le concedió al cardenal Pedro de Luna la potestad para
fundar o ampliar Estudios Generales en el territorio obediente a Clemente VII
en Aviñón, condición pensada y utilizada en beneficio de la Universidad de
Salamanca. En este ámbito deben considerarse las constituciones del benefactor
y reformador Pedro de Luna en 1381 y 1411, las primeras no conservadas y las
últimas, otorgadas por él siendo papa con el nombre de Benedicto XIII, de la
obediencia de Aviñón.
Fueron los
años de la consolidación de la Universidad de Salamanca; coincidiendo con la
época en la que Lope de Olmedo estudió allí derecho civil (o, tal vez, Lope
estudió en esta Universidad después de haber estudiado en Italia porque su
prestigio estaba en auge. Es algo que no podemos saber). De entre los años 1381
y 1404 se conservan diversos rótulos de expectativas clericales. Como hace
notar Salustiano de Dios en la obra citada sobre los juristas de Salamanca, “no
eran documentos aislados estos rótulos de privilegios pontificios, sino que
están bien concatenados con un conjunto de factores que han permitido hablar de
una nueva etapa en el devenir de la academia salmanticense, y con ella de las
enseñanzas de derecho, la de su consolidación, con el hilo conductor del papado”.
Así pues, en
los albores del siglo XV la Universidad de Salamanca comenzó a despuntar, en
momentos de inestabilidad política y eclesiástica. El predominio a principios
del siglo XV era de estudiantes de derecho canónico frente a los del derecho
civil, por más que progresivamente, a medida que avanzaba el siglo, las
cátedras de los legistas fueron equiparándose en número a las de los canonistas.
Aun cuando no eran escasos los que cursaban estudios en ambos derechos y se
graduaban in utroque, ya desde el
siglo XIII, cuando se comenzaron a quitar a los clérigos impedimentos para
estudiar el derecho civil y poco a poco se dieron los pasos efectivos para que
los graduados bachilleres en un derecho obtuvieran con relativa comodidad el
bachilleramiento y licenciatura en el otro. Tampoco era infrecuente, en
especial en la primera mitad del siglo XV, la acumulación de los grados de
derecho con los de teología, con la particularidad de que los estudios de
teología, a diferencia de los jurídicos, exigían previamente los de artes, lo
cual suponía un atesoramiento de casi todos los saberes cultos de aquellos
tiempos.
No
puede pasarse por alto lo que significó en este proceso la creación a inicios
del siglo XV del primer Colegio Mayor, el de san Bartolomé, gracias al
mecenazgo de Diego de Anaya, que tenía muy presente como modelo el Colegio de
san Clemente de Bolonia. El Colegio atendió desde un principio fundamentalmente
a las necesidades de los juristas. La fundación de este primer Colegio Mayor en
Salamanca es un síntoma claro de que la Universidad estaba cobrando un nuevo
impulso desde finales del XIV, pero tampoco es secundario el hecho de que ya se
estuviera pensando por entonces contar con edificios propios donde impartir las
diversas enseñanzas, según se apuntaba en las Constituciones de Benedicto XIII
de 1411. Porque hasta entrado el siglo XV, tanto las escuelas viejas de Leyes y
Cánones como las nuevas, de últimos del XIV, por la época de Pedro de Luna,
estuvieron ubicadas en solares pertenecientes al cabildo catedralicio
salmantino. La mención del Colegio Mayor no es gratuita cuando estudiamos en
concreto la figura de Lope de Olmedo, puesto que años más tarde, en 1429, y
debido a su relación con la Universidad en los años que ahora tratamos, Lope
fue enviado allí por Martín V a solucionar el desorden que reinaba.
2.-Una
fuente documental de primer orden: el Bulario de la Universidad de Salamanca
(1219-1549)
En
1966, tras veinte años de laboriosa investigación, el historiador dominico
Vicente Beltrán de Heredia (1885-1973) publicó en tres tomos el Bulario de la
Universidad de Salamanca, que
comprende un lapso temporal dilatado, de 1219 a 1549. Con las pocas bulas
conservadas en los archivos de Salamanca, sobre todo en relación a los tres
primeros siglos de existencia de la institución universitaria, el P. Beltrán de
Heredia se lanzó a una inmensa labor de búsqueda y recopilación documental en
archivos nacionales y extranjeros, sobre todo, el entonces llamado Archivo
Secreto Vaticano (en la actualidad Archivo Apostólico Vaticano), con el fin de
fundamentar una historia documentada de la Universidad de Salamanca.
