Cuando, en verano de 2020, comencé la investigación para la realización de una tesis doctoral en el departamento de Historia Medieval de la facultad de Historia de la Universidad de Barcelona sobre la reforma que había intentado fray Lope de Olmedo en la Orden de San Jerónimo, conocía sobre él lo que se había dicho desde dicha Orden: que fray Lope había intentado reformar la Orden en el primer tercio del siglo XV, cuando contaba con sólo cincuenta años de existencia; que esta pretensión había sido unánimemente rechazada por los monjes jerónimos (por innecesaria); y que, debido a su íntima amistad con el Papa Martín V, fray Lope de Olmedo había logrado fundar una nueva orden, produciéndose así la escisión de los jerónimos en dos ramas a partir de 1429. Y que la rama fundada por fray Lope nunca llegó a “despegar”, acabando absorbida por la Orden de San Jerónimo en 1567, por mandato de Felipe II.
Mi idea inicial era sacar a la luz el carácter de la reforma que pretendía fray Lope en la Orden de San Jerónimo (en adelante, OSH, Ordinis Sancti Hieronymi): las causas que le llevaron a tomar tal decisión y sus objetivos; si “los orígenes” a los que pretendía devolver a la OSH era la comunidad monástica de san Jerónimo en Belén en el s. IV o la fundación de la Orden en 1373 en Lupiana (Guadalajara); y la espiritualidad de la nueva orden que fundó, a partir del análisis de la Regla de San Jerónimo, que fray Lope compuso extractando los escritos de san Jerónimo sobre la vida monástica y Martín V aprobó en 1428.
Las directoras del proyecto proponían que la investigación estuviera dirigida a aportar un enfoque novedoso de la historia social y de la espiritualidad, destacando las “redes sociales” en las que se movió fray Lope para averiguar las posibles influencias en su iniciativa reformadora. A todas luces, al proponer fray Lope una vida más rigurosa y penitente, parecía tratarse de una reforma en la línea del movimiento observante que estaba produciéndose en otros institutos religiosos en el mismo periodo. La investigación comenzó con muy buen pie en el curso 2020/21. Aun con las restricciones para visitar archivos y bibliotecas impuestas por los diversos confinamientos durante la pandemia, hallé valiosísima documentación y bibliografía. Desde que finalizara la licenciatura en 2002 y obtuviera la suficiencia investigadora en la misma época, y habiendo vivido apartada del mundo académico durante casi dos décadas, desconocía la ingente labor de digitalización que se ha llevado a cabo en archivos y bibliotecas públicos y privados, que fue clave para poder localizar y hacerme con copias de bulas, estatutos, Ordinario, correspondencia y otros documentos relativos a fray Lope. En la biblioteca del Real Monasterio de Guadalupe, don Antonio Ramiro, archivero y cronista oficial del monasterio fue desde el principio una grandísima ayuda. El archivo no está digitalizado, pero pude visitarlo y trabajar muy libremente allí durante unos días. La Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial alberga auténticas joyas sobre fray Lope y su Orden, copias de siglos posteriores en su mayoría; y del Archivio di Stato di Roma pude recibir diversas bulas de Martín V a la orden fundada por fray Lope. El archivero de los Somascos me envió digitalizada una carpeta entera con documentación sobre los monjes de la Orden de fray Lope que se encuentra en sus archivos. La biblioteca de la Abadía de Montserrat ha sido también una fuente inagotable de bibliografía sobre la Iglesia y la vida monástica en la baja Edad Media, y de la Biblioteca Colombina en Sevilla (Museo Diocesano) recibí la copia digital y el permiso de reproducción de la imagen de fray Lope que ilustra este escrito (cuya referencia exacta es Retrato de Fr. Lope de Olmedo © Cabildo Catedral de Sevilla. Foto: Luis Serrano). Recibí asimismo la inestimable ayuda y consejos de eruditos y enamorados de la Orden de San Jerónimo como Fernando Pastor y Don Josemaría Revuelta y diversos doctores en Historia en España, Italia, Portugal y los Estados Unidos de América. Mención especial merecen Arancha Azcona, de la secretaría de la Facultad de Ciencias Eclesiásticas de la Universidad de Navarra, a través de la cual puede leer la importantísima tesis doctoral no publicada de Don José Luis Durán Múzquiz sobre la Orden de San Jerónimo entre 1415 y 1429, el periodo que abarca el intento de reforma de fray Lope, tesis dirigida por Don Josemaría Revuelta; y Peru Amorrortu Barrenetxea, estudiante de Historia y Filología Clásica, quien me ayudó enormemente con la transcripción y traducción de las distintas fuentes documentales.