La
ingente labor del dominico quedó bien reflejada en la recensión que dedicó al
Bulario fray Justo Pérez de Urbel en la revista Hispania Sacra, donde ponderó cómo Beltrán de Heredia se había
basado en documentación pontificia, que era casi enteramente inédita; cómo
había revisado millares de volúmenes en el Archivo Vaticano, cerca de 1.500
documentos emanados de la curia pontificia en los cuales se encontraba una inmensa cantidad de
datos que pudieran interesar a la historia de la Universidad de Salamanca del
s. XIII al XVI, así como también para la Iglesia de España y la historia
social, política y cultural del país (Pérez, 1967, p. 7).
Vicente
Beltrán de Heredia presentó un amplio estudio previo a las bulas en el primero
de los tres volúmenes, explicando el trabajo, el valor heurístico otorgado a las fuentes y planteando
cuestiones preliminares, dos de las cuales es de interés mencionar aquí: el
tema beneficial y los homónimos presentes en el bulario.
En primer lugar, el autor plantea la cuestión del predominio del
tema beneficial y la protección escolar en la Edad Media. Explica el P. Beltrán
de Heredia (Beltrán de Heredia, 1966, pp. 25 y ss) que, durante los siglos XIV-XVI, los
registros pontificios de Súplicas, el Vaticano, el Aviñonense y el Lateranense
dedican casi nueve décimas partes a la provisión de beneficios y a los
reajustes que de ahí se derivan; realidad que se debe a la centralización y a
la reserva de las provisiones beneficiales, que llega a su apogeo durante el
pontificado de Aviñón. El personal que ocupará los cargos de la curia real y
pontificia sale, en un alto porcentaje, de las universidades. Hallamos entre las escrituras las
promociones a cargos y beneficios altos y bajos de graduados, a veces con la
enumeración detallada de sus estudios, méritos y características personales y
de familia, “material excelente”, afirma Beltrán de Heredia, para elaborar sus
biografías. El beneficio de un cargo eclesiástico, con o sine cura, significaba para el clérigo tonsurado poder asegurarse
un sustento material básico al tiempo que estudiaba. De hecho, durante la Baja
Edad Media el personal académico, fuese o no específicamente eclesiástico,
disfrutaba de la casi totalidad de los privilegios del clero; pero, en su mayor
parte, clérigo y beneficio parecen ser dos formalidades correlativas. La
inmensa mayoría de esos clérigos no tenían más que la tonsura, con la cual
quedaban habilitados para poseer beneficios (Beltrán de Heredia, 1966, p. 31);
como presbíteros
circunstanciales entraban a participar de los beneficios lo mismo que los
clérigos por vocación auténtica. En principio, los beneficios se les conferían,
fuesen circunstanciales o de vocación, indistintamente (Beltrán de Heredia,
1966, I, p. 31). Teniendo que residir en el estudio, cuando el beneficio
exigía residencia, en parte al menos quedaban privados de los frutos como
ausentes, si bien es cierto que los puestos que se conferían a estos nuevos
clérigos, ordinariamente no implicaban la obligación de morar en el sitio elegido. Los beneficios eran, pues, la
manera en que la Iglesia procuraba que los clérigos pudieran formarse en el
ámbito universitario.
En segundo lugar, en el Bulario
se hace referencia a diversos grupos de homónimos y otros matices biográficos y
académicos de personajes relacionados con la Universidad de Salamanca. El P. Beltrán de Heredia señalaba que “aunque
incompleta, tenemos hoy como fuente principal, insustituible y casi única para
la historia antigua de nuestra Universidad el bulario elaborado a base de los
Registros vaticanos” (Beltrán de Heredia, 1966, p. 39); en él procuró incluir
la información documental sobre las instituciones y personal académico, como
fundamento para rehacer la historia. Para facilitar al lector el trabajo de
confrontar documentos afines que le informen acerca de antecedentes y
consiguientes de personajes poco conocidos, el autor añadió en
notas las indicaciones oportunas que permitían relacionar unas piezas con otras
sin necesidad de recurrir en cada caso al índice onomástico, situado al final
del último tomo.
Muchos de los personajes que se
citan fueron sujetos anónimos; otros, en cambio, quedaron perfectamente
contextualizados para poder seguir sus pasos en busca de nuevos derroteros. Con
la aportación del bulario, en que diversos personajes aparecen repetidas veces,
se ensanchaba notablemente el estado de conocimientos sobre el curso de su vida
y el desarrollo de sus actividades. Trazada de nuevo la imagen de su
personalidad y situados en el campo histórico de relaciones con sus coetáneos,
se daba la posibilidad de trazar vínculos para ir elaborando la cadena que
llevase a reconstruir el cuadro de sus andanzas (Beltrán de Heredia, 1966, p.
42); encontramos figuras de celebridad literaria o académica cuyos nombres
persisten en él a lo largo de décadas y están representadas con varios actos.
Declara Beltrán de Heredia que “la exégesis, función delicada, exige estar
familiarizado con la índole especial del diploma y saber distinguir entre lo
esencial y lo accesorio, sin despreciar detalles en apariencia mínimos en que
tal vez se encierra la información adecuada que buscamos; por ejemplo, la nota
diferencial entre dos homónimos, el carácter de un beneficio, la forma de
acceso al mismo y validez o nulidad del acto” (Beltrán de Heredia, 1966, p.
40). Afortunadamente, la colección del bulario presenta variedad de piezas
sobre el mismo tema cuando el asunto lo merece, y suministra material
suficiente para la futura elaboración de relatos biográficos, sirviendo de guía
para evitar desorientaciones, algunas graves, como la fusión de dos o más
personajes en uno cuando, fiados de la homonimia, se identifican sin más
sujetos que sólo tienen de común el nombre. En biografías e historias
elaboradas con abundancia de información es fácil librarse de ese escollo. Pero
cuando caminamos un poco a tientas por terreno inexplorado, la identidad de
nombres induce fácilmente a
suponer identidad de sujetos, puesto que no es raro tropezar con homónimos que
corresponden a individuos contemporáneos, oriundos de la misma ciudad, diócesis
y hasta de la misma profesión, estado y dignidad (Moxó y Montoliú, 2005-2006,
pp. 338-340).
3.-Lope
González de Olmedo en la Universidad de Salamanca
En 1403, a la edad de 33 años, aparece su
nombre en el Bulario de la Universidad de Salamanca, nombrado en el rótulo de
Benedicto XIII para dicha universidad, datado del 19 al 23 de octubre (número 341). Se le cita en el puesto número 8 como Luppi Gundisalvi de Olmeto, clérigo de la diócesis de Ávila que
estudió derecho civil en la Universidad de Salamanca durante un quinquenio, y
consiliario en dicha universidad (ítem
Luppi Gundisalvi de Olmeto, cler. Abulen. dio., qui in studio Salamantin per quinquennium jura civilia
audivit, consiliario ejusdem studii, de benef. s.c. eccl. Salamantin). En ese mismo año, aparece también nombrado
en el citado bulario, con fecha del 21 de octubre, como receptor de “gracias y
beneficios especiales” en la catedral de Ávila por parte de Beatriz, reina de
Castilla, León y Portugal. Sobre esta cuestión, Víctor Muñoz afirma que “(Lope),
inicialmente vinculado al entorno de la reina Beatriz de Portugal, viuda de
Juan I de Castilla, habría pasado al servicio del infante Fernando”, si bien no
aporta más datos ni fechas al respecto. De la etapa de la vida de Lope en la
corte real trataremos en las siguientes entregas.
Una vez identificado Lope de Olmedo en el
Bulario, en las siguientes líneas procederemos a distinguirle de otros
personajes de nombre similar, con los que en ocasiones se le ha confundido.
Comencemos viendo cómo esta confusión no afecta exclusivamente a nuestro
personaje.
3.1.-La problemática de la homonimia en el
Bulario
El P. Beltrán de Heredia ya nos avisa de que
“si nos trasladamos a las centurias bajomedievales en que escasea el material
para elaborar la biografía de estas personalidades, hay que aproximarse a la
información con precaución”. El mismo autor da pistas para ayudar a saber
identificarlos o distinguirlos, como son las notas individuantes y las
características beneficiales señaladas en las no obstancias, que figuran casi
siempre al final de las súplicas, donde el interesado va expresando los
beneficios que posee con propiedades de cada uno (Beltrán de Heredia, 1966, p.
41). A fin de evitar confusiones en el profesorado de varios grupos de
homónimos que intervienen en la Universidad por aquellos años, Beltrán de
Heredia detalla las referencias de cuatro grupos: los Juan González; los Pedro
Fernández; los Fernando Martínez;
y los Juan Alfonso.