La investigación progresó muy favorablemente los dos siguientes cursos, entre 2021 y 2023. Gracias a un muy breve artículo de Don Josemaría Revuelta en la revista Scripta Theologica del año 1984 en que sacaba a la luz un documento inédito de la Biblioteca de Guadalupe con unas instrucciones de Fernando de Antequera a su embajador Lope González de Olmedo ante Benedicto XIII, el Papa Luna, para que mediara por sus derechos a la corona de Aragón en el Compromiso que había de celebrarse en Caspe en 1412, pude tirar del hilo y se abrió ante mis ojos la desconocida y trepidante etapa de la vida de Lope como clérigo jurista y diplomático antes de entrar en la vida religiosa. Aparecía su nombre en multitud de obras dedicadas al Compromiso de Caspe y en documentos en el Archivo de la Corona de Aragón. Era un verdadero filón inexplorado, pues quienes le mencionaban, a pesar de su importante papel en Caspe al servicio del infante Fernando de Antequera, raramente le relacionaban con el monje reformador jerónimo que fue después. Ni en las dos biografías más importantes que escribieron sobre él dos de sus monjes en los siglos XVII y XVIII en Italia se ahondaba en este aspecto. La relación entre Fernando de Antequera, Lope González de Olmedo y el Papa Luna me pareció interesantísima. Lope fue nada menos que embajador del infante ante el Papa durante estos años cruciales. El Papa Luna fue otro gran descubrimiento: se reveló como un gran hombre fiel a Dios y a la Iglesia y, puesto que en 2023 se conmemoraba el VI centenario de su traspaso, pude acudir a exposiciones y cursos sobre él organizados por la Universidad de Zaragoza. Buscar con lupa a Lope en esta compleja situación histórica me parecía fascinante. Apareció entonces la pregunta obvia: ¿por qué ingresó Lope de Olmedo en la vida religiosa a la tardía edad de 45 años, dejando atrás tan exitosa carrera diplomática? Las fuentes revelan además que fue una decisión tomada en meses, y que primero se planteó entrar en la Cartuja. En enero de 1415 era auditor de cuentas en el Palacio Apostólico y en abril del mismo año profesaba solemne en el monasterio jerónimo de Santa María de Guadalupe. ¿Qué le podía haber ocurrido? ¿Qué le llevó a este cambio de vida?
Me parecía tan interesante que se me hizo necesario replantear la tesis y enfocarla como una biografía: Lope González de Olmedo aparecía de repente como un hombre que vivió dos vidas totalmente distintas: una primera en que fue un influyente clérigo jurista y diplomático en las coronas de Castilla y de Aragón, al servicio de Fernando de Antequera (que pasó a ser Fernando I de Aragón) y una segunda vida como monje jerónimo. Pero los descubrimientos no acabaron aquí, puesto que su “segunda vida”, la de monje, fue una etapa en que se sucedieron multitud de acontecimientos: Lope profesó en el monasterio de Guadalupe en 1415 y en 1418 fue elegido General de la Orden de San Jerónimo. Al final del trienio estipulado, consiguió no ser reelegido – la cual parecía ser la determinación de los monjes jerónimos – y propuso en la orden la posibilidad de una vida más austera, más penitente. Sus propuestas fueron rechazadas por los monjes y Lope partió a Roma, donde el Papa Martín V, íntimo amigo suyo de su etapa de estudiante de derecho canónico en Perugia, le concedió fundar una nueva orden monástica, la Orden de los Monjes Ermitaños de san Jerónimo. La bula fundacional data del mes de agosto de 1424; esto es, tan sólo nueve años después de haber ingresado en la Orden de san Jerónimo, fray Lope ya había fundado otra orden. A partir de ahí, en los pocos años que restan hasta su muerte en 1433, Lope consiguió anexionarse unos 20 monasterios en Italia y llegó a fundar 7 en la Corona de Castilla. Y mientras que él eligió para vivir el primer monasterio que edificó para su nueva Orden en la remota sierra de Cazalla, en la diócesis de Sevilla (un monasterio pequeño - 12 monjes – y pobre), el papa Martín V le reclamó para toda suerte de misiones, entre ellas las de administrador apostólico de la diócesis de Sevilla y las de reformador de los canónigos regulares en Portugal, además de enviarle a poner orden en el Colegio Mayor de San Bartolomé de Salamanca. Fray Lope aparecía a través de estos hechos contenidos en las fuentes como un hombre cada vez más vuelto hacia Dios, buscando la soledad, pero envuelto en diversos asuntos eclesiásticos por obediencia al Papa. De hecho, nada más fallecer Martín V en 1430, Lope dimitió como administrador apostólico de la diócesis de Sevilla y marchó a la casa madre de su Orden, el monasterio de san Alejo y san Bonifacio en Roma, donde fallecería en 1433 después de tres años de mortificaciones y penitencias y con fama de santidad.