Sin embargo, existe, entre otros, un grupo de homónimos
razonablemente numeroso, los Lope
González, sobre los que solamente comenta que “sería demasiada coincidencia
que dos o más del mismo nombre y apellido tuvieran la misma clase de beneficios
en determinadas iglesias, por ejemplo, que dos Lope González legistas tuvieran
beneficios en Cádiz en tiempo del Papa Luna; y, sin embargo, se dan estos
casos, y para diferenciarlos hay que apurar en las notas individuantes de cada
uno. En el primer caso uno lleva por segundo apellido de Cotes y el otro de
Olmedo. Sirvan estas indicaciones para justificar la reproducción de documentos
similares que permiten identificar o distinguir a los homónimos. Y es aquí
donde vamos a entrar en detalles, contrastando con otras fuentes que nos
permitirán observar de manera más clara las identidades de estos homónimos.
3.2.-
Los homónimos Lope González
En
el índice onomástico del Bulario de la Universidad de Salamanca aparecen un
total de seis personas con el nombre de Lope
González (Beltrán de Heredia, 1966, p. 564):
1.
Lope González (1461), canónigo de Coria, jefe
de una de las facciones existentes en la población, muerto en el encuentro con
sus contrarios, #1192.
2.
Lope González de Acebedo (1415), clérigo
salmantino, canónigo de León, estudiante de leyes en la Universidad, #507.
3.
Lope González de Aller (1394), noble, canónigo
de Oviedo, estudiante de cánones en Aviñón, #226.
4.
Lope González de Cotes (1415). Arcipreste de
Olmedo y arcediano de Ledesma, doctor en leyes y auditor de causas en el
palacio apostólico, ingresa en la Cartuja, #495, #496; cantor de Coria y
arcediano de Écija, #499, #505.
5.
Lope González de Olmedo (1403). Clérigo de la
diócesis de Ávila, bachiller en leyes por Salamanca, consiliario de la
Universidad; #423, #335, #341 (8); canónigo de Cádiz, #439; prepósito general
de los jerónimos, redacta una regla para la Orden basada en los escritos de san
Jerónimo que no es aceptada por el capítulo general de Milán, #882.
6.
Lope González de Oviedo (1450). Canónigo de
Oviedo, se le concede el arcedianato de Villaviciosa, del que se priva a Juan
Alfonso de Segovia, #1122.
Nada
voy a decir de Lope González, canónigo
de Coria, de Lope González de Oviedo y de Lope González de Acebedo. Todos ellos
pueden descartarse por las fechas (los dos primeros, porque Lope falleció en
1430; y el tercero, porque 1415 es el año de entrada de Lope en el monasterio
de Guadalupe, confirmado por su testamento). Voy a centrarme en deshacer la
inexactitud atribuida por José Luis Durán Múzquiz a Lope González de Aller y
Lope González de Olmedo (Durán, 1984, p. 324), de la que traté brevemente en la
entrada anterior y aquí voy a ampliar; y a revisar las aparentes diferencias
entre Lope González de Cotes y, de nuevo, Lope González de Olmedo,
recurriendo a fuentes distintas a las consultadas por Vicente Beltrán de
Heredia.
3.3.-Lope
González de Aller y Lope González de Olmedo
Observamos que la estructura de su nombre es
común: nombre, apellido y lugar de procedencia. Es en esta tercera parte, el
lugar de procedencia, en que se diferencian cinco de los seis personajes
nombrados en el bulario como Lope González (excepto el primero, que tan sólo es
referido con nombre y apellido), y donde se originan las confusiones. En el
caso que nos ocupa, José Luis Durán
Múzquiz situó a Lope González de Olmedo en su tesis doctoral como estudiante de
leyes (derecho canónico) en Aviñón en 1394 según un rótulo que el Estudio aviñonés presentó a Benedicto XIII con la lista de 198 estudiantes
aragoneses y castellanos publicado en AST. En ella, aparece citado con
el número 9 Lupus Gundisalvus de Aller, “can.
Astoricen., de no. gen., studens in iure can., de canonicatu Palentin. et
prestimoniis usque ad LX lib. tur., non obstante
canon. Astoricen. cum prestimoniis,
necnon parochiali ecd. s. Marie de Maiorica Legionen. quam paratus
est dimittere [f. 6]” (Rius, 1934, p.
5). Parece tratarse de una confusión del
autor entre Lope González de Aller y su homónimo Lope González de Olmedo, a
quienes Durán Múzquiz considera la misma persona. Aller es un enclave en
Asturias, lo cual coincide con el hecho de que esta persona fuera canónigo de
esta diócesis, como indica la lista. En el bulario de la Universidad de
Salamanca, Beltrán de Heredia recoge en el número 3 de los Lope González en el índice onomástico (Beltrán de Heredia, 1966, p.
564) a Lope González de Aller (1394), como “noble, canónigo de Oviedo,
estudiante de cánones en Aviñón”, #226, siguiendo el mismo rótulo del Estudio
de Aviñón de 1394 a Benedicto XIII. Y, si bien, son coetáneos, como afirmamos
en la anterior entrega, parece tratarse de dos personas distintas, pues todo
indica a que las fechas en que el rótulo
sitúa a Lope González de Aller en Aviñón (1394), Lope González de Olmedo habría
sido estudiante de derecho canónico en la Academia de Perugia, en Italia.
3.4.-Lope
González de Cotes y Lope González de Olmedo
Mientras
que en el caso anterior hemos podido aclarar que Lope González de Aller y Lope
González de Olmedo no son la misma persona, como consideró José Luis Durán Múzquiz, parece ser que en el caso de
los homónimos citados en el bulario de la Universidad de Salamanca como Lope
González de Cotes y Lope González de Olmedo nos encontramos con la situación opuesta,
es decir, que estamos ante el mismo personaje, citado con dos patronímicos
distintos.
Si repasamos los ítems que tratan sobre Lope
González de Olmedo observamos que los números #335 y #341 corresponden al año
1403, mientras que las piezas #423 y #439 son de 1410 y 1411, respectivamente.
En las dos últimas, Lope de Olmedo es referido como “bachiller en leyes”. Otra
entrada, la #882, trata de un periodo muy posterior, del que luego hablaremos.
En cuanto a Lope González de Cotes, se describe en el índice onomástico del
bulario de la siguiente manera: Lope González de Cotes (1415). Arcipreste de Olmedo
y arcediano de Ledesma, doctor en leyes y auditor de causas en el palacio
apostólico, ingresa en la Cartuja, #495, #496; cantor de Coria y arcediano de Écija,
#499, #505 (Beltrán, 1966, p. 564). Lo que sobresale es que las cuatro piezas
están datadas el mismo año, 1415, Lope González de Cotes es descrito como
doctor en leyes (mientras que Olmedo era descrito como “bachiller”) y auditor
de causas en el palacio apostólico. Beltrán de Heredia refiere en el índice que
Lope González de Olmedo fue prepósito general de los jerónimos, mientras que
Lope González de Cotes “ingresa en la Cartuja” (Beltrán de Heredia, 1966, p.
564).
Pareciera
pues que estamos ante dos personas distintas. Pero esto cambia al contrastarlo
con el testamento de fray Lope de Olmedo, fechado el 19 de abril de 1415, que
se encuentra en el Archivo del Monasterio de Guadalupe, legajo 45, en el que se
refiere a sí mismo como “ego Luppus Gundisalvi de Cotes legum doctor,
familiaris et capellanus domini nostri papae (…) sacri palacii indignisimus”.
¿Dónde
está pues la confusión en el Bulario que hace pensar que Lope González de Cotes
y Lope González de Olmedo son
dos personas distintas? Se trata de una sencilla cuestión de fechas, a la que
se le añade la confusión del uso de un patronímico distinto: si repasamos los
ítems que tratan sobre Lope González de Olmedo, observamos que los números #335
y #341 corresponden al año 1403, mientras que las piezas #423 y #439 son de
1410 y 1411, respectivamente. Lope González de Olmedo era “bachiller en leyes”
(las bulas referidas a él alcanzan hasta 1411) hasta que obtuvo el doctorado en
leyes (las referidas a Lope González de Cotes son ya de 1415), como sostiene
otro de los documentos personales de Lope que se conservan en el archivo del
monasterio de Guadalupe; en este caso, las “escripturas de frey Lope de Olmedo.
De cómo fue ordenado de doctor” (Archivo del Monasterio de Guadalupe, leg. 69),
fechado el 13 de enero de 1412. Aún otros documentos confirman la
identidad de Lope González de Cotes y Olmedo, tanto en Guadalupe como en el Archivo de la Corona de Aragón. Por
si resulta de interés para ampliar la información, he tratado de ello en un
artículo en la Revista del Real
Monasterio de Guadalupe (Abellán,
2022, pp. 15-19), pero considero que para este texto los argumentos señalados
aportan suficiente aseveración.