Esta última etapa de la vida de fray Lope se presentaba por derecho propio como una “tercera vida” y enfatizaba aún más la necesidad de replantear la tesis como un ejercicio biográfico. Tal replanteamiento no era posible en el doctorado en el que estaba, así que lo abandoné después de tres cursos y me matriculé para comenzar desde cero una nueva tesis en el departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza. Gracias a los trabajos del catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Navarra, Dr. Jaume Aurell, sobre el “carisma” según el concepto de san Pablo en clave histórica en la Edad Media (y a su generosidad personal) y a los de la Dra. Anna Caballé en el campo de la biografía histórica, el nuevo planteamiento se me hacía verdaderamente apasionante; pero cada vez más difícil de abarcar y plasmar porque, a lo largo de esos años de investigación una inquietud iba acentuándose: ¿cómo tratar la vida de un creyente desde el positivismo inherente a la disciplina historiográfica como ciencia?; ¿cómo intentar ver no solamente la importancia que su fe podía tener en sus decisiones sino, también y sobre todo, intentar reflexionar sobre el papel de Dios en la historia de los hombres en general y en la historia de fray Lope en particular?. No parecía posible. Como mucho, habría sido posible un planteamiento fenomenológico, pero no era suficiente. Al respecto, las lecturas de la carta apostólica Saepenumero Considerantes de León XIII, traducida al español por el P. Javier Olivera Ravasi y que plantea “los principios rectores que deben guiar a todo historiador católico que se precie de serlo”, y el libro del Dr. Rafael Sánchez Saus “Dios, la Historia y el hombre: el progreso divino en la historia” me acabaron llevando a la conclusión de que no me era posible abordar este estudio desde la Academia.
En un curso de verano de la Universidad de Zaragoza en Illueca había conocido al P. Custodio Ballester y fue su serie de publicaciones en el portal Germinans Germinabit sobre el Papa Luna lo que despertó en mi mente la posibilidad de dar forma a una presentación de los resultados de la investigación sobre fray Lope de Olmedo de una manera rigurosa científicamente, sin por ello mutilarla por la inherente censura académica de carácter positivista. No era sencillo. De hecho, estaba muy por encima de mis posibilidades reales. Pero cuando en enero leí la novela “Los canales de Babilonia” del Dr. Rubén Peretó Rivas y le contacté para preguntarle por las reflexiones sobre el mundo académico que realizaban dos de sus personajes, el Dr. Peretó, profesor universitario él mismo, comentó que, en efecto, no era posible un planteamiento científico como el que pretendía en el que pudiera tenerse en cuenta la acción de Dios en la Historia; y, además, sugirió que, de hecho, en la actualidad un doctorado es solamente útil para una persona que busque un posterior desarrollo profesional en el ámbito académico. Y como ése claramente no era mi caso, esta conversación acabó de convencerme para abandonar el doctorado y buscar una vía alternativa para dar a conocer la fascinante vida de fray Lope de Olmedo. Después de darle muchas vueltas, planteé el tema a la dirección de InfoVaticana, portal de información católica de referencia para mí y el único lugar en que se me ocurrió que pudiera materializarse. Su respuesta fue una extremadamente positiva y generosa acogida a la iniciativa.
La idea con la que comenzamos es publicar por entregas periódicas los resultados de esta investigación académica de doctorado, originales e inéditos, acompañando los textos con la documentación histórica que confirma las afirmaciones que realizaremos. El Dr. Rubén Peretó me animó aún más al afirmar que “ese tipo de tarea puede hacer mucho bien, mucha más seguramente que el que puede hacer una tesis doctoral, cuyo público lector es el académico altamente especializado”. Así pues, con el deseo de que así sea, de que se conozca a un personaje tan excepcional como Lope de Olmedo no sólo desde la disciplina histórica, sino también desde la fe, pues fue un hombre del que fundamentalmente podemos destacar sus sucesivas conversiones a Dios y su obediencia a la Iglesia, comenzamos con esta primera entrega a presentar las tres vidas de fray Lope de Olmedo. Este mismo año, 2024, se cumple el VI centenario de la fundación de su orden monástica.
Originalmente publicado en InfoVaticana el 25/2/2024.
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