Por otra parte, a partir de la
descripción que hace el P. Beltrán de Heredia en el índice onomástico pareciera
que estas dos personas ingresaron en órdenes religiosas distintas: Lope
González de Olmedo en los jerónimos y Lope González de Cotes, en la Cartuja;
sin embargo, si nos atenemos al original en latín, se refiere a la profesión en
la Cartuja como “fiendam”, todavía
por realizar. ¿Tal vez la intención de Lope González de Cotes fuera entrar en
la Cartuja pero finalmente ingresó en el monasterio jerónimo de Guadalupe? Es
sólo una hipótesis, pero tiene sentido a tenor de los datos expuestos.
No
está de más considerar que Vicente Beltrán de Heredia no ha sido el único en
caer en la confusión de Lope
González con respecto a la Cartuja y la Orden de san Jerónimo. Ya los cronistas
jerónimos habían afirmado en siglos anteriores que fray Lope había abandonado
la Orden de San Jerónimo para ingresar en la Cartuja. Fray Pedro de la Vega
resumió en su crónica escrita en la primera mitad del Quinientos lo que sucedió
al no ser reelegido Lope como General de los Jerónimos en 1421: “… el trienio
de fray Lope cumplido, salióse de la orden y entró en la de Cartuxa y dexándola
después con algunos religiosos que seguían su parecer ordenó otra manera de
vivir debaxo del apellido y nombre de la orden” (Vega, tomo II, p. 3). Por su
parte, fray José de Sigüenza manifestó a finales del s. XVI en su Historia de la Orden de San Jerónimo que
el mismo Lope dejó la Orden de San Jerónimo en 1422 e ingresó en la Cartuja al
no ser aceptada en ese año su propuesta de reforma: “Salióse de la orden y
fuese a la Cartuja (…). No he hallado en qué casa tomó el hábito (…). Entró en
la Cartuja fray Lope y como la mudanza no parecía muy de la diestra del Señor,
perseveró pocos días en ella (…). Salióse de la Cartuja, tornóse a vestir los
hábitos de San Jerónimo; no sé cómo, porque todo esto lo hacía sin licencia”
(Sigüenza, 2000, pp. 374-375). Y fray Francisco de San José convino dos siglos
más tarde en su Historia del Monasterio
de Guadalupe (Madrid, 1743, p. 236) que Lope vivió en la Cartuja de El
Paular, donde el prior era hermano suyo (citado por Durán, 1984, p. 328).
Aunque los cronistas realizan estas aserciones, ni Revuelta Somalo ni Durán
Múzquiz habían encontrado a mediados de 1980, durante su ingente labor
de búsqueda documental sobre los inicios de la Orden de San Jerónimo,
testimonios de la época que lo corroborasen (Durán, 1984, p. 328).
El
actual prior de El Paular (hoy monasterio benedictino) afirma que tras la
desamortización de 1835 no quedó ninguna documentación in situ. Tras una visita al Archivo Histórico Nacional (Madrid) en marzo de 2023, no
he encontrado referencia alguna, de momento, a ningún Lope González, ni de
Cotes ni Olmedo.
4.-Concluyendo
Notamos, al igual que en la entrega anterior,
cómo, a una afirmación breve (Lope González de Olmedo estudió derecho civil en
la Universidad de Salamanca) le siguen infinidad de preguntas que en ocasiones
no encuentran respuesta en las fuentes. En esta etapa de estudios de Lope en la
Universidad de Salamanca comprobamos de manera irrefutable su paso por la
misma, al tiempo que es necesario proceder a un desbrozo y distinción de
personajes, tarea fascinante y agotadora al mismo tiempo.
Permanecen aún sin respuesta cuestiones
importantes, a falta de otras fuentes, en la reconstrucción biográfica de Lope
de Olmedo. Sería por ejemplo muy interesante poder saber si Lope conoció al
Papa Luna en su etapa en Salamanca o si le conocía ya (si en los años de la
década de 1390, de la que tantos datos nos faltan, Lope pudo haber pasado por
la corte pontificia en Aviñón); así como, igual que para el caso de sus
estudios de derecho canónico en Perugia, saber quién envió a Lope a estudiar a
Salamanca. Pero no tenemos información al respecto. Seis siglos nos separan del
personaje. Estamos comenzando una labor de reconstrucción biográfica que puede
seguir completándose, casi como un puzzle,
por piezas, con el hallazgo de fuentes hasta ahora desconocidas.
Con estima y agradecimiento a Fernando
Pastor,
por su
amor a los Jerónimos y su ayuda en el trabajo con el Bulario
Este texto incorpora correcciones de la Dra.
Concepción Villanueva Morte
Publicado en InfoVaticana el 21/4/2014
